Trumpetada: el miedo al otro y el origen del mestizaje
El triunfo del discurso ilustrado
Tras el triunfo de Donald Trump, el mundo ha llegado a una fase de crisis civilizatoria en las cual se abren expectativas infaustas e inciertas. El discurso que hace años se viene instalando en Europa y el mundo con respecto al segregacionismo, por utilizar un eufemismo, y al altercismo [1], no son más que la continuación de un constructo de odio y miedo hacia un otro que se origina en el nacimiento de la modernidad y del pensamiento ilustrado. Los dichos de Trump que tanto ruido hacen en México, no son otra cosa que la perpetuación de discursos filosóficos –Kant y Hegel- que se han transformado en pensamiento cuasi-hegemónico en el mundo, no sin que existan múltiples pensamientos contrahegemónicos que vienen luchando en inferioridad de condiciones en un mundo cada vez más globalizado comunicacionalmente y más estricto debido a la virulencia que ha adquirido desde 2001 a esta parte.
En ese discurso antimexicano, antilatino que votaron más de cincuenta millones de estadounidenses, pervive la estigmatización que se ha hecho del mestizaje desde el inicio de la colonia. Por ello, en este breve ensayo, viajaremos a principios del siglo XVI, en estas mismas tierras en las que me hallo y en las que me topo cara a cara con el origen de ese miedo atroz que tienen los pistoleros del norte a todo lo que sea diferente a ellos, entendiendo por “ellos” a los WASP (blancos, anglosajones y protestantes, según abreviatura en inglés). Pero antes de historizar sobre el origen del mestizaje, analizaremos suscintamente algunas cuestiones que harán que no solo no nos sorprenda el triunfo del rubio caprichoso, sino que su triunfo nos parecerá un acaecer inevitable.
No debe extrañarnos el triunfo de la soberbia ultrarepublicana, ya que en EEUU existían leyes de apartheid hasta hace apenas cincuenta años, y aún hoy, los peores trabajos y peor remunerados son destinados a afroamericanos, latinos y, en ambos casos, peor pagos si se trata de mujeres. Las cárceles estadounidenses están atestadas de personas provenientes de los sectores más estigmatizados por su condición étnica. La parte más reaccionaria de la población norteamericana se abroqueló tras un típico representante de la pureza yanqui luego de haber tenido un presidente negro y ante las posibilidades de ser comandados por una mujer –independientemente de lo peligrosas que fueron las políticas internacionales promovidas por la Clinton-. No obstante, las “hordas latinas” siguen mojando sus espaldas en el río Bravo.
El origen de la migración
Hace unos días me trasladaba desde Flores, en Guatemala, hacia Frontera Corozal, bien al sur de México, y una vez cruzado el río Usumacinta, frontera natural entre ambos países, tomé una combi hasta Palenque, camino a San Cristóbal de las Casas. Me llamaron la atención dos muchachos que en lugar de pagar y subir a la traffic (vaya nombre) como las cinco o seis personas que lo habíamos hecho hasta el momento, esperaron a que todos estuviésemos arriba de la camionetita y secretearon con el chofer. Luego de ello, subieron y se sentaron en silencio atrás de todo. Cada tanto, el chofer los llamaba y charlaba algo con ellos en voz baja; inexorablemente, a los cinco o diez minutos, pasábamos por un control policial o un retén militar. En determinado momento les pregunté de dónde eran. El más flaquito de ellos, de unos veintipico de años, me contestó con una mímica de la boca, como si hablase con un sordo y no necesitase emitir sonido, sino simplemente exagerar las formas que adquiere la boca al pronunciar cualquier palabra. Lo que decían esos labios insonorizados era: El Salvador.
Luego de media hora logré entablar conversación con ellos y les pregunté por qué, a pesar del triunfo del desdén y el desprecio hacia ellos en el gigante del norte, ellos insistían en ir hacia allí, a pesar de tener todo en contra y de las declaraciones que venía haciendo el nuevo presidente electo. A la respuesta le sobraban palabras: “tu no sabés lo que es El Salvador”.
Ahora los presidentes de los países centroamericanos se preocupan por sus migrantes, cuando en realidad, se deberían preocupar por que no migren, por brindar las condiciones de vida como para que los habitantes de sus respectivos países no tuviesen que cruzar las fronteras más que para ir de paseo o a estudiar a otros lados. La pobreza estructural, la violencia, el hambre, la explotación y la corrupción estatal y privada, hacen que miles de miles de personas se aventuren, y nunca mejor utilizado un verbo, en una travesía colmado de peligros.
El principio de la deshumanización
En el Siglo XVI se dio uno de los debates más concluyentes durante la conquista. El que se llevó a cabo en Valladolid en 1549 entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. Entre ambos, y ante las autoridades de la corona, discutían sobre si los indígenas tenían alma o no. Y si bien triunfaron las afirmaciones lascasianas, y se dictaron ordenanzas reales de protección a los explotados, la distancia y la falta de poder en las colonias por parte de los reyes hicieron que se incumplieran de este lado del Atlántico. La frase “se acata pero no se cumple”, pasó a ser una ley supranatural, consuetudinaria, que permitió la esclavización de millones de almas. Si alguien no tiene alma, puede ser tratado como aquellos seres animados que carecen de espíritu según el canon cristiano, es decir, los animales. Ergo, si los pueblos originarios eran semejantes a animales, bien podían ser despojados de sus bienes, de su humanidad.
No suelen gustarme las citas largas a no ser que sean ilustrativas, y creo que en este caso amerita la extensión de una voz ajena, lejana, lapidaria, para mensurar la idea que se comenzó a forjar, y se estableció, sobre el mestizaje. A fines del siglo XVIII, José María Quirós, secretario del Real Tribunal del Consulado de Veracruz, continuaba reiterando los prejuicios que habían nacido en el siglo XVI afirmando lo siguiente: “El indio como puro indio y el español como puro español, cada uno en su clase es utilísimo a la sociedad política y puede decirse que son la base de la agricultura, industria y artes; pero mezclada cada una de ellas con el negro resulta de sus proles y de su consecuente mixtión una clase de individuos que no sólo ofenden el aspecto público, ennegrecen los pueblos, varían sus costumbres y se hacen insoportables y onerosos a las Repúblicas; sino que no siendo indios ni españoles, no conservan la docilidad y dedicación a la labranza de los unos ni pueden ser admitidos en las comunes ocupaciones de los otros y así resultan inútiles y perjudiciales”[2].
Más acá en el tiempo, Alcides Arguedas (el Arguedas malo) habla de pueblo enfermo –así se denomina su ensayo de 1909- cuando se refiere al mestizaje de su país, pero lo hace extensivo a los pueblos de toda América latina. El escritor Paz Soldán nos dice al respecto: “Gracias al discurso de la degeneración racial y a la autoridad de la ciencia moderna europea, Arguedas logró dotar de cierta autoridad a muchos prejuicios existentes en la Bolivia republicana, y que persistían desde el período colonial” [3]. El neo darwinismo al estilo Manes, revestido de neurociencia, sin dudas va a trabajar en el mismo sentido.
La desaparición forzada de los migrantes
Ese etnocismo no solo reverbera desde el norte anglosajón tras el triunfo del magnate de bisoñé de quinta generación, sino que también resuena al interior de la propia América latina. Hace unos días, hubo una marcha de madres de migrantes de Centroamérica desaparecidos en México, y una de las madres de esos chicos –Ana Celaya, salvadoreña- dice que: ““La caravana […] es para sensibilizar y denunciar, y para pasar de la denuncia a la propuesta, ya no queremos más muertes de nuestros hijos, hijas, ya no queremos más violaciones, ni secuestros, ni las extorsiones que los traficantes o secuestradores exigen a nuestra familias cuando en nuestros países hay un alto índice de pobreza, violencia social”. Otro familiar, afirma que México se ha convertido en un muro previo al del Pato Donald [4].
Se estima que han desaparecido en los últimos diez años, en tránsito hacia sus sueños, a través del territorio mexicano, más de diez mil centroamericanos [5] a manos de narcos, policías y delincuentes de toda laya; una vez más, por supuesto, las mujeres son las más damnificadas. Debido a ello, el grupo de madres que atravesó medio México para llegar al zócalo, le pidió al senado mexicano que promulgue una ley que condene la desaparición forzada y sean coherentes entre lo que dicen y hacen o permiten hacer. Las mismas prácticas que condenan cuando son utilizadas contra sus connacionales en EEUU, son las que emplea el poder de policía mexicano y la delincuencia organizada narco y política contra los migrantes centroamericanos.
Ante la posibilidad del recrudecimiento de la persecución antimigrante al otro lado del río Bravo, los mandatarios de Honduras, Guatemala, El Salvador y México anunciaron medidas de apoyo a los migrantes tales como fortalecimiento de los respectivos consulados para ofrecer atención documental, asesoría jurídica y protección, a la vez que habilitarán un número de teléfono para denunciar hechos de violencia y discriminación. Repito: nada de ello haría falta si los gobernantes se dedicasen a interpretar las necesidades de las grandes mayorías de sus respectivos países.
El primer mestizaje
La mayoría de los argentinos, y podríamos decir de los latinoamericanos, y también podríamos agregar sin temor a equivocarnos, del mundo, desconocen qué es Chetumal, dónde queda y qué significa. Bien podría ser el nombre de un bar en proceso de agregación de vocablos, o bien una conjura, una maldición. Sin embargo, es una ciudad al sureste de México -en el confín de México, capital del Estado de Quintana Roo- que más allá de la autoafirmación como “cuna del mestizaje”, fue escenario real y complejo de un encuentro único que se dio hace unos 500 años, una síncresis que se adelantaba a la llegada de Hernández de Córdoba (1517) y Cortés (1519) [6] a las costas de Cuzmil (actualmente la turística y exclusiva Cozumel), en unos cuantos años, seis más precisamente.
No podemos afirmar que no haya habidos descendientes de los primerísimos arribados a Quisqueya, luego rebautizada como isla La Española, pero sí podemos decir que los que esgrimen el privilegio de haber sido cuna de ese entrecruzamiento son los chetumaleños. Pero más allá del anecdotario de color, lo relevante es que en aquel acontecimiento [7], se originó el principio no solo del mestizaje, sino del rechazo de dicha condición; no solo el momento del entendimiento socio-afectivo –en tanto matrimonio por conveniencia y también alianza estratégica-, sino también el principio de maldición por parte de aquellos que defenestraban el entrecruzamiento – y lo caracterizaban con términos animalescos- entre europeos y originarios de Abya Yala.
Pero no nos adelantemos, y procedamos, al menos de manera escueta, a los hechos sin más; o al menos, a los hechos según nos cuentan los documentos y algunas fuentes primarias como los cronistas, con todo el cuidado que se debe tener ante ellas. Si uno se remite a un simplismo enciclopédico, nos encontramos con que la ostentación de marras –ser nada más ni nada menos que cuna del mestizaje- se debió a que dos españoles que habían naufragado –Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar- fueron entregados como esclavos a Nachán Can, último “cacique” que gobernó Chactemal [8], quien luego casó a uno de ellos con una de sus familiares. Pero el hecho fue mucho más complejo.
Según cuenta el cronista de Indias Diego de Landa en su Relación de las cosas de Yucatán, es que en 1511, luego de una expedición al Darién, los choques entre Núñez de Balboa y Diego de Nicuesa, desbarataron la expedición, y en su regreso a Santo Domingo, al mando de Valdivia, el bajel en el que viajaban nuestros infaustos protagonistas naufragó en las costas de Jamaica, más precisamente en los bajos de la víboras. Una veintena de hombres armó un pobre chinchorro y se hicieron a la mar. Luego de 13 días, llegaron a las costas de Yucatán solo 8 de ellos –el resto pereció en la travesía- [9].
La recepción no fue la mejor. Un macanazo dado por un cocom (pueblo del lugar) acabó con uno de ellos, y Valdivia y otros cuatro –siempre según el fanático franciscano- fueron sacrificados por un “mal cacique” [10]. El maltrecho resto fue repartido como obsequio a otros líderes del abigarrado mosaico del mundo maya, sobreviviendo solo Aguilar y Guerrero.
Recién se vuelve a tener noticias de ellos a través de las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien acompañaba a Cortés en su expedición de conquista y en las Crónicas de la Nueva España, de Francisco Cervantes de Salazar. De ellos proviene lo que sabemos de estos dos marineros. Lo curioso, aquí, es que los únicos dos sobrevivientes de aquel naufragio tuvieron derroteros diferentes. Gonzalo de Aguilar penó y sufrió la lejanía de su España, mientras que Oviedo no solo se quedó gustoso en las nuevas tierras, sino que se amancebó, tuvo descendencia (los primeros mestizos, según la leyenda), y enseñó a los habitantes del lugar las técnicas de guerra de los españoles. Incluso las crónicas de Bernal Díaz del Castillo sindican que organizó la resistencia ante el avance de los conquistadores, se tatuó el rostro, es escarificó la piel, se perforó las orejas y se asimiló completamente a la cultura del lugar.
A la llegada de Cortés, quien en un impulso nacionalista atinó a rescatar a aquellos dos desgraciados se encontró con dos posiciones bien diferentes. Aguilar se postró llorando luego de preguntar si era miércoles –señal de que había intentado seguir aferrado al viejo mundo mediante, al menos, el calendario- y se convirtió en faraute –traductor- del futuro gobernador de Nueva España, ganándose su favor y perdiéndolo luego ante la Malinche, quien le serviría de intérprete –y de apaciguadora de pasiones en el lecho- a don Hernán en la invasión de Tenochtitlán, lugar en el que se hablaba náhuatl, lengua que no hablaba el pobre Aguilar que, finalmente, regresó a España y murió poco tiempo después.
Oviedo, por otro lado, se convirtió en progenitor de aquellos primeros mestizos que tanto odio causarían cinco siglos después en este hervidero de continente que es Nuestra América. Ese entrecruzamiento y esa asimilación del íbero al mundo maya, causaba asco y repulsa entre los invasores, y sobre todo ante los ojos de los religiosos, que veían obra del demonio en todo aquello que no se aviniese a los cánones establecidos por la naciente inquisición.
En el drama de marras, lo que queda de manifiesto son las dos posiciones que parecen destinadas a toparse entre sí. Aquella que reniega de su destino, que sigue mirando hacia Europa o hacia el norte, y aquellos que reivindican orgullosamente su pertenencia, su raíz Abyayalense y su novedad identitaria, una identidad que va camino a consolidarse de una vez por toda y a afirmarse como unidad que excede los arquetipos raciales y las forzadas estereotipaciones que perviven en los discursos etnocéntricos y divisores.
Conclusiones de afirmación identitaria y política
No sabemos qué pasará una vez que asuma Trump, lo que sí podemos afirmar, es que sin dudas es un parteaguas, un antes y un después que si logramos aprovecharlo a nuestro favor, de manera resiliente, acaso sea el principio de una nueva supranacionalidad que nos aglutine como latinoamericanos. El camino de desestructuración del mundo globalizado en términos comerciales, con la prometida y promisoria salida de EEUU del tratado transpacífico, curiosamente, va en el mismo sentido que las reivindicaciones que los pueblos anticolonialistas venimos esgrimiendo hace años, y no fueron nuestros presidentes actuales –y me refiero a la oleada de presidentes neoliberales que incluye desde Peña Nieto en México, hasta Temer y Macri en Brasil y Argentina respectivamente-, sino la nueva amenaza altercista quien pareciera eliminar esa ominosa presencia sobre nuestras economías.
El inmenso economista húngaro István Meszárós –sesudamente leído por Chávez- pronostica en su libro Más allá del Capital, que la superación de las contradicciones entre el progreso y la “degradación de la humanidad” es el meollo de la tragedia en el “reino de la ética” [11]. Y tal vez, solo tal vez, en EE. UU. haya comenzado a erosionarse la grieta que permita al resto de los pueblos percibir esa contradicción y superarla. En nosotros está constituir y consolidar una agenda común que llevé a los gobiernos a representantes que interpreten cabalmente las necesidades de sus pueblos y que, como reza la máxima que esgrimen tanto los zapatistas como Dussel, tanto García Linera como aquellos que integramos espacios de construcción política de masas, comiencen a mandar obedeciendo.
1 - Permítaseme el neologismo, ya que la palabra racismo remitiría a un odio exacerbado contra tal o cual “raza”. Haciendo propia la idea de Aníbal Quijano (Quijano, Aníbal. ¡Qué tal raza! http://www.alainet.org/es/active/929) –y otros- sobre la inexistencia de las “razas”, necesitamos otro tipo de vocablo que describa el odio, ya no a un fenotipo racial, sino a otro, cualquiera sea, que venga de otro lugar.
2 - Ortiz de la Tabla Ducasse, Javier: Memorias políticas y económicas del consulado de Veracruz, 1796-1822. Escuela de Altos Estudios, Sevilla. 1985. Pág. LVI.
https://books.google.com.mx/books?id=QgDYJ7J4m7AC&pg=PR6&lpg=PR6&dq=javier+ortiz+de+la+tabla+ducasse.+memorias+pol%C3%ADticas+y+econ%C3%B3micas&source=bl&ots=N-U1YrGTim&sig=08_9Vc34TDBMnFYSbNoiiNJ3sLc&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjX8OnazsDQAhVJ2IMKHQYJDN8Q6AEIIDAB#v=onepage&q=javier%20ortiz%20de%20la%20tabla%20ducasse.%20memorias%20pol%C3%ADticas%20y%20econ%C3%B3micas&f=false
3 - Paz Soldán, Edmundo: Alcides Arguedas y la narrativa de la nación enferma.
http://www.voltairenet.org/article120458.html
4 - http://www.nodal.am/2016/11/caravana-de-madres-centroamericanas-que-buscan-a-sus-hijos-desaparecidos-llega-a-la-ciudad-de-mexico/
5 - http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/08/18/desaparecidos-10-mil-migrantes-en-mexico-solalinde
6 - Landa, Fray Diego de: Relación de las cosas de Yucatán. Monclem ediciones. México. 2016. Pág. 27.
7 - Entendiendo como “acontecimiento” a determinados momentos extáticos, fotografiables que fungen en el devenir de la historia como punto de inflexión o hito parteaguas.
8 - Según etimología wikipédica: “lugar donde bajan las lluvias”. https://es.wikipedia.org/wiki/Chetumal
9 - CalvoTornero, Rodrigo: Dos farautes en la conquista de América. Pág. 45. http://ab.dip-caceres.org/export/sites/default/comun/galerias/galeriaDescargas/archivo-y-biblioteca-de-la-diputacion/Alcantara/05-076-alc/05-076-005-Dos_farautes.pdf
10 - Landa, Fray Diego de: Relación de las cosas de Yucatán. Monclem ediciones. México. 2016. Pág. 26.
11 - Mészáros, István: Más allá del capital. Hacia una teoría de la transición. Vicepresidencia de la República plurinacional de Bolivia. 2001. Pág. 96. https://www.vicepresidencia.gob.bo/IMG/pdf/mas_alla_del_capital.pdf
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)