27, El club de los malditos: detectives, tiros y pelos violetas
Por Melany Grunewald
Cuando una película promete a Diego Capusotto como uno de los protagonistas no se puede esperar algo menos que puro delirio. 27, El club de los malditos es eso: un híbrido entre policial, comedia y acción, en escenarios y modismos bien argentos. El famoso “club de los 27” no es otra cosa que el grupo de músicos muertos a esa edad como Jim Morrison, Janis Joplin, Sid Vicious y Amy Winehouse, entre otros.
El argumento es sencillo, aunque un poco desaprovechado en el sentido sistemático que se la da a esas muertes. Se trata de dar cuenta el carácter intencional por parte de una corporación en esos accidentes y sobredosis que los artistas sufrieron en acontecimientos reales. La trama busca desenredar esta supuesta conspiración a partir de la muerte de un artista local Leandro De La Torre (representado por El Polaco), de la cuál Paula (Sofía Gala) es testigo. Martín Lombardo es el detective que lleva adelante el caso, encarnado por Capusotto.
En el marco de esa mixtura de géneros las estructuras argumentales no son para nada predecibles. Sin embargo los personajes sí se sostienen en una suerte de estereotipo. No sólo por su construcción, sino por los actores que prestan su carne para que estos puedan ser. Sólo Capusotto podía ser un policía que toma jugo de sobre diluido en alcohol etílico ¿Quién más que Sofía Gala para poner el cuerpo a una fan punk rocker, con intereses astrales? Y quién mejor que Daniel Aráoz para encarnar a un villano resentido.
Los personajes se construyen bien por tomar ese rasgo excepcional que le dan los actores, y salen a flote solos con total éxito. Aráoz tiene cara de villano, voz de villano, pero además es argentino. Un argentino con muy buenas puteadas en su paladar. Ese toque lo hace inigualable dentro del cliché de los cueros negros y la compañera lujuriosa, incluso respecto al pasado que lo lastimó profundamente y que lo volvió malo.
Por su lado, Capusotto no deja su marca barrial y militante a la hora de ser un antihéroe que goza de whiskies en un viejo bar mientras mira su amado Racing club. Se lo encuentra fácilmente en sus pasiones. Pero lo que es interesante de Capusotto es que deja aflorar otro plano actoral que no va tanto desde la palabra, sino desde la acción. No se trata de lo que dice, sino de lo que hace, desde el desarrollo físico del papel, a diferencia de sus trabajos anteriores. Es desde ese lado donde se puede percibir una complicidad interesante con el personaje de Sofía Gala. No sólo porque el Teniente Lombardo y Paula se ayudan en la resolución del caso, sino porque se nota la conexión profesional de los actores en las escenas que comparten, el rock les sale por los poros.
27: El club de los malditos, está dirigido al público capusotteano, no es ninguna novedad. Pero es interesante dar cuenta de aquellos guiños que nos hacen cada uno de los actores desde lo bizarro de sus personajes.