Cristina 2019: a la derecha nunca, por Juan Ciucci
Por Juan Manuel Ciucci
Interpretar discursos es casi una necesidad en estos días, ya que el campo de la acción viene un tanto aquietado. Son entonces las palabras las que nos hacen vislumbrar lo que está por venir, y desde allí recalcular las propias posiciones y la tarea que nos queda encarar. Comienzan tiempos signados por la elección del 2019, y el discurso de Cristina en el foro de Clacso así lo explicitó: habló menos como estadista que como candidata.
Su llamado a la unidad quedó pues claramente enunciado, con la voluntad de un frente patriótico que venga a poner fin a esta nueva experiencia neoliberal que está arrasando la Argentina. Hay lugar para todos y todas allí, y la bandera de Pueblo para ser la elegida para cobijarnos. La propuesta suena en su boca luego de que muchos/as ya comiencen el acercamiento, desde viejos contreras a compañeros perdidos en el camino. "Tarde piaste" dijo de los que ahora se quejan de lo que ayer apoyaron, pero más en tono de sorna que de factura a pasar.
El problema con todo esto es siempre cómo se hace esa unidad, y cuánto de lo que somos estamos dispuestos a entregar para sumar mayores voluntades. Se entiende que en plan de campaña de unidad la propuesta debe ser tan amplia como sea posible, y que el límite será sin dudas Macri.
En su discurso en Ferro fueron varios los pasajes problemáticos para pensar no sólo una unidad que frene a la Alianza Cambiemos, sino que además sea superadora de la experiencia que transitamos la década pasada. Es comprensible analizar que los desafíos que se nos presentarán en 2019 son sumamente graves, y que nos ubican en un retroceso de derechos con respecto al recordado diciembre del 2015. Pero sonaron demasiado anticuadas algunas de las herramientas y propuestas que le escuchamos decir, ante un mundo que ha cambiado muchísimo desde que fuimos gobierno.
No parece ser tiempo de autocríticas, y entonces todo esto corre el riesgo de volverse contraproducente. Pero a fuerza de discrepancias será que lograremos una unidad más sólida, que no borre nuestra historia ni menosprecie nuestras identidades. El frente deberá ser un lugar desde el cual agitar las aguas, más que clamar por el fin de la tormenta. En esa sintonía, van algunos de los desacuerdos con las palabras de Cristina en Clacso. Siendo que la palabra de la Conducción sienta doctrina, nos parece importante discutirla.
Ya nadie va a escuchar tu pañuelo
Quizás uno de los pasajes más desafortunados del discurso fue la referencia a pañuelos celestes o verdes en plan de igualdad. Siendo que veníamos de un avance notable al incluir en el ideario nacional, popular y democrático al feminismo, hace mucho ruido una frase así.
Inesperadamente Clacso introdujo una nota más a la polémica, al proyectar un video que celebraba los 12 años de la gestión kirchnerista con una medida: el matrimonio igualitario. Allí pudimos escuchar a Cristina criticar, en el acto de promulgación de la Ley, los discursos anacrónicos que se habían escuchado en el Congreso. Y decir que desde ese día nuestra sociedad era "un poco más igualitaria". En ese entonces ya había sectores internos que se oponían a esta Ley, por eso se dio libertad de conciencia para votar, pero nunca se puso en un plano de igualdad a quienes luchaban por un derecho que a quienes se oponían.
En este caso es similar el asunto, aunque podemos decir que son más graves aún las consecuencias. No podemos reconocer como válido el discurso pro aborto clandestino. Es no sólo anacrónico, sino criminal al impulsar a miles de mujeres a la clandestinidad y la muerte. Si como bien dijo en el Senado es una cuestión de salud pública, las apreciaciones personales y religiosas están de más. Esto no implica negarse a articular con los actores sociales y religiosos que dentro de su ideario pueden no comprender lo que significa este derecho. El error es darle validez como actor justamente en uno de sus ejes que responde a intereses del medioevo, y como reacción patriarcal contra la avanzada feminista. Con la iglesia y los evangelistas podemos unirnos en contra del neoliberalismo, por sus políticas antipopulares que sin dudas se manifiestan contrarias a sus principios religiosos. Con los pañuelos azules, nada.
Good bye Marx!
Explicar el presente aún nos cuesta, y ha sido muchas veces Cristina quien fue clarificando el mundo que habitamos. Su idea del anarcocapitalismo financiero nos parece acertada para pensar la crisis que atraviesa el mundo desde 2008, y que parece lejos de concluir. Los Trumps y Bolsonaros son algunos de sus mejores hijos: la reacción es por derecha, y logra distintos tipos de validación popular. Es lo que algunas veces explica CFK al retomar el origen del nazismo.
Pero no compartimos sus planteos en torno a la inutilidad de ciertas herramientas teóricas y políticas para pensar el hoy, como la dicotomía izquierda-derecha. Desde un ideario peronista, ha sido histórica esta postura, con la idea de una tercera posición superadora. Pero que en la práctica, ha visto cómo fue influenciada hacia alguno de esos límites. Las ideas de izquierda han sido fundamentales para pensar desde el peronismo, con una larga saga de militantes y pensadores de la izquierda nacional.
Pero además de esto, es problemática la insistencia en un paraíso del consumo, que parece ser una de las mayores reivindicaciones que nos presta el capitalismo. ¿Cuánto pudieron consumir quienes vieron caer ante sus ojos la "cortina de hierro"? Más que proponer consumo, desde el peronismo debemos articular una vez más la posibilidad de recuperar una comunidad organizada que nos permita vivir en una Patria justa, libre y soberana.
La actualización doctrinaria es hoy imprescindible, para comenzar a despegarnos de un sistema de explotación que deberá desaparecer. Ante el cual el "fifty-fifty" no puede alcanzarnos ya, porque no queda lugar para que la barbarie capitalista pueda seguir impunemente subsistiendo. Desde los desastres naturales que provoca y que hoy son imposibles de ocultar, hasta la miseria planificada que ocupa las 2/3 partes del planeta. Es en ese contexto donde debemos comenzar a pensar una salida a este sistema, que incluya los saberes ancestrales de los pueblos originarios de nuestro continente, como las herramientas para pensar al capitalismo que Marx teorizó hace ya más de 100 años.
¡Piqueteros y piqueteras carajo!
En lógicas de una elección cercana, la autocrítica vuelve a ser mala palabra. De allí que el raconto por su gestión encontró a una Cristina más cercana a celebrar lo muchísimo bueno que se hizo, que a indagar en las faltas que nos llevaron a un Macri presidente. No alcanza con el bombardeo mediático: nos falta encarar en que fallamos de cara a los sectores populares. Arriesgo aquí una clave: la falta de una politización de base, que excediera los límites del mensaje oficial. Una organización popular que tras 12 años pudiera plantarse fuerte contra el ajuste macrista, y no por aún gozar de un "colchón", sino por comprensión histórica y decisión política.
Esta falencia se pusode manifiesto al caracterizar nuevamente de un modo despliciente al movimiento piquetero. Ya alguna vez discutimos este pensar de CFK, que lleva a no comprender las vertientes populares que tiene el kirchnerismo y que a veces parece no comprender. "En el 46 no existía el peronismo", dijo Cristina cuando alguien gritó que el Pueblo era peronista. "No solamente", dijo, y agregó el dato como para complejizar el debate. Podríamos decir lo mismo del 2003/2005, como mínimo. Allí no había kirchenrismo, sino organizaciones políticas y sociales que habían podido capear el temporal del 2001, y comenzaban a creer en el sueño que un sureño les brindó. Muchxs eran piqueterxs, lo fueron y lo seguirían siendo. Esa experiencia está tatuada en pieles curtidas en las rutas, y que cuando pudieron recuperar un trabajo formal, muchas veces debieron volver a salir a esas rutas para defenderlo del macrismo.
El tiempo ha pasado, y debemos reajustar nuestro ideario para organizar el frente que nos permita destruir la pesadilla neoliberal. Unidxs, con Cristina en la Conducción, con todxs adentro. Pero con la alegre libertad de imponer nuevos sueños que aún no han sido soñados.