El corazón tecnológico de YPF: los laboratorios de Florencio Varela
Por Hernán M. Palermo* | Cerca del popularmente conocido “Cruce de Varela”, en la hoy denominada avenida Calchaquí, yace un enorme edificio blanco con forma de hangar, el cual alberga a la recientemente inaugurada Universidad Nacional Arturo Jauretche.
Sin embargo, el edificio blanco inaugurado en 1940, fue anteriormente el laboratorio de tecnología y desarrollo de hidrocarburos más importante de Latinoamérica perteneciente a YPF. El edificio rodeado por unas 14 hectáreas oculta una historia poco explorada de avance científico y tecnológico, de profesionales abocados a la tarea de investigación, pero fundamentalmente del desarrollo profesional de una empresa de carácter estatal que supo ser modelo en Latinoamérica.
Los Laboratorios de YPF albergaban profesionales de distintas disciplinas tales como ingeniería, física, química, geología, geofísica, entre otras. Con un plantel de 550 agentes, allí surgieron incalculables avances científicos y técnicos aplicados a la industria petrolera. Por ejemplo, fue en los Laboratorios donde se diseñó y ensayó la primera formulación del aceite más utilizado hoy en día, “Elaion” de YPF. Tecnología e infraestructura de punta fueron testigos de innumerables ensayos y pruebas que se realizaban antes de ser aplicados a los pozos, a los primeros proyectos de recuperación asistida de petróleo que se hicieron en el país, inclusive a diseños y rediseños de plantas de refinerías. En una de las 14 hectáreas quedan los esqueletos -erosionados por el paso del tiempo y los saqueos- de lo que se denominó “los octógonos”: salones preparados para probar catalizadores y optimizar condiciones operativas mediante un sistema de planta piloto de alta presión que luego se aplicaban en las refinerías de YPF de La Plata, Lujan de Cuyo, Plaza Huincul y otras. De las entrañas del Laboratorio surgieron modelos de optimización de condiciones de bombeo para los equipos de bombeo de crudo, “ensayos dinamométricos”, “ensayos de interferencia de pozos” y muchos otros que hoy todavía siguen vigentes.
Tempranamente, se desarrollaron tecnologías como la recuperación terciaria en los pozos de petróleo, utilizada ampliamente hoy en día. También se avanzó en un proyecto de recuperación cuartaría de “fluencia gravitacional” que apenas ahora se ha comenzado a aplicar en yacimientos de Estados Unidos. Inclusive, la tan en boga tecnología de fractura para pozos de shale o tight&oil gas que la Argentina comenzó a emplear en el 2012 a partir de la nacionalización de YPF, ya estaba siendo investigada en los Laboratorios de Florencio Varela, con la denominación interna “Gerencia General de Activos Tecnológicos”. Se calificaban arenas de fractura, polímeros, espesantes y otros componentes del fluido de fractura.
En el tercer piso del edificio se encuentra la biblioteca, un tesoro aún invaluable, que es testigo silencioso de ese know how producido íntegramente por profesionales argentinos comprometidos en una empresa cien por ciento del Estado. La biblioteca de los laboratorios resiste al tiempo y al olvido, guardando en su interior los secretos de las patentes de invención producidas por YPF en formato de microfilm como también innumerables textos, libros y manuales en diferentes idiomas, producto de frondosos intercambios con bibliotecas de todo el mundo. Según Jorge Ayestarán, último bibliotecario y guardián de la biblioteca de YPF “era la más completa de Latinoamérica”.
Instalando un precedente en materia de consolidación regional latinoamericana, los/las profesionales de los Laboratorios jugaron un papel importante en el desarrollo del Laboratorio de Petrobras -CENPES- de Brasil y el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP).
A partir de los tiempos neoliberales comenzó a instalarse un “diagnóstico” que demonizó al Estado y le atribuyó al capital privado todas las bondades de la “eficiencia”. Los Laboratorios, a pesar de sus contundentes demostraciones en materia científica y técnica, no quedaron exentos de esta falacia. Eduardo Barreiro, el último Gerente General de los Laboratorios, cuenta que para el entonces interventor de YPF José “Pepe” Entenssoro “Florencio Varela era una molestia”:
“Estenssoro pretendió que yo minimizara Florencio Varela. En contra de mi pensamiento: en lugar de echar gente se necesitaba tomar personal. Teníamos mucho trabajo, no sólo para YP, sino para un montón de empresas petroleras argentinas; inclusive empresas no petroleras, que requerían de servicios que únicamente Varela podía brindar”.
La dinámica de concentración y centralización de capitales pugnaba por expandirse hacia sectores que se habían vuelto rentables y que aún estaban en manos de la intervención estatal.
En 1994 se cierran los Laboratorios de Investigaciones de YPF y con ello se echa por tierra más de 50 años de desarrollo científico-tecnológico. De aquel esplendor de los laboratorio sólo quedó un grupo de 60 o 70 profesionales en un edifico al frente de refinería La Plata, prestando sólo funciones de analítica y únicamente en la refinación.
No obstante, la historia tiene giros insospechados y, hace poco más de un año, una parte de los edificios se convertía en testigo preferencial de la inauguración de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Allí donde fuera el corazón tecnológico de YPF, hoy transitan miles de estudiantes universitarios ávidos de conocimiento, los cuales dan nueva vida a un lugar cargado de historias, tensiones y resignificaciones. Pero esta fascinante historia recién comienza a escribirse.
* Doctor en Ciencias Antropológicas. Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET). Docente en Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Forma parte del Grupo de Antropología del Trabajo. Autor del libro “Cadenas de oro negro en el esplendor y ocaso de YPF”