Crisis ambiental y origen de las pandemias: laboratorios de microbiología a la vuelta de la esquina

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Crisis ambiental y origen de las pandemias: laboratorios de microbiología a la vuelta de la esquina

06 Julio 2020

Por Juan Ignacio Trobbiani (*)

De repente un peligro minúsculo, invisible, crece rápidamente desde un punto inubicable del globo hasta hacerse tangible, ahora total, expandiéndose y destruyendo todo aquello que considerábamos normalidad. Poniéndonos en pausa. Se han pensado, dicho y escrito innumerables aspectos de esta realidad. Sin embargo, sigue resultando inquietante preguntarse qué responsabilidad podríamos tener en el origen de las pandemias.

Cereales embrujados

Empezamos bien atrás en el tiempo. Diversos autores sostienen que el surgimiento de plagas y epidemias está asociado al paso del modo de subsistencia cazador-recolector a la vida aldeana sedentaria luego de la revolución agrícola. La era paleolítica previa a la agricultura también planteaba grandes desafíos, pero la amenaza de muerte no provenía de epidemias. Las enfermedades infecciosas existentes no podían tomar esa forma porque el estilo de vida no favorecía ni la génesis de enfermedades por microorganismos ni el contagio masivo. Hace 10.000 años, la domesticación de los cereales y la consolidación de grupos poblacionales cada vez más grandes dedicados a esa tarea fueron una bisagra evolutiva para nuestra especie en términos culturales, sociales, alimentarios y también sanitarios. La dependencia de la agricultura trajo la idea de futuro, de trabajo para el mañana; la abundancia y el progreso. Pero también favoreció una susceptibilidad enorme a inclemencias climáticas que afectaran los cultivos; inauguró los períodos de escasez estacional y fue responsable por una gran vulnerabilidad sanitaria.

Gracias al excedente de alimentos, sobrevivieron grandes masas de población, pero en peores condiciones. Se maximizó el éxito de supervivencia colectiva, del pool genético de la especie; pero no mejoró la calidad de vida a nivel individual. Las condiciones materiales de hecho fueron empeorando: asentamientos cada vez más masivos; hacinamiento; malas condiciones de higiene; contaminación de aguas y alimentos; desnutrición crónica e inmunosupresión asociadas a una dieta hipoproteica y poco variada basada mayormente en monocultivos. La necesidad de estar cerca de los lugares de siembra para tareas agrícolas también fue dando paso a la domesticación animal. Ese fenómeno acercó peligrosamente la barrera zoonótica-humana por la cercanía de microbios de animales de granja con los cuidadores; quienes frecuentemente enfermaban y contagiaban al resto de la población (el sarampión, la viruela y la tuberculosis tienen origen vacuno; las gripes provienen de patos y otras aves de corral). Los grandes imperios, sus armadas navales, los avances técnicos y la navegación hicieron que la expansión colonial europea favoreciera la transmisión intercontinental de los patógenos como nunca antes hasta ese momento, hacia poblaciones donde la susceptibilidad inmunológica era total. Los “nuevos mundos” (África, América, Oceanía) fueron víctimas de este genocidio bacteriológico.

Super-farm me

Si resulta perturbador lo anterior… ¿Qué hay de nuestros días? ¿Qué se puede decir de los modos modernos de producción industrial de cultivos y animales para consumo humano? Vacas, cerdos, pollos y otras aves amontonados en galpones gigantescos, repetitivos, de geometría calculada al detalle.

En esas granjas, para maximizar los rendimientos del proceso productivo se aplican una serie de estrategias. En primer lugar, todos los ejemplares son casi clones genéticos, idénticos por un historial de décadas de selección artificial de rasgos favorables para la cría industrial y el consumo humano. Se acelera su crecimiento y engorde con diversas técnicas (¿para qué tener vivo por años a un vacuno si su tamaño adulto, que minimiza el costo por kilo de carne, se obtiene a los 4 meses de nacido?). Son alimentados con especies transgénicas de forraje que garantizan un engorde rápido y uniforme. Permanecen estabulados, apilados en jaulas. La cría se realiza exprofeso en cubículos minúsculos apenas más grandes que el propio animal, donde no pueden ejercitar sus músculos, que se prefieren fofos y grasosos para el consumo. Se anula toda relación social. La primera vez que un ternero camina o se relaciona con otros de su especie, por ejemplo, es en el camino al matadero. También reciben estímulos químicos y farmacológicos varios: son sometidos a aplicaciones regulares de productos tóxicos de higiene porque están expuestos a líquidos de todo tipo (alimentario, sangre, saliva, plumas, heces, orina, químicos).

Por último, como consecuencia de la antinaturalidad en la que viven, son animales que se comportan como inmunodeprimidos. En el ambiente y dentro de cada animal coexisten muchas especies de virus y bacterias, por lo que el sobrecrecimiento de patógenos oportunistas y otras enfermedades infecciosas es frecuente. Por ello reciben preventivamente grandes cantidades de antivirales y antibióticos (70% de la producción mundial se usa en la cría de animales). El uso indiscriminado de antimicrobianos genera resistencias cada vez más fuertes que a su vez obligan al uso de drogas más potentes o a combinaciones de ellas.

Las consecuencias son nefastas. Por ejemplo, el origen de varias enfermedades epidémicas-pandémicas está bien documentado y se relaciona directamente con estos modos de producción. La bacteria E Coli O157:H7 (que causa síndrome urémico-hemolítico), las influenzas (varias cepas de gripe aviar y gripe porcina), otros coronavirus (el SARS-CoV, siglas en inglés de Coronavirus del Síndrome Respiratorio Agudo Severo, y MERS-CoV, Coronavirus del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio), y muchos otros patógenos pueden rastrearse hasta grandes feed-lots en distintas partes del mundo. 

Adicionalmente, hay que tener presente que en nuestros días las enfermedades infecciosas se mueven rápido a través del planeta: los transportes modernos (sobre todo aviación civil) resuelven en horas/días lo que a la peste negra le llevó 4 años conquistar en el siglo XIV.

Depredarlo todo

Pero el análisis del problema de la cría industrial de animales no termina ahí. El avance humano buscando nuevos territorios para instalación de granjas, construcción de infraestructura e industrias accesorias, genera alteraciones profundas del ecosistema: deforestación y erosión de suelos, emisión de gases de efecto invernadero y cambio climático, contaminación/destrucción de fuentes de alimento. Así, en diferentes puntos de la geografía mundial aparecen nuevos elementos del desastre ecológico: muchas especies silvestres que son reservorios naturales de virus (murciélagos, mapaches, monos, mosquitos) ven destrozados sus hábitats naturales. Es necesario subrayar que un ecosistema es un equilibrio complejo de vida y ambiente, con infinidad de relaciones e influencias que son comprendidas apenas parcialmente. Las consecuencias de manipularlo o literalmente destruirlo son muchas veces impredecibles.

La civilización entonces arrasa y desplaza las fronteras de los territorios salvajes, destruye hábitats y obliga a las especies silvestres a migrar desde sus territorios originales hacia otros, llevando consigo todos los microorganismos que albergan en sus cuerpos. Esos virus y bacterias han evolucionado con sus especies hospedadoras en forma simbiótica a lo largo de muchos milenios, en un pacto darwiniano que contempla agresión no mortal del patógeno y sistemas inmunológicos permisivos del propio hospedador para lograr una convivencia armónica. Sin embargo, su peligrosidad para humanos es una amenaza enorme.

Las especies salvajes desplazadas son cada vez más difíciles de controlar en las inmediaciones de los grandes centros de cría de animales, donde se forman nuevos ecosistemas con nichos artificiales abundantes. En la nueva dinámica, se favorece la convivencia de animales silvestres con animales de granjas modernas. Se plantea entonces una relación ecológica inédita entre sujetos de diferentes especies, en la cual los virus de animales salvajes se pueden transmitir a animales de cría. Es en ellos, verdaderos laboratorios de microbiología vivos, donde tarde o temprano invariablemente ocurre el evento desastre: algún virus sufre una mutación específica o dos o tres cepas virales diferentes se recombinan dentro de algún animal intermediario y ello les permite cruzar la barrera de especie hacia humanos.

Esto fue lo que sucedió con el origen de la pandemia de gripe A H1N1 de 2009–2010 en México, en la que surgió una nueva cepa que combinó información genética de varias especies de influenza. Una coinfección de virus influenza humano y de ave en un cerdo permitió que la agresividad y otras características de la cepa de gripe aviar y dos cepas de gripe porcina se combinen con la contagiosidad de la gripe humana en un hospedador que podía albergar a todas ellas. Luego el nuevo virus dio el salto de especie y se contagiaron nuevamente humanos (que no podían ser contagiados por las cepas individualmente antes de la recombinación en el cerdo) y así comenzó el problema. Puede hacerse un análisis similar para otros patógenos emergentes. Entre ellos, los virus son los que tienen mayor posibilidad de daño.

Los sospechosos de siempre: mercados húmedos

Además, para sumar elementos al análisis, en todo el territorio del gigante asiático existen los llamados mercados húmedos (wet markets). En realidad, bajo esa denominación se agrupan erróneamente una cantidad muy diversa de mercados. Es necesario puntualizar algunas cuestiones. El nombre se emplea para distinguirlos de los mercados “secos” que venden productos envasados y otros no alimenticios, como textiles. El origen del nombre tendría que ver con los pisos siempre mojados por la limpieza con agua frecuente de las instalaciones. La mercancía de los mercados húmedos es variada: vegetales, carne fresca, productos no perecederos. Constituyen un pilar fundamental para la economía y seguridad alimentaria de grandes grupos de población. Algunos, pero no todos, también venden animales vivos para consumo, especies exóticas, vida marina.

Desde el inicio de la pandemia, imágenes explícitas de esos mercados se han replicado infinitamente de forma sensacionalista en mass media y redes sociales buscando causar impacto en el espectador occidental, para quien representan un desafío estético importante. China es muchas veces vista por occidente como una amenaza económica por la velocidad de su desarrollo y también cultural porque sus tradiciones milenarias resultan poco compatibles con el ideal de buenas costumbres, progreso y modernización occidental. Su patrón de consumo de alimentos es uno de los aspectos más controvertidos.

Con los documentos gráficos efectistas en circulación por todo el planeta, se refuerza entonces la necesidad de cerrar estos mercados, respaldado por la generación colectiva de prejuicios, estereotipos y un sentimiento de rechazo hacia lo diferente. Si bien es cierto que algunos de estos mercados se sostienen sobre la base de la caza furtiva y el tráfico de animales vivos (muchas veces en peligro de extinción); y que seguramente tengan un rol en la dinámica de enfermedades infecciosas emergentes, es necesario desarrollar otros puntos de vista para completar el panorama.

Uno de los costos de crecer a tasas chinas

Desde la década de 1990 y como parte de su transformación económica, China aumentó sus sistemas de producción a escala industrial. Cada vez quedó menos lugar para la economía agrícola-ganadera doméstica. Además, en su avidez por conseguir nuevas locaciones para instalar unidades productivas, las grandes industrias usurparon territorios de poblaciones rurales del mismo modo que se comentaba más arriba para especies de la fauna silvestre. Así, poblados enteros fueron desplazados de su geografía nativa.

Los granjeros tradicionales fueron migrando hacia los límites con territorios selváticos, donde todavía crecen libremente especies salvajes raras que hasta ese momento sólo habían sido cazadas y comidas para subsistencia. Forzados por la coyuntura, comenzaron a domesticarlas como medio de vida. Entonces, con un mecanismo similar al descripto para transmisión de virus de especies silvestres al ganado industrial, los mismos microorganismos de la fauna silvestre toman contacto frecuente con los granjeros o bien con animales exóticos atrapados y criados por ellos. Otra vez, con la repetición de la exposición, tarde o temprano un virus animal termina infectando a humanos.

La nueva actividad productiva con especies exóticas fue adquiriendo en las últimas décadas mayores grados de legalidad en China y robusteciéndose hasta convertirse en un gran polo económico para la población rural de granjeros. Actualmente es un sector de consumo muy valorado al que acceden muchos ciudadanos ricos y también turistas buscando promesas relacionadas con ambiciones personales (medicinas milagrosas para cura de diversas enfermedades, estética, body-building, potencia sexual).

Estas nuevas actividades con animales raros y los mercados húmedos son regulados por el CDC chino (Centers for Disease Control) y por autoridades municipales. Con claridad, las preocupaciones por la ecología y los derechos animales aún no están en la agenda de granjeros en esas latitudes. No resulta ideal ni deseable, pero sí comprensible en el marco de las grandes carencias materiales y la lucha por mejores condiciones de vida de esos grupos de población. Las implicancias económicas del cierre indiscriminado de todos estos mercados, sin distinguir los potencialmente peligrosos del resto, serían muy importantes para la economía doméstica de un porcentaje significativo de la población china. Si bien plantean un riesgo real para la emergencia de enfermedades zoonóticas, se ha sugerido que más que prohibición lo que es necesario es un marco sanitario regulatorio sólido basado en evidencias científicas, con leyes estrictas que contemplen el bienestar de los ciudadanos actualmente involucrados. Además, abolir los mercados sin distinción ya se ha intentado sin éxito en otras oportunidades y aunque fuese posible, se puede anticipar que la proscripción tampoco resolvería el problema: no es ninguna novedad que siempre favorece la marginalidad, clandestinidad y el comercio ilegal.

Mecanismos comunes y zoonosis emergentes

Recapitulando entonces, se hipotetiza que la vía de inicio de una pandemia sigue cualquiera de los esquemas bosquejados. En algún punto del mapa en la frontera entre la civilización y áreas salvajes del territorio, un hospedador de una especie silvestre puede haber contagiado un virus a: 1) Un humano directamente ó 2) Un hospedador intermediario (que podrá ser algún espécimen exótico en un mercado de animales vivos o algún animal de granja industrial moderna). El intermediario a su vez re-transmite el virus a un humano (en general, mutado o recombinado con otro virus, lo que altera su ARN en forma crítica y permite el salto de hospedador).

Todavía no se conoce completamente el origen específico de la pandemia por SARS-CoV2. Se sospecha que el hospedador inicial fue un murciélago (por la similitud del genoma de SARS-CoV2 con los genomas de otros coronavirus de murciélago conocidos) con la participación o no de alguna otra especie (¿pangolín?, con quien SARS-CoV2 comparte sobre todo la estructura de la proteína S, spike protein. La proteína S es usada por el virus para ingresar a las células al unirse al receptor humano ACE2, angiotensin-converter enzyme 2 o enzima convertidora de angiotensina 2. Se trata de una proteína de membrana presente en células vasculares, renales, intestinales, pulmonares y cardíacas e involucrada en la regulación de la presión arterial). 

El potencial pandémico de SARS-CoV2 se habría adquirido luego por selección natural de una cepa viral con mutaciones en sus receptores (spike protein, proteína S). Estos cambios evolutivos pueden haberse dado en dos entornos: en los hospedadores iniciales (murciélagos/pangolines) o a partir de una transmisión lejana desde esos animales a humanos, seguido de una evolución asintomática larga en nuestra especie hasta que los cambios mencionados aumentaron su virulencia y se desencadenó la pandemia. 

De todas maneras, lo relevante es destacar que este proceso se repite con mayor o menor complejidad en distintas partes del planeta y es cada vez más frecuente. De hecho, existe un mapa mundial donde virólogos y epidemiólogos del mundo identifican “zonas calientes” de donde podrían surgir enfermedades zoonóticas causadas por virus emergentes con potencial pandémico. Este campo de la ciencia se denomina “virología prospectiva”.

¿Quién paga la fiesta?

También será necesario referirse a los responsables ocultos de los que nadie habla. Todos los mecanismos descriptos son engranajes implacables del sistema capitalista que hemos elegido y desarrollado como especie y que crea enormes problemas ambientales (cambio climático, contaminación de reservorios de agua potable y también de grandes océanos, extinción de especies animales y vegetales, destrucción completa de ecosistemas). No tan tristemente célebres como los mercados húmedos chinos, los actores con rol protagónico de esta historia son las enormes empresas transnacionales que concentran la cría industrial de animales, los monocultivos, la deforestación comercial y destrucción de bosques tropicales. Son realmente pocas, pero gigantescas: Monsanto, Bayer, BASF, Singenta, Corteva. También las que producen forraje para animales: Bunge, Cargill, ADM. Todas ellas tienen intereses en la cría industrial de animales, porque son su principal cliente o porque directamente poseen parte de los negocios vinculada con ella.

Pero además de ser responsable de las causas, el sistema tampoco se hace cargo de las consecuencias: ¿a quién afecta más una pandemia? A los desplazados del sistema: pobres, vulnerables, marginados. Sin techo, sin agua potable ni alimentos de calidad, sin acceso al sistema de salud. Y también a los no desplazados, pero enfermos por consumir compulsivamente los productos de ese sistema agroalimentario industrial: diabéticos, obesos, hipertensos, enfermos cardiovasculares, pacientes con cánceres digestivos.

La respuesta de los Estados debería tender a dar una respuesta sobre todo a estos grupos poblacionales. Sin embargo, por su poder de lobby y por ser consideradas “motor” de la economía, muchas veces las salvadas con erogaciones estatales multibillonarias son estas mismas empresas, que contribuyeron a crear el problema inicialmente.

Sin embargo, habitualmente no hablamos de las causas. Más bien tendemos a creer que hay que buscar soluciones simplistas. Asignamos culpas que abrevan en nuestra xenofobia y miedo a lo desconocido. En general, se termina identificando y estigmatizando un grupo étnico o cultura presuntamente responsable.

La próxima revolución es ecológica

Homo sapiens ha escalado hasta la cima de la pirámide evolutiva extremadamente rápido. De ser un primate insignificante sin trascendencia a definir el destino del resto de la vida conocida en el planeta, sin escalas. El ecosistema global no ha tenido tiempos razonables para desarrollar mecanismos compensatorios a través de frenos y equilibrios para evitar daños excesivos (como sí pudo hacer con otras especies). Además, los humanos tampoco conseguimos adaptarnos. Todavía persisten en nuestra psicología muchos miedos y ansiedades, rasgos de un pasado evolutivo reciente como seres desvalidos de la sabana. Esto nos convierte en animales potencialmente peligrosos.

En la subida meteórica a la cima de la cadena alimenticia, exploramos los confines de la tierra, los océanos y el espacio; pensamos ciencia; inventamos lo impensado; imaginamos leyendas, mitos, dioses, religiones; desarrollamos filosofías; cultivamos artes. Pero no aprendimos humildad. Todos nosotros, como especie, somos irrespetuosos, insensibles, salvajes. Tenemos una pésima relación con el resto de los seres vivos. De dominación absoluta, de explotación y depredación sin límites, sin respeto por nada ni nadie. Además, creamos y sostenemos un sistema global de organización política-económica-social que genera profundas desigualdades entre nosotros mismos. La combinación entre el volumen de nuestra especie, los desarrollos científico-técnico-industriales y nuestro modo de existir son responsables directo de las plagas que nos afectan. Existe un sentimiento cada vez más generalizado en varios países de que es momento de replantear muchas cosas. Debemos encontrar la manera de dejar de ser la especie más egoísta, irresponsable, prepotente y con mayor impacto negativo en la historia del planeta. El momento es ahora.

(*) Juan Ignacio Trobbiani es médico por la Universidad Nacional del Sur.

Bibliografía y lecturas recomendadas:

-Quammen D, Spillover: animal infections and the next human pandemic, 1st edition. New York: W. W. Norton & Company, 2012.

-Wallace R, Big farms make big flu: dispatches on infectious disease, agribusiness and the nature of science, 1st edition New York: Monthly Review Press, 2016.

-Harari YN, De animales a dioses, 10ª ed, Buenos Aires: Debate, 2018.

-Barrutti S, Malcomidos 2ª ed, Buenos Aires: Planeta, 2013.

-Aguirre P, La fuerza de lo pequeño - Puntos de vista – IntraMed, Abr 2020. Disponible en: intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=95960&fuente=inews&utm_source=inews&uid=424290

-Spinney, L. “Is Factory Farming to Blame for Coronavirus?” The Observer, Mar 2020. Disponible en: https://www.theguardian.com/world/2020/mar/28/is-factory-farming-to-blame-for-coronavirus

-Lynteris, C, Fearnley L. “Why Shutting down Chinese ‘Wet Markets’ Could Be a Terrible Mistake.” The Conversation. Disponible en: https://theconversation.com/why-shutting-down-chinese-wet-markets-could-be-a-terrible-mistake-130625

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-Korol, Claudia. “No le echen la culpa al murciélago | Las Causas de La Pandemia.” Página/12, Abr 2020. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago

-Costa F, la pandemia como “accidente normal”, revista Anfibia, Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires, Abr 2020. Disponible en: http://revistaanfibia.com/ensayo/la-pandemia-accidente-normal