#FueraOMC: la cumbre de los Pueblos y la soberanía alimentaria
Por Paula Rubio - Foto: Cobertura colaborativa Fuera OMC
Esperando el ascensor en la Facultad de Sociales, sede Santiago del Estero, me encuentro con una señora que dice, como pensando en voz alta, « Mira las cosas por las que tenemos que luchar… tan básicas, obvias ». Una vez adentro del ascensor, le pregunto a qué piso va. “Aula 404, debe ser el 4to piso. La mesa de Soberanía alimentaria”. Sí, yo también iba ahí, a hablar de cosas tan básicas, obvias y fundamentales como lo es la alimentación de los pueblos.
Llego al aula en el momento en que una compañera del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) había tomado la palabra. “Hace años nos hemos parado a decir que más que por la seguridad alimentaria tenemos que luchar por la SOBERANIA alimentaria”. En efecto, la “seguridad alimentaria” es el principal argumento sostenido por los defensores de la “Revolución verde”, el paradigma tecnológico-productivo agrícola que desde los años ’60 es presentado como la única solución para alimentar a una población mundial en constante crecimiento. Lo cierto es que el hambre lejos está de haber sido erradicado, a pesar de que se produce mundialmente suficiente alimento para todos los seres humanos. El aumento en la productividad ocasionado por la incorporación intensiva de riego y maquinaria, y el uso de cultivos transgénicos está siendo utilizado para alimentar ganado y para producir biocombustibles; y buena parte es desperdiciado cotidianamente en los supermercados y hogares del primer mundo.
La agroindustria basada en el monocultivo de cereales transgénicos que impuso la Revolución verde en todo el mundo, maneja hoy cerca del 70% de las tierras pero nos provee de solamente el 30% de alimentos que comemos. La soja que se produce en Argentina es exportada a China y Europa donde alimenta a cerdos y vacas. Nuestra alimentación no se la debemos a estos grandes productores, sino a los pequeños que controlan solamente el 25% de las tierras (que deben protegerlas de las embestidas de los productores sojeros que buscan alquilar más y más tierras para añadir a sus campos y disminuir los costos). A los sojeros les debemos, si, una cosa, que se está haciendo cada vez más visible y apremiante: los agrotóxicos, usados para fumigar esos cultivos transgénicos y que quedan en el aire, el agua, la tierra y en los productos agrícolas (de sus campos y de los de sus vecinos). Estos agrotóxicos están, literalmente, matando a nuestra población (véanse los casos de “Pueblos fumigados”, la lucha de las madres de Ituzaingo en Córdoba y los casos de niños fallecidos en Entre Ríos). También debemos a este modelo agrícola la pérdida de la biodiversidad del suelo y de las semillas y la dependencia del campesinado de las grandes corporaciones, como Monsanto, proveedoras de semillas, fertilizantes y pesticidas.
A ese modelo de dependencia, hambre y ecocidio, la Vía Campesina contrapuso hace ya varias décadas el principio de soberanía alimentaria. Es decir, la capacidad de los pueblos a elegir y producir sus propios alimentos con técnicas sustentables, defendiendo el trabajo campesino y la autonomía de los pueblos. Pero en este foro sobre Soberanía alimentaria están todos de acuerdo en que el freno a la avanzada de la agroindustria no vendrá de los discursos y palabras sino de las prácticas sociales, de las comunidades locales que luchan cada día para ejercer soberanamente su capacidad a producirse un alimento sano.