Sandro, Malvinas y el sentir nacional 

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UN GITANO MALVINERO

Sandro, Malvinas y el sentir nacional 

02 Abril 2024

Una particularidad que se puede denotar en el Sandro de la década de los 80 es que se nacionaliza. En realidad no había cambiado su modo de sentir sino que había relegado mediáticamente su pose de amante latino que lo hacía parecer más mexicano que argentino.

Es el Sandro que sueña con cantar algún día en las Islas Malvinas y que colaboraría entusiastamente en el Teleton en solidaridad a los soldados argentinos que estaban combatiendo en la Guerra contra Gran Bretaña. Es que a él le hubiese gustado pelear por las Malvinas. En 1982 suspendió su gira americana para participar en el encuentro artístico por la paz y soberanía de Las Malvinas. En su emotivo saludo dijo: “Yo, Roberto Sánchez, ciudadano argentino no podía estar en otro escenario que no fuera este". Además, fue uno de los famosos que participaron del Teleton “24 hs por Malvinas” conducido por Pinky y Cacho Fontana. Allí además de donar una guitarra que (según afirmara) se la había regalado Elvis Presley manifestó su postura al aire junto al recordado médico René Favaloro.

“(con respecto al día en que se recuperaron las islas) te puedo asegurar que fue emocionante ver todo ese Pueblo: el hombre que maneja un taxi, la cajera de un negocio, una telefonista, la camarera de un hotel… diciendo “¿y? ¿Cuándo vamos para allá?” Cuidado, te juro que a mí me conmovía permanentemente ver esa adhesión (…)”

El 4 de mayo de 1982 participó en el encuentro artístico que se realizó en el Luna Park, con el fin de recaudar dinero para el Fondo Patriótico Malvinas Argentinas. Días más adelante sería asediado por los fanáticos en la entrada al acto que organizaba la Unión Argentina de Artistas de Variedades que contó con los números de Juan Verdaguer, Néstor Fabián y Pepe Iglesias, entre otros. Roberto Sánchez siempre estuvo interiorizado y preocupado por conversar con ex combatientes. La relación fraternal que llevaría a cabo más adelante con Edgardo Esteban resulta sintomática. Y como toda decisión fuera de lo estrictamente artístico, fue reservada, sin filtración hacia el conocimiento público.

El periodista y ex combatiente Edgardo Esteban lo recuerda en una autobiografía novelada: “A finales de los años noventa conocí a Roberto Sánchez, Sandro. Fue a partir de una entrevista como periodista. Desde ese primer momento junto con su jefa de prensa, Nora Lafón, iniciamos una relación de afecto que perduró en el tiempo. En nuestros circunstanciales encuentros teníamos largas tertulias. Con su código de barrio hablábamos sobre su salud, política, y Malvinas”.

La reacción hacia el conflicto bélico no constituye una reacción nacionalista retardada ni chauvinista por parte de Roberto Sánchez (“yo soy muy patriotero”, afirmó en más de una oportunidad) sino que está íntimamente vinculado hacia su sentido de pertenencia del cual siempre adscribió y nunca ocultó. Es más, sus letras de “protesta” que habría desarrollado en los inicios de su carrera (“Johnny”, “Me he preguntado muchas veces”, “Lavé mis manos en agua barrosa”, “Soplando en el viento”) corresponden a una denuncia en torno a la “inocencia perdida”. No protesta, como muchos de sus contemporáneos fundadores de la cultura rock, en pos de un mundo nuevo sino por recuperar aquellos valores perdidos. El espíritu de sus letras, la denuncia hacia la falta de solidaridad y respeto hacia los mayores y los niños y niñas, tendrían más coincidencias con los tangos desarrollados en su época dorada de los cuarenta y cincuenta. 
Forzar una identificación entre Sandro y el peronismo sería arbitrario.

No obstante, tanto su pertenencia barrial, la relación con el frigorífico donde trabajaba su padre, podría indicar ciertas simpatías. En 2003, en un disco donde alterna canciones su vida con canciones menciona que había nacido en 1945 “cuando un por entonces Coronel (je) se estaba acercando al poder en esta Patria”. Roberto “Coco” Surra, autor del libro que repasa la historia del Comando de Organización de la Juventud Peronista (una de las pioneras organizaciones juveniles justicialistas que proliferaron a comienzos de los sesenta) constata que: “Pedro Bevilacqua contaba que en las peñas que se hacían a principios de la década de los 60, para juntar fondos, alguien que era conocido de Sandro lo invitó a participar junto a Los de Fuego, que era el conjunto que el popular cantante integraba, pero la presentación se frustró  porque ellos aún cantaban en inglés”.

Si bien Roberto Sánchez supo sortear las constantes antinomias político partidarias sosteniendo su frase símil Elvis “Taking care of bussiness”: “Pasan peronistas, pasan radicales. Sandrito queda”, para las elecciones de 1973 expresó inequívocamente una adhesión en pos del retorno del viejo líder a la presidencia:  "Perón es como la crisálida... Es el motivador de la esperanza para los argentinos...le devolvió la confianza a mi pueblo y por eso estoy con él. En la Argentina la gente cree en Perón y piensa que puede ser el remedio a sus problemas..." Según recuerda quien fuera jefe de prensa de Sandro en los setenta, Julián Mandriotti, Perón estaba interesado en encontrarse con el Gitano, así como lo había hecho con Leonardo Favio años atrás en Madrid. Pero en este caso, Sandro prefirió no aceptar para proteger su imagen apolítica. 

Sandro se mantendría ajeno a los vaivenes de la política en los setenta, evitando emitir opinión hacia el accionar del denominado Proceso de Reorganización Nacional que depuso a la presidenta Isabel Perón en 1976. Por dichos motivos, sería acusado de colaboracionista. 

Absurdamente en los ochenta, la imagen del gitano exitoso de los setenta era ridiculizado afianzando el carácter de grasa y mersa. Aparentemente no era lo que el establishment necesitaba para la primavera democrática. Aquel Sandro que se sumergía en las lecturas de Arturo Jauretche y se desvelaba ante las diversas interpretaciones historiográficas sobre Juan Manuel de Rosas, mientras entablaba una sólida amistad con Roberto Rimoldi Fraga a principios de los 70, una década más tarde, se abstraía en torno a otras búsquedas personales y solo haría unos gestos políticos que son dignos de mención. 

Para 1987 en su espectáculo músico teatral llamado “Contraluces” se refiere en uno de los monólogos en torno al escándalo por el robo de las manos del General Perón, indignado por lo sucedido. “(…) Y hemos hablado también de la vida y de la muerte. La guerra forma parte de la vida y de la muerte. Pero de una muerte que es producto de la soberbia del hombre porque somos soberbios. Somos tan soberbios que no nos damos cuenta que cuanto más alto estamos, más al fondo nos hundimos… estamos en un punto tal en esta sociedad hoy en día que hemos caído tan bajo que hemos llegado hasta las tumbas. Y ya ni siquiera han dejado descansar a un muerto… ¿adónde hemos llegado? Que tristeza, señor, qué tristeza…”

Mientras que realizaba un sentido homenaje a los combatientes de Malvinas adaptando la canción “Espérame que un día volveré” al drama de los soldados que habían dado la vida por la causa nacional. En dicho espectáculo no los victimiza, sino que los humaniza por un lado y le adjudica el mote de héroes por otro. 

En los noventa, cuando su criatura se argentiniza aún más, la bandera nacional se torna recurrente en sus shows: “En un recital, en el Gran Rex, empecé a hablar de ella, de la gran olvidada, de la que nunca se nombra, y mostré la bandera argentina. Porque un país donde la bandera no es la identidad, está perdido. No fue un rito patriotero, ni frívolo, ni oscuramente nacionalista. Fue una reivindicación”.

'En 1982 suspendió su gira americana para participar en el encuentro artístico por la paz y soberanía de Las Malvinas. En su emotivo saludo dijo: “Yo, Roberto Sánchez, ciudadano argentino no podía estar en otro escenario que no fuera este"'