Violencia institucional bajo un gobierno macrista
Por Malena y Santiago Asorey
Pasó ya un año y cinco meses de la asunción del gobierno de Cambiemos y el recrudecimiento de la represión y del hostigamiento de las fuerzas de seguridad nos aterra pero, lamentablemente, no nos asombra. Previo a diciembre de 2015, sabíamos que la policía iba a tener riendas sueltas y poco control.
Con el correr de los meses del gobierno macrista, el modelo económico de ajuste se fue profundizando y con él la protesta aumentó. De esta forma, Cambiemos encontró en las fuerzas de seguridad un instrumento para limitar la protesta social. Y los resultados se encuentran a la vista: el aumento exponencial de casos de gatillo fácil y de muertos dentro de comisarías, la existencia de presos políticos en Jujuy (con el caso emblemático de Milagro Sala), la represión policial a protestas sociales, no son hechos aislados o brotes de locura de uniformados. A cada una de estas situaciones hay que leerlas una al lado de la otra. El modelo de ajuste macrista no cierra sin la violencia policial contra nuestro pueblo. A pesar de esto, el protocolo para criminalizar la protesta encontró límites en su aplicación. El ministerio de Seguridad muchas veces estuvo impedido de utilizarlo por la dimensión masiva de las movilizaciones.
Sin embargo, la represión aumentó. El ejecutivo, a través de su cartera de Seguridad, hostigó y reprimió grupos aislados o movilizaciones más pequeñas. Entre los ejemplos se encuentran la detención arbitraria de mujeres que terminaban de cenar en un restaurante al finalizar la movilización del Paro Internacional de Mujeres y la represión y posterior detención a docentes ante la instalación de la Escuela Itinerante.
Las nuevas formas de amedrentamiento no siempre se asemejan a las ya conocidas. Las represiones buscan justificativos que inunden las pantallas televisivas y las tapas de los diarios para legitimar el accionar policial. “Que pintaron la catedral, que no tenían permiso para armar la escuela, que enfrentamiento, que resistencia a la autoridad.” Una catarata de argumentos que buscan invisibilizar lo que verdaderamente pasa: las fuerzas represivas funcionan como formas de disciplinamiento social frente al ajuste que no cesa.
Durante el kirchnerismo, el Estado a través de sus políticas reconoció en el concepto de violencia institucional, “una asignatura pendiente de la democracia”. Esto permitió, en mayor o menor medida, la identificación del proyecto represivo que las fuerzas de seguridad cargan desde la última dictadura militar, como una pesada herencia. El macrismo, por el contrario, desando todo el camino construido, encontró en la violencia policial una herramienta para disciplinar a los sectores a los cuales su modelo económico no ofrece más que ajuste. Ajuste y represión. El regreso de la restauración conservadora encuentra en la violencia policial a su aliado natural. La multiplicación y el recrudecimiento de esa violencia parece el único camino posible en la era Macri.