Trabajo: paritarias y distribución de la riqueza
Las negociaciones colectivas regresaron luego de haber sido prácticamente nulas en los años 90. Este fenómeno deja interesantes datos sobre regularidades y dispersiones determinantes de períodos claros, y al mismo tiempo una evolución y un estancamiento en lo vinculado a la participación de los trabajadores en la riqueza generada. Analicemos en detalle:
Nuevas viejas reglas de juego
Los convenios colectivos de trabajo y las paritarias sectoriales determinan las remuneraciones y las condiciones de trabajo de aquellos trabajadores a los cuales se aplica el acuerdo que se ha alcanzado. Además, las mismas negociaciones tripartitas hacen posible que empleadores y trabajadores definan, mediante acuerdo, las normas que regirán sus relaciones recíprocas. Esta negociación que se produce entre las patronales y los gremios del sector es mediada por representantes del Ministerio de Trabajo de la Nación. Es importante aclarar que los convenios firmados en estas instancias alcanzan a todos los trabajadores del sector, más allá de si se encuentran afiliados o no al sindicato que los representa.
Luego de años en los que las negociaciones colectivas de trabajo fueron prácticamente nulas, de 2003 a la fecha se puede detectar un notable incremento en convenios y acuerdos colectivos. Según un informe difundido por el Observatorio del Derecho Social podemos afirmar que: “En términos generales, entre los años 2003 y 2011 existió un crecimiento de la negociación salarial por rama de actividad, que al mismo tiempo posibilitó obtener incrementos de los salarios en términos reales. De esta manera, existe una fuerte ruptura con la dinámica existente en los años '90, ya que por entonces la negociación colectiva salarial fue prácticamente inexistente, y en términos generales se encontraba atada a la existencia de aumentos de productividad y se realizaba en forma descentralizada”.
Sin duda se encuentra una diferencia con la década anterior, ya que el crecimiento económico experimentado fue acompañado por un incremento muy importante de puestos de trabajo. Es muy gráfico mencionar que la tasa de desocupación descendió del 20,4% en 2003 al 7,9% en la actualidad. Con variaciones de un punto la tasa de desempleo se encuentra en esos valores desde hace más de 2 años. También es importante recalcar que ese crecimiento del empleo no fue acompañado de la misma manera por incrementos salariales que apunten a remuneraciones superiores a las de los 90´s. El auge en la creación de empleo deja deudas pendientes en cuanto a la calidad de los empleos generados, observándose profundos procesos de precarización.
Economía y actualizaciones salariales
El estado ha cumplido un rol muy importante como elemento dinamizador de la economía desde 2003, a través de diversos factores: la reactivación y el sostenimiento de la obra pública, el aumento de los subsidios sociales y la ampliación de las coberturas sociales existentes. Este posicionamiento del estado, activo impulsor de la recuperación económica post crisis 2001, ha sido constantemente remarcado desde el discurso del gobierno nacional. Sin embargo, esa política encontró un límite determinante marcado por los altísimos índices de informalidad laboral. El trabajo no registrado no pudo perforar el piso del 33% en ningún momento del período. Las consecuencias del trabajo informal son claras, los salarios de los trabajadores no registrados son, aproximadamente, un 30% menores a los que perciben por el mismo trabajo quienes se encuentran registrados. Otros que han quedado excluidos del crecimiento han sido los trabajadores estatales que no han ganado poder adquisitivo en los últimos años, sino por el contrario, han tendido a la baja a causa del proceso inflacionario y de las magras condiciones que ofrecen especialmente municipios y provincias.
La variación de los salarios convencionales presenta en los últimos años importantes disparidades. A partir del año 2007 con la reaparición de la inflación como factor decisivo se registra una mayor dispersión de las negociaciones salariales. En el mismo sentido, el fuerte impulso inicial del Salario Mínimo, Vital y Móvil también perdió parte de su dinamismo a partir de ese año y la conflictividad laboral comenzó a crecer.
Las disparidades de los acuerdos salariales que se pactan en los últimos tiempos dependen de dos factores fundamentales, por un lado la capacidad de negociación (basada en el grado de organización) del gremio que se sienta a la mesa y, por otro, de la realidad económica de la actividad sobre la que se negocia. En esta dinámica entre el crecimiento del sector y la organización y capacidad de movilización de los gremios, suelen cerrarse los acuerdos salariales.
El siguiente cuadro refleja los incrementos pactados en la negociación colectiva por actividad entre 2006 y 2012.
Como vemos hay una cierta paridad en los aumentos conseguidos por los diversos gremios hasta 2007, y a partir de 2008 los porcentajes acordados por las distintas paritarias sectoriales comienzan a mostrar una dispersión importante, oscilando en ese año en una franja de más de 10 puntos. Mientras que en 2009 se estabilizan nuevamente los porcentajes de aumentos pactados, en 2010 se vuelve a hacer presente el fenómeno de dispersión mostrando sus picos más altos entre el 21% conseguido por los trabajadores estatales y el 35,2% logrado por los trabajadores de la industria de la alimentación. Esto se sostiene hasta la actualidad y se expresa en el crecimiento de la conflictividad, las rupturas en las centrales sindicales y la disputa creciente por la apropiación de la renta.
División del movimiento obrero organizado y participación en la renta
Hay varios motivos que se presentan a la hora de explicar las divisiones en el movimiento obrero organizado en los últimos años. Las razones político partidarias, las relaciones personales, las ambiciones individuales y los modos de conducción agotados, por mencionar son sólo algunos de ellos. Sin embargo, mayormente no hay explicaciones que releven cuestiones estructurales, económicas y sindicales. Avancemos desde esa perspectiva entonces.
Durante la década menemista, que derivara en la gran crisis del 2001, se produjo una pérdida constante de la participación de los trabajadores en la riqueza producida. Sin embargo, el golpe de gracia a los trabajadores se expresó en la gran pérdida salarial que provocó en los asalariados la devaluación post crisis de 2001. Esto queda expresado en una caída de 7% de la participación de los trabajadores en la riqueza en el lapso de 12 meses. A partir de 2003, con el comienzo del período kirchnerista se abre una etapa de recuperación acompañada de la creación de millones de empleos. Esta etapa de “romance”, coincidió, y no casualmente, con un momento de quietud en las centrales sindicales. Encontramos una CGT encolumnada detrás de la figura de Moyano y una CTA sin fracturas bajo la conducción de De Gennaro (hasta 2006) y de Yasky (de 2006 a 2010).
El siguiente cuadro expresa el nivel de participación de los trabajadores en las riquezas producidas desde 1993 a 2011:
Como vemos, la pendiente decreciente se mantiene desde 1993 a 2001 y se produce una caída brusca, fruto de la devaluación en 2002. Desde 2003 comienza el período de recuperación que se mantiene hasta 2009. Vale remarcar que si bien la pendiente es positiva hasta 2009, el valor alcanzado no supera los números iniciales (1993). Ahora bien, desde 2009 a 2011 vemos que en lugar de crecer la participación de los trabajadores, comienza a decrecer. Esa pendiente negativa hace que se pierdan 2,8 puntos porcentuales en dos años, sobre un total de 10 puntos porcentuales recuperados en todo el período.
La caída en la participación en la riqueza de los trabajadores es contemporánea con las crecientes tensiones dentro de las centrales sindicales. En 2010, en el marco de la disputa por la conducción de la CTA que enfrentó a Micheli y a Yasky se produjo una fractura que hasta el día de hoy no pudo saldarse. El resultado de ese quiebre dejó una CTA de tinte opositor encabezada por Pablo Micheli y una CTA cercana al gobierno nacional encabezada por Hugo Yasky. En 2011 comenzó, además, el proceso de distanciamiento que terminó en el alejamiento definitivo de Hugo Moyano, Secretario General de la CGT, del gobierno nacional y la posterior ruptura de la Confederación General del Trabajo. ¿Es casual que surjan estas divisiones cuando los trabajadores pierden peso en la participación en las ganancias? Repasemos algunos datos más.
En el período que va de 2004 a la actualidad, también se experimentó un aumento exponencial de las negociaciones colectivas de trabajo. Esto se hizo posible a raíz de que en marzo de 2004 se aprobó la ley 25.877, que derogó la denominada “Ley Banelco” de flexibilización laboral y estableció un nuevo marco jurídico para las negociaciones colectivas. Entre 2004 y 2010 encontramos que se produjo un aumento del 585% de la cantidad de negociaciones colectivas acordadas entre los trabajadores (representados por sus gremios) y las patronales:
Cuadro N°3: Cantidad de negociaciones colectivas por año. 2004-2012
A partir de 2011 notamos un retroceso entre los acuerdos firmados con respecto al año anterior. Esto se expresa también en 2012 en el que persisten los problemas para cerrar acuerdos colectivos. Un informe presentado por SEL-Consultores del mes de junio de 2012 expresaba que el 47% de los convenios colectivos del año se negociaba con retraso. Estos problemas se vinculan con el aumento de la conflictividad y con el freno de la economía que impone incertidumbre entre las partes.
Por su parte, la conflictividad gremial, que en el país se mantenía en valores bajos y relativamente estables en el período de post convertibilidad, se disparó en 2011. Mientras que en 2010 se relevaron un total de 385 conflictos, encontramos que en 2011 la cifra relevada llegó a un total de 754. De esta manera nos topamos con que el aumento de conflictos entre 2010 y 2011 fue de un 96%. El aumento de la conflictividad se consolidó en 2012, año en el que se relevaron 779 conflictios, un 3,3% más que en 2011. El aumento de la conflictividad se mantiene en 2013, en medio de la dispersión de las fuerzas organizadas de los trabajadores causada por las fracturas en las centrales sindicales.
Entonces encontramos que entre 2009 y 2011 cae la participación de los trabajadores en las riquezas, se detiene el ritmo de aumento de la firma de las negociaciones colectivas, aumenta la conflictividad gremial y se produce una dispersión de las fuerzas organizadas de los trabajadores. Estos cuatro factores, combinados con el parate que presentan las variables económicas (retroceso en algunos casos), exhiben un panorama complejo a enfrentar por los trabajadores. Las divisiones en el movimiento obrero parecen expresar un freno a las posibilidades de imponerse en la puja distributiva y aporta al retroceso de la participación de los trabajadores en la riqueza.
En una Argentina en la que hay menos para repartir por la caída en la producción, la fuerza que consigan articular los trabajadores organizados será fundamental para revertir su retroceso en la participación en la riqueza producida. Si bien la fragmentación pareciera ser un freno, la respuesta de los asalariados se plasma en el aumento de la conflictividad, demostrando que sigue firme la lucha para recomponer una variable que recién araña los valores de los noventa y que todavía está lejos de lo que supo ser a mediados de 1970.