"El Movimiento Todos por la Patria tiene una historia que está muy bien conocer"
Por Diario del juicio | Foto: archivo Monica Hasenberg-Brenno Quaretti
-Diario del Juicio: En principio, nos gustaría que realices una descripción de lo que fue el MTP en sus primeros años, que quizás sea lo menos conocido de esta historia…
-Hugo Montero: La investigación me permitió conocer un poco el origen del Movimiento, y un poco su composición política. En el momento histórico en que surge, luego del triunfo del alfosinismo, en medio de una oleada de participación juvenil y de una especie de contrato social de los jóvenes con la política, renovado luego del final de la dictadura, a partir de la expectativa que significó el alfonsinismo, y de los juicios a la junta militar. Se generaban espacios políticos para recuperar peleas que habían sido aniquiladas durante la dictadura. Una de ellas era qué rol ocuparían las organizaciones de izquierda en ese nuevo mapa democrático argentino. Y en ese contexto nace el Movimiento Todos por la Patria, me parece como una variante superadora de las experiencias de las organizaciones político revolucionarias de los ´70, en el sentido de que planteaba lecturas autocríticas sobre lo que había sucedido, más allá del rol genocida de los milicos. Se planteaba entonces que había que apostar al trabajo de base, ponerse en contacto con referentes de luchas territoriales, barriales, referentes religiosos, etc. Y se apostó a una idea unitaria como principal eje de acción, la enseñanza de la experiencia nicaragüense y triunfo del sandinismo de la que se sacaron muchas lecciones positivas para tratar de construir en Argentina un modelo unitario que tuviera una perspectiva progresista, defensora de los derechos humanos, vinculada a los sectores de la iglesia con compromiso social, abogados de DDHH, ex militantes del PRT y Montoneros que salían de la cárcel o volvían del exilio, o habían participado de la experiencia nicaragüense y volvían con esa experiencia aprendida. En ese sentido era una experiencia superadora, porque apostaba a aportar desde abajo, a largo plazo, de un modo federal y no porteñocéntrico, a dar respuestas concretas a los problemas concretos en los lugares donde se establecía la militancia del MTP. Y tenía una mirada interesante con respecto a los derechos humanos, a la necesidad de defender la democracia, y luchar por un cambio social y político de una manera movimentista: a largo plazo, y con la variante de lo electoral como parte importante de la experiencia política. Eso era toda una novedad para lo que era la experiencia de la izquierda no trotskista en Argentina. Fue una experiencia muy inteligente, de gente con mucha cabeza, que realizó una lectura de lo que sucedía en el país muy interesante, y que presentó un entramado partidario que respondía a ese contexto. Como herramienta política me parece que era muy útil e inteligente, por lo menos en la concepción y en los primeros pasos de la organización.
-DDJ: Algo de esa novedad se ve en los modos que fueron encontrando para organizarse, que resultan muy similares a otras experiencias que surgieron luego…
-HM: Lo que había era una mirada muy crítica del sectarismo, como que había una decisión de romper eso, y de tener una perspectiva constructiva y unitaria en todo momento, incluso estirando demasiado a veces la soga del pluralismo. A partir de la revista Entre Todos, que me parece una publicación interesantísima, típica de los años ´80, con columnistas de todos los colores políticos, y con una perspectiva integradora de fuerzas o militantes intransigentes, radicales, peronistas, comunistas, guevaristas, de todo el campo progresista del momento. Esa herramienta era muy interesante además desde el plano periodístico, era una muy buena revista. Defendía esa estrategia unitaria, había mucha gente que escribía muy bien ahí y que tenía una estrategia de disputar lugares en ese proceso político particular que fueron los ´80.
-DDJ: En la misma línea, otra apuesta interesantísima fue la de propiciar la aparición de un diario que no fuera partidario pero sí atendiendo a la coyuntura, como fue Página/12.
-HM: La idea de Página la analizás con el paso de los años y es evidente que más allá de la impronta que después le puso Lanata, lo que pasaba es que había un vacío que debía ocuparlo la izquierda y el progresismo vinculado a los DDHH, las reivindicaciones sociales y a todo lo que había pasado en los ´70. Por eso Página como herramienta política cayó muy bien, es vital para entender esos años, y ahí el MTP tuvo un rol determinante sin dudas en la organización, en cranear el proyecto del diario. Me parece que fue otro hallazgo de los compañeros que conformaron el MTP.
-DDJ: ¿Cómo analizarías el final de la experiencia, pensando en esto que charlábamos antes del antisectarismo, con una acción armada que los separó del resto del arco político?
-HM: El análisis que hice es que desde el principio del MTP había dos escenarios posibles: el político y el militar. Quienes fueron conducción en términos reales (Gorriarán Merlo y algunos compañeros más) nunca perdieron de vista la relevancia que tenía la cuestión militar como herramienta para resolver temas políticos. En Nicaragua había funcionado de esa manera, y quienes formaron en núcleo del MTP habían formado parte del nuevo Estado sandinista, de acciones concretas de autodefensa de la revolución. La apuesta militar nunca quedó descartada, pero sí en un segundo plano en cuanto a la construcción y las prioridades. Funcionaron dos esquemas al mismo tiempo, lo que sucedió es que la coyuntura o el contexto político derivó en una crisis profunda a partir de los carapintadas como representantes de un sector político de poder en la Argentina, que no sólo peleaban por las reivindicaciones de los genocidas sino por el germen de un proyecto político propio, y tenían entonces negociaciones con espacios políticos y empresariales. Todo eso es real, todo eso existió, fue parte de la dinámica de los ´80 y ´90 en Argentina. Por eso a partir de 1987 la lectura del MTP del contexto varió profundamente: la democracia ya no era una conquista garantizada. Lo que se pensaba que se podía construir a largo plazo en términos electorales se derivó en una lectura de que la democracia estaba en peligro. La segunda lectura fue que el aparato militar tenía vínculos con la derecha del partidismo tradicional y el empresariado. Y la tercera lectura fue que había un vacío político y un escepticismo creciente entre los jóvenes y los militantes del progresismo tras el “Felices Pascuas” y la entrega de Alfonsín de todas las concesiones a los militares de Semana Santa. Se entendió que se acabó una etapa y se abría otra, en donde el MTP tenía que estar preparado para dar una respuesta acorde al contexto que se viene, que sería el sector carapintada encabezando un escenario de golpe o presión para ocupar un lugar de poder en Argentina. Y otra lectura que se hizo, fue que se caracterizó a las Fuerzas Armadas de un modo equivocado. Como en retirada, débiles, divididas, con problemas internos. Se las subestimó, me da la impresión. No se pensó que la cuestión corporativa podía llegar a cerrar todas las contradicciones y generar lo que sucedió después: una respuesta desmesurada y desproporcionada, una puesta en escena de los milicos para pasar a la ofensiva política, que fue lo que consiguieron los tipos.
En 1987 se produce una fractura muy importante al interior del MTP que tiene que ver con este cambio de lectura, los que se van se van por diversas razones, se ponen otras excusas pero en definitiva lo que sucede es que la línea militar que había estado relegada, ocupa un lugar de prioridad. Las intentonas electorales que habían hecho se leían como un fracaso, que iba a llevar mucho tiempo de trabajo desarrollarlas para generar un espacio político real, de disputa. Entonces la cuestión militar quedó en primer plano, se leía que se podía resolver problemas políticos a partir de una acción militar en un determinado contexto. Por ejemplo un escenario de golpe en Argentina, donde los únicos capaces de detenerlo eran los militantes que tenían una experiencia de combate en los años ´70, o en Nicaragua, o en otras experiencias en Centroamérica. Preparados para ocupar ese espacio vacío dentro de la política argentina, entre los que estaban con miedo, los que conciliaban con los militares, los que retrocedían políticamente, los que no hacían nada, se vio la oportunidad de ocupar un lugar político a partir de un golpe de mano. Una acción militar rápida que permitiera pasar de un lugar de tercer o cuarto orden, a un lugar protagónico en la política argentina. De esa manera se explica un poco la preparación, la proyección y la acción del copamiento de La Tablada.
-DDJ: Las biografías militantes de quienes participaron, que rescata en el libro, permiten entender también esas lecturas y apuestas realizadas.
-HM: Sí, una de las cosas que más me chocaban cuando investigue el tema es que a muchos militantes los resumían a la historia de autistas, o que respondían a los mandos, o gente sin preparación. Y en realidad, el núcleo duro de la organización que participó activamente del copamiento, que estuvo en los lugares de mayor concentración de fuego o de riesgo, que puso el cuerpo, era gente muy preparada con mucha experiencia de combate, con muchos años de militancia. Estamos hablando de Quito Burgos, por ejemplo, que venía de la época de la resistencia peronista. Había cuadros entrenados en la guerra contra los contras en Nicaragua. La mitad de los cuarenta y pico que entra en La Tablada tenía una preparación militar real, importante. Algunos con una enorme trayectoria militante, no eran improvisados que no pensaban lo que hacían, no era gente que fue obligada a ingresar al cuartel. Para nada, tenían sus convicciones, sus decisiones, y una lectura de ese momento histórico. Obviamente 10, 20 o 30 años después es fácil marcar lo que te parece que puede ser una mala lectura o una mala respuesta política a un problema general. Pero en ese momento, contextualizando lo que sucedió, la amenaza del golpe era real, latente, que pasó con Rico en Semana Santa, en Villa Martelli, o después con Seineldín. Pero a partir de una lectura que vos haces que puede ser correcta, lo que se generó fue poner una cuña a partir de una acción para tomar la iniciativa.
-DDJ: En ese sentido, es interesante ver cómo se ha ido perdiendo en la memoria el levantamiento de Villa Martelli, que termina siendo uno de los puntos fundamentales para la acción sobre La Tablada.
-HM: La lectura que se hizo desde el MTP fue que ante Semana Santa la respuesta fue de masas, con una Plaza de Mayo llena cuando habló Alfonsín. Había una determinación popular de frenar a los milicos, de ir y recuperar a como dé lugar el cuartel y defender la democracia, y que el pueblo apoyaba y respaldaba la gestión de Alfonsín. Y que esas concesiones a los militares, fue un duro golpe a la confianza. A partir de ahí se intensificó el escepticismo, y la certeza de que los radicales iban a negociar y entregar cualquier cosa con tal de mantener la gobernabilidad. Y con Villa Martelli la respuesta de masas fue más acotada, pero con mayor nivel de violencia, con enfrentamientos callejeros alrededor del cuartel, con piedrazos y barricadas improvisadas. La lectura del MTP fue que las masas se quedaron en casa, pero hubo sectores que apostaron con responder a la provocación con violencia. Entonces hay sectores que están dispuestos a defender la democracia a partir de una respuesta violenta. Y también una debilidad creciente del gobierno, entre los problemas económicos, los retrocesos en materia de derechos humanos, perdió su base social, la primavera alfonsinista se murió después de Semana Santa. Y generó un mapa político de descontento y de vacío de opciones, la idea de que no se salía por ningún lado, con algunos sectores del peronismo que negociaban con carapintadas. Entonces había que ocupar ese vacío, esa fue la lectura que se hizo.
-DDJ: Algo interesante del libro es la puntualizacion de cómo se montó una puesta en escena por parte de los militares, para que la recuperación del cuartel pudiera durar tanto y fuera televisada en vivo.
-HM: Fue un aprovechamiento político de una acción de recuperación que pudo haber tardado dos horas. Lo que hubo fue una lectura inteligente de las Fuerzas Armadas, de generar una puesta en escena que depositara en el espectador que lo veía en vivo (fue uno de los primeros eventos transmitidos en vivo durante tantas horas por televisión) ese miedo a la “subversión”, recuperar ese miedo a la izquierda violenta, los dos demonios, las fuerzas armadas en un rol de “defensa de la democracia”, etc. Fue una gran oportunidad para desplegar un poder de fuego que dejara un mensaje disciplinador y ejemplificador hacia un espectador que miraba una acción que tardaba horas y horas. Y hacia el gobierno que firmó un cheque en blanco para que reprimieran el copamiento y fue espectador de una masacre. Porque lo que hubo ahí fue una desproporción absurda de fuego contra gente que ya estaba entregada, rendida, derrotada. Ahí cometieron todas las atrocidades a las que están acostumbrados los militares en Argentina: desaparición de personas, carbonizar cadáveres, torturar prisioneros, ensañarse con las compañeras, reprimir con armas prohibidas, fusilar a personas rendidas. Esto sobre 40 personas que estaban aisladas, y en una acción que nadie entendía, que nadie terminaba de comprender qué estaba pasando. Ni quienes eran los que estaban ahí adentro, que es lo peor de todo.
-DDJ: A treinta años, ¿cómo piensa esa soledad que vivieron quienes ingresaron a La Tablada en ese momento y que vivirían por tantos años, entre el no entender y luego el despegarse desde diversos sectores, que permitió de alguna manera que pasara lo que pasó?
-HM: Hubo un aislamiento como pocas veces alguna acción que yo recuerde de la izquierda generó. Hubo partidos de izquierda que enviaron coronas por los militares muertos, hubo un consenso dentro del progresismo de castigar a los protagonistas de la acción con todos los adjetivos que te imagines. Hubo un ensañamiento que llevó a muchos a ignorar las denuncias de violaciones a los derechos humanos, torturas, fusilamientos o desapariciones. Hubo una soledad real, una incomprensión total, creo que nadie, ni siquiera el círculo de cuadros medios entendió qué pasaba ni por qué pasaban así esas cosas. Ni imaginemos la gente en los barrios mirando por TV lo que sucedía, con mujeres dentro del copamiento, cosas más vinculadas a las acciones de los ´70. Hubo un consenso social para abandonar cualquier tipo de preocupación por los derechos de los compañeros y las compañeras. Con excepciones, por ejemplo Hebe de Bonafini. Hice en el libro un relevamiento de algunos nombres de la izquierda o el progresismo que escribían en los medios, y la mirada fue destructiva. Hubo muy pocas excepciones, abogados de DD.HH, que se acercaron para tratar de ayudar. Pero no había plafón para escuchar a los compañeros tampoco. Los que entendían que había pasado algo por parte de un grupo de izquierda lo veían como una provocación o como una acción de infiltrados de los servicios, o que beneficiaba al sector militar y a la derecha la potenciaba mucho. Que debilitaba profundamente a la democracia, al alfonsinismo o lo que venía después. Pero fueron años de enorme soledad política para los presos, y de injusticia para los que fueron fusilados, torturados, desaparecidos durante la acción.
-DDJ: En estos días el Poder Judicial por primera vez está juzgando esos hechos, y la derecha mediática vuelve a recordar el aniversario del copamiento. ¿Siente que hay un cambio en estos 30 años para repensar lo que significa La Tablada?
-HM: Creo que sigue habiendo mucha incomprensión real, que no se sabe qué carajo pasó, quienes eran, qué querían. Y eso tiene que ver con no haber realizado una síntesis crítica a partir de quienes participaron. El aporte que puede hacer cualquiera desde afuera es parcial. Lo hablé con los compañeros y les dije que lo más valioso en cualquier contexto es la versión de los protagonistas. Y si esas versiones se contraponen, tratar de convivir con discursos que sean contrapuestos. Mientras eso no suceda, no habrá manera de que un sector común pueda asimilar del todo lo que sucedió, o quiénes eran los que protagonizaron esa acción. Me parece más grave aún el desconocer quienes fueron, que la acción en sí. La acción la podes discutir si estuvo bien o mal, pero los compañeros que ahí perdieron la vida no eran improvisados, ni autistas. Era gente con mucha formación, con mucha preparación, que evidentemente tenían un proyecto estratégico en la cabeza que iba más allá de La Tablada, de la defensa de la democracia, etc. Y que achicarlos en ese rol es subestimarlos, es subestimar su historia de lucha, su formación política, su decisión de dar la vida por un cambio revolucionario. Porque fue eso, intentar generar en la Argentina una instancia de cambio revolucionario, a partir de una acción armada. Después podemos sentarnos a charlar sí estuvo bien o mal. Pero lo que fue es lo que nos perite entender que ahí estuvieron compañeros con mucho recorrido político, y que esos cuadros tardan décadas en formarse. Eso creo que es la principal perdida, quienes se perdieron ahí eran muy valiosos, y el progresismo, la izquierda o lo que sea tardó décadas en formar gente así. Esa también es otra discusión: cuánto se puede arriesgar en una decisión de este tipo. Hay nombres ahí que merecen ser recordados por lo que intentaron hacer.
-DDJ: ¿Qué enseñanzas le dejó esta investigación?
-HM: Fue difícil encarar el trabajo porque no soy neutral, es lo primero que digo en el libro. Mi lugar está obviamente del lado de los compañeros que se la jugaron equivocados o no. Pero al mismo tiempo creo que es nuestro deber, nuestro rol, discutir y analizar los errores. Y juntarse a charlar lo que se hizo mal, para aprender. Y lo que se hizo bien también, porque el MTP tiene una historia muy rica que está muy bien conocer. Para aprender y extraer herramientas para la militancia cotidiana, incluso periodística, la revista está muy buena. El concepto federal que tenían de construir desde afuera hacia adentro, es original. Pero hay que dejar atrás otras cosas. Rescato a los compañeros y las compañeras que allí estuvieron. Creo que hay que reivindicarlos por lo que hicieron y por lo que quisieron hacer también. Y que esa es la batalla, para la memoria de ellos y de sus hijos. Que el aporte del libro, del juicio, de las investigaciones, tiene que ser eso: acá lo importante son los hijos. Después vemos cómo la historia guarda esa experiencia. Pero lo que importa es que si vos das la vida, que tu hijo sepa bien qué estabas jugándote vos ahí. Creo que esa es la prioridad.
*Este diario del juicio por los desaparecidos de La Tablada es una herramienta llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva y Agencia Paco Urondo, con la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en http://desaparecidosdelatablada.blogspot.com