"Lo que está en juego es cómo se repiensa la economía mundial"
Por Juan Manuel Ciucci
Ilustración: Alan Dufau
APU: ¿En qué momento del Fondo de Cultura Económica (FCE) le ha llegado esta propuesta de ser su director en la filial argentina?
Horacio González: El FCE está en un gran proceso de discusión, porque el cambio en la dirección sucedió casi inmediatamente después del cambio de gobierno en México. De modo que se podrá entender toda esta etapa como la de López Obrador en la presidencia y Paco Taibo en la dirección general del FCE. Eso presupone que la historia de la editorial y la historia mexicana más contemporánea se superponen muy notablemente. El FCE fue fundado en los años 30 por Cosió Villegas, un economista mexicano, y muy rápidamente se incorporó Orfila Reynal, que era un militante de la reforma universitaria cordobesa. De modo que podríamos entender a la editorial en esa época, a dos décadas de los sucesos más importantes de la Revolución Mexicana, como uno de los resultados que se pueden agregar al muralismo mexicano, la enorme actividad que trazó José Vasconcelos… Es decir, el proyecto de una revolución campesina, que de alguna manera se transformaba en una circunstancia que hasta hoy perdura (de un modo quizás más débil que en sus orígenes extraños), que es la enorme capacidad de acogida de México respecto a personas vinculadas al gran drama mundial. El caso de Trotsky es muy evidente: permanece en México casi toda la década del ´30 hasta su asesinato. Se dirá ¿esto qué tiene que ver con el FCE? Es que también los exiliados de la República española ven a México como una tierra propicia, algo que se corresponde con lo propicio que se ve desde México este grado de acogimiento. En este caso, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, que fue uno de los puntos altos de la historia del PRI (Partido Revolucionario Institucional).
APU: Es también la oportunidad entonces de conectarnos un poco más con este gran país del norte…
HG: Pensar a México es pensar una de las grandes culturas de la historia humana, que atrae con especial interés a personajes de la vanguardia de las culturas centrales, como Artaud, que viaja a explorar los alucinógenos de las culturas indígenas. Se puede entender a México como una cultura que como toda la presencia española en América significó el quiebre de la continuidad de un enigma que hasta hoy permanece (¿qué son esas pirámides? ¿qué son esas luchas internas entre tantas culturas con tantas lenguas que aún hoy se hablan?). Por lo tanto aparece como el nombre de un ámbito de profunda interposición de culturas que se exterminan a sí mismas. Una figura exquisita que interpreta esta posición de México un tanto mesiánica en términos de la cultura mundial, es Fray Servando Teresa de Mier. Es quien ve en la palabra México la primera prédica cristiana, anterior a la de Europa. Eso lo toma como una hipótesis de la independencia mexicana respecto del viejo continente: en la x de México ve la palabra Cristo. Por lo tanto hay una especie de mesianismo lingüístico que se traslada a sus sermones en la época de la independencia, en relación a la construcción de un gran mito de la fusión del cristianismo en México anterior a toda la cultura europea. Por lo tanto hay un profundo europeísmo en la cultura mexicana y un profundo antieuropeísmo, que creo tiene el mayor desarrollo en cuanto a ese punto de intersección y de fusión pensado incluso en términos de un horizonte místico, simbólico, mucho mayor que en otros países de América Latina. El FCE, desde el punto de vista de la cultura letrada, de la cultura filosófica, representa un poco eso. Esta creación de una gran institución que al mismo tiempo tiene distintos afluentes que aún siguen latiendo en su interior, de forma contradictoria. Y eso que no te los describí a todos (risas).
APU: El FCE tiene un gran acervo editorial, allí quizás radica la importancia que aún hoy tiene en toda América.
HG: Claro. El primer FCE es el que supone que tiene que haber economistas sostenidos por la mejor bibliografía de la época, europea en su mayoría. Y el vuelco que produce Orfila Reynal es hacia las humanidades, de ahí que al mismo tiempo los exiliados españoles tras la caída de la República en el ´39 se convierten en los grandes traductores. También el FCE se convierte en una especie de gran empresa traductoral, con El Capital, la Fenomenología del Espíritu, El ser y el tiempo. Y al mismo tiempo una mirada hacia México que tiene entre otros Orfila Reinal, donde aparece un libro importantísimo como Los hijos de Sánchez, donde se inaugura de algún modo a través del antropólogo norteamericano Oscar Lewis la voz de la Revolución Mexicana a través de un árbol familiar. Allí ve algo que es inevitable, percibir cómo se degrada a través de varias generaciones una ilusión. Eso le costó el puesto a Orfila Reynal, o sea que había un gran ojo que evitaba que al partido oficial se le crearan fisuras respecto a que no estaba atendiendo al llamado originario de una república democrático campesina y de vanguardia cultural. La memoria de los Sánchez de algún modo revelaba que se había creado una capa social insensible, y sin deseos de atender al programa originario de la Revolución. El FCE siguió con diversos directores que acompañaban de una manera u otra las vicisitudes del PRI, porque es una especie de Ministerio de Cultura suplente en México. Y siempre editando los grades textos del eco de las luchas mundiales, por ejemplo otra edición famosa es Los condenados de la tierra de Franz Fanon con el prólogo de Sartre, El pensamiento salvaje de Levis Straus, lo que une el estudio del neolítico con el estudio de las luchas anticoloniales. O La rama dorada de Frazer, que por ejemplo Daniel Santoro sigue leyendo, porque de ahí se puede extraer de una forma no sistemática toda la simbología con que la gente piensa. Cuando digo la gente digo todas las civilizaciones y la historia de las civilizaciones, creando sus simbologías y sus mitos. El FCE tenía ese acordeón de pulsaciones contrapuestas que lo hacía, con las filiales latinoamericanas que ya se habían fundado (la argentina es de los años 40, de modo que tiene 75 años ya) la caja de resonancia de todos los procesos mundiales de transformación. Y las filosofías que de ahí se desprendían: de la revolución argelina se desprendía una filosofía existencial, una fenomenología de la violencia. Por lo tanto se puede decir que el FCE, en un país con tantos flujos culturales contrapuestos como México, ocupaba el lugar de una universidad en los hechos que procuraba lectores en todo el mundo, que supieran que leer era leer a los antiguos y al mismo tiempo leerse a sí mismos en el espejo de los textos de una actualidad muy conmovedora. El FCE es una especie de corona llena de joyas bibliográficas, algo que fue siempre a pesar de los distintos gobiernos.
APU: ¿Qué desafíos se le presentan hoy al FCE?
HG: El FCE cumplió un largo ciclo de trabajo sobre la cultura occidental filosófica, y de la cultura latinoamericana filosófica también. No se puede decir que sea una editorial ecléctica, pero de algún modo estaba con sus antenas colocadas en el lugar donde afloraba una gran novedad desde el punto de vista del lenguaje, filosófico universal o latinoamericano. Lo que hoy se viene a proponer a partir de Paco Taibo, es que todo ese caudal sea acompañado por una veta de publicaciones populares. Eso implica una formidable discusión que en general puede decirse que está presente en todo el mundo editorial, en toda universidad. Puesto que implica la pregunta “¿qué es lo popular?”: si lo popular no estaría también en La Fenomenología del espíritu de Hegel, o lo popular habría que buscarlo en formas de vida, de simbolizaciones, que le exigen al lenguaje que se recree a sí mismo. En México se comienza a publicar tiradas enormes de 40000 ejemplares de distintas escrituras de autores mexicanos vinculadas a su historia, como la invasión de EEUU en 1847 o masacres contemporáneas. Todo a través de crónicas, testigos de la época, o relatos más contemporáneos, que tienen un estilo entre literario y periodístico. El desafío del FCE es entonces esta encrucijada: cómo sostener su gran patrimonio clásico, es un acervo legendario de 80 años de publicaciones y traducciones como quizás no haya en América; y al mismo tiempo cómo se relaciona de una forma creativa con ediciones que tienen otro formato, más de folletín, con ilustraciones vinculadas a veces al cómic. Entonces aquí está presente el dilema de toda la cultura contemporánea. De la cultura vinculada a los grandes medios y a la lectura popular, que después de la televisión y de las redes ya no es la misma, como tampoco lo es ya la lectura clásica. Al mutar enormemente la condición del lector, me parece que el FCE es hoy una gran empresa que está indagando qué es el lector latinoamericano. Porque también Taibo propone sumar mucho más que en el pasado las ediciones de ficción, de novelas. Por lo tanto cambian miradas, cambian formatos, cambian ideas, formas de edición.
APU: ¿Cómo repercute la situación social y política actual, con este proyecto editorial?
HG: México, como cualquier país de Latinoamérica, tiene problemas para encauzar su economía. Adviene un proyecto popular, y el enorme lastre que pesa sobre él es un mundo de características neoliberales, donde hay un cierto triunfo cultural de su economía, de la idea de construcción de un tipo de sujeto que se percibe en una carrera favorable a sus propios intereses de realización como individuo del neoliberalismo. Pero al mismo tiempo con la tolerancia hacia la expulsión de una porción enorme de la población mundial, descartada para ese proyecto. Es decir, los cartoneros de la historia. Dado que tiene un nuevo proceso popular, México está en la búsqueda de cuál es la economía adecuada para reconstruir un mundo humano, donde no sólo haya capacidad de sobrevivencia de todos sino al mismo tiempo una capacidad creativa de hacer de la sobrevivencia formas de vida nueva. Creo que López Obrador es ése tipo de políticos. Y lo que está en juego aquí es cómo se repiensa la economía mundial, que bajo el nombre de capitalismo ejerció la potestad de crear grandes mundos tecnológicos y al mismo tiempo una cruda explotación de buena parte de la población mundial. Incluso de los propios capitalistas. Entonces me parece que una editora hoy, con esta visión democrática, ilustrada, y relacionada con la pregunta “¿qué y por qué se lee?” tiene la misma encrucijada que cualquier partido político popular: cómo recrea a sus lectores, qué es lo que tiene que editar, y como debate internamente este gran desafío.
APU: ¿Qué le parece que agrega la peculiaridad argentina?
HG: Estamos en la misma situación en este momento, la peculiaridad argentina es que hay un tipo de lector que pasó por más procesos de fomento de la lectura, por emplear esta expresión medio técnica. El lector argentino, aunque el nombre pueda no recordarse, pasó por la experiencia de Spivacow y el Centro Editor de América Latina, Eudeba, las sucesivas Ferias del Libro. De modo que hay una cierta diferencia entre los procesos de lectura en la Argentina, que tienen que ver con la creación de múltiples universidades, estilos de debate, quizás una mayor europeización en cuanto a las corrientes filosóficas. Y otros países del continente americano que tienen esto mismo, pero con distinto grado de desarrollo. Entonces la cuestión es adecuar en cada país estas proposiciones que surgen de la dirección general de la editora que está en México. Paco Taibo es un escritor muy reconocido, su veta es la novela policial, es decir un género de la crítica al capitalismo. Si tomamos los mayores exponentes de la novela negra norteamericana, es la vía por la cual se muestra cómo el capitalismo crea nuevas formas del delito, vinculadas a las formas del poder del capitalismo. Y cómo hay personajes frágiles, que no logran comprender todo lo que les pasa a su alrededor, que son los detectives, que se terminan convirtiendo en proletarios víctimas de esa gran maquinaria. Tiene un gran poder de revelación la novela policial. Y al mismo tiempo es el autor de la mejor biografía del Che Guevara, absolutamente documentada, escrita de la manera chispeante que tiene Taibo. Si describo así sumariamente a una persona, es para decir también que la presencia de personas importa en una institución.
APU: En ese marco, desde lo personal, ¿toma este momento como una continuación de su labor en la Biblioteca Nacional, donde le dio un gran impulso a la editorial de la entidad?
HG: Sí, no es exactamente lo mismo, y uno desearía que su vida esté compuesta por segmentos diferentes para no decir “qué aburrido fui, siempre hice lo mismo” (risas). Pero es muy difícil escapar a continuidades de una biografía cualquiera, que son continuidades más profundas de lo que uno imagina y siempre están presentes.
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