Nunca Más. Ni un pibx menos
Por Marianela Nappi, Lorena Lizama y Julieta Cabrera*
Los aniversarios de los hechos históricos, como la masacre de Budge, no pueden ser leídos sólo desde la coyuntura que les dio origen. El paso de los años, los gobiernos, las políticas y los discursos, configuran una constante resignificación de los mismos. No son sólo una fecha en el calendario, son problemas que, por más que se los intente aislar a una determinada coyuntura, persisten y resisten; atraviesan momentos de ruptura y momentos de continuidad, dando cuenta del arraigo y el peso que tienen en el imaginario de algunos personajes. Uno de esos problemas es la violencia policial.
En el ‘87 la Bonaerense asesinó a “el Negro”, a Oscar y a “Willy”. La masacre no fue el primer caso de gatillo fácil (los casos de violencia policial y represión se repitieron constantemente desde el retorno a la democracia), sino el primero donde el barrio se convirtió en espacio de lucha. Hoy, treinta años después, la lucha contra las políticas represivas del Estado, acrecentadas desde la asunción de Cambiemos, continúan marcando la agenda de las organizaciones sociales.
En el contexto de ajuste, las políticas de mano dura y represión son, nada más ni nada menos, que modos de disciplinar a la población. Modos de administrar territorios y conductas. Modos de construir sujetos susceptibles de ser reprimidos. Blancos claros fueron los empleados públicos de La Plata, la murga de chicos del Bajo Flores, el comedor popular de Lanús, las mujeres del 8 de marzo, la comunidad mapuche Pu Lof, los docentes en la Carpa Itinerante. La falta de sinónimos que expresan de una mejor forma estos hechos de violencia policial- ordenados y planificados- nos vuelve redundantes. Es represión, sin más.
¿Qué tiene de diferente este 8 de mayo?
La masacre inauguró la lucha contra la persecución y abuso policial de lxs jóvenes de barrios populares y se levantó contra el mentado plan sistemático de control social conocido como “Gatillo Fácil”. Hoy, 30 años después, el refrito del modelo neoliberal, llegó para someter, bajo el manto ideológico de lo prohibido, todas las luchas y espacios que los movimientos sociales y políticos - por ejemplo, la Calle como espacio de conquista de derechos- tardaron décadas en poder resignificar, enarbolar, para así volver a arremeter contra la impunidad de quienes hoy detentan el poder.
El partido judicial, en este nuevo ciclo político, ha sido de gran ayuda para garantizar la “gobernabilidad” que la nueva coalición de gobierno temía y depositaba como eje disruptivo en las organizaciones sociales y políticas opositoras. Este Poder, ha sido un recurso extraordinario que no sólo garantizó el “auto-gobierno” de las fuerzas de seguridad en toda la Argentina, sino que volvió por más, planteando un sinceramiento y reconciliación con los detractores de la última dictadura militar.
Por un lado, un Ministerio de Justicia que niega el número de desaparecidos y aprovecha cualquier prime time digitalizado por los medios hegemónicos para meter, en comisiones legislativas, proyectos de ley que terminen por afectar a lxs más desprotegidos del sistema penal (niñxs y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad, personas en contexto de encierro que aún no tiene condenas ni fecha de juicio justo, entre otros). Y por otro, una cartera de Defensa que pide - que los ciudadanos pidan- e intenta aplicar la “mano dura ” tratando de promover mayores niveles de violencia montando operativos payasescos - que luego publicitan en redes sociales -, o que confieren la potestad a la Fuerza Militar de intervenir en casos de Seguridad Interior. Se constituyeron en la cocina de un Poder Judicial que se apresura y trastabilla. Que intenta ocultar su falsa autonomía y redobla la apuesta de la derecha que no se anima a verbalizar lo simbólica y políticamente (in)correcto.
La persecusión a los pibes de los barrios populares, la policía del gatillo fácil, la Justicia que beneficia a los represores y que a lxs marginadxs lxs sentencia a una pena sin juicio justo, continúan existiendo, junto y gracias a una parte de la sociedad que no mira más allá de lo que los medios de comunicación hegemónicos construyen y venden como información. Sin embargo, existen las organizaciones sociales, la gente de los barrios que no se callan y que siguen luchando contra las injusticias. Ellos, hoy, pero también desde hace 30 años, siguen siendo la respuesta y la salida al modelo de ajuste. El campo popular será quien trazará los hilos de la historia y seguirá pidiendo que “NUNCA MÁS. NI UN PIBX MENOS”.
*Integrantes del Observatorio de Violencia Institucional de la Carrera de Comunicación de la UBA.