Alberto, Cristina y la exploración de una nueva hegemonía, por Enrique de la Calle
Por Enrique de la Calle
"Con Cristina sola no alcanza, pero sin ella no se puede", es una frase que se repitió mucho desde 2015, cuando se debatía en el peronismo sobre qué rol debía jugar la expresidenta en la nueva etapa del país. Por supuesto, algunos sectores del justicialismo prefirieron comparar a CFK con "el Menem de 2003", quien tuvo un piso aceptable de votos pero un techo tan bajo que invalidó cualquier sueño presidencial.
Ahora, la propia CFK parece aceptar que aquel razonamiento tiene argumentos sólidos. Durante 2019, Cristina dejó de lado el armado de Unidad Ciudadana como espacio autónomo (en 2017 había dicho: "UC llegó para quedarse") y optó por acercar posiciones con diversos sectores del peronismo. La nueva fórmula, explorada a nivel provincial, fue: UC no es el todo, es una parte de otro armado, donde puede no ser el eslabón principal.
Además, CFK parece consciente de que el ajuste macrista y, sobre todo, el fenomenal endeudamiento dejarán al país muy condicionado en los próximos años. De no haber reprogramación o default, la Argentina tiene por delante vencimientos por más de 45 mil millones de dólares en los próximos cuatro años. Y, como se sabe, ya no existen las tasas chinas de crecimiento (de 2003 - 2007) ni los superávits gemelos (comercial y fiscal).
Ese escenario, entonces, exige un "gran frente opositor", como dijo más de una vez Cristina. Ese "gran frente" debe incluir una "unidad hasta que duela", que no puede ser sólo un acercamiento entre propios. La foto de la semana de Cristina en el PJ es insuficiente: sacando a unos pocos nombres (Alberto Fernández, Hugo Moyano, Felipe Solá), se trató de una imagen muy parecida a cualquier otra del período pre-2016. El desafío económico que presenta el horizonte más próximo es gigantezco y necesitará de mucha negociación política. "La Argentina no necesita una persona que divida, sino una que sume", le dijo CFK a Alberto cuando le ofreció la candidatura presidencial.
Por eso, con su decisión, Cristina busca allanar el camino para la construcción de una unidad más amplia, que permita explorar una nueva hegemonía política, que por definición será débil por los condicionamientos económicos. Esa unidad debe incluir un diálogo mayor entre sectores del peronismo. Alberto Fernández deberá encarar esa tarea (ya recibió los elogios de Manzur, Zamora y Massa, entre otros). Además, el exjefe de Gabinete kirchnerista mantiene desde siempre vasos comunicantes con actores del establishment, desde el empresario nacional (¿Clarín?) hasta la corporación judicial. Sin algunos de ellos no se puede diseñar ninguna hegemonía, gusten más o menos.
¿Alcanzará la nueva alquimia? Las primeras reacciones del justicialismo no kirchnerista es de silencio o de respeto. Muchos dirigentes peronistas comparten con Alberto muchas críticas a Cristina, sobre todo a su última etapa. Con el gesto, CFK también hace a su modo una autocrítica sobre el pasado más reciente. Con un nuevo movimiento sopresivo, como tanto le gustan a la senadora nacional, Cristina reconfiguró una vez más la política argentina.