Andrea Urman: “Todo libro es político”

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Andrea Urman: “Todo libro es político”

10 Noviembre 2019

Por Inés Busquets

 

 

Las entrevistas suelen ser una revelación. Todo encuentro con otra persona es un descubrimiento. Desgrabar suele ser una de las tareas más tediosas para un periodista, sin embargo algunas veces también puede convertirse en la reconstrucción de un instante. En volver a revivir algunos aspectos que en la charla rizomática se fueron disipando. Algo de eso me ocurrió con Andrea. Una suerte de entrevista, diálogo de amigas y sesión terapéutica.

Dos mujeres atravesadas por los mismos conflictos: la maternidad, el mandato, las exigencias, el cansancio, el rol en una sociedad patriarcal y la hermosa devolución de las palabras.

Árida, viene a ser un emblema en esa deconstrucción permanente. Sus personajes son mujeres que desde distintos lugares interpelan y cuestionan un discurso establecido que siempre hemos aceptado con naturalidad. Una naturalidad que hoy se modifica para devenir en una marea transformadora  para siempre.

Para Nietzsche, la poesía constituye el elemento fundamental y más íntimo del drama. Árida parece emerger de ese apotegma: poesía, inquietud y elocuencia. 

Un diálogo social en un universo femenino y una pregunta latente: ¿Somos realmente lo que queremos ser?

 

APU: ¿Qué problemática atraviesa la lectura de Árida?

ANDREA URMAN: Muy pocas veces me preguntan sobre un tema que hace eje en la obra, es la salud mental. La salud mental como derecho. Hay una especie de miedo al que es diferente desde lo mental, desde lo emocional. Porque es un problema emocional que uno tiene que racionalizarlo, no clasificarlo como hacen la psicología o la psiquiatría. Desde un esquizofrénico a un anoréxico, son problemas que deben abordarse desde la subjetividad, desde el compromiso y no desde el mercantilismo que hay alrededor.

APU: ¿Cuál sería la cordura?

AU: ¿Quién es el loco?, yo no creo en las instituciones que suelen definir cuál es la cordura. Foucault dice que vivimos en prácticas discursivas, en un speech determinado, porque vivimos a partir de las convicciones establecidas y desde allí construimos. Por ejemplo, la cleptomanía es un síntoma, no es una estructura psicopatológica. Todavía no se sabe, ni se va a saber porque cada persona es única. Hay una subjetividad atrás del síntoma. Esa persona ¿por qué roba?, ¿Quiere llamar la atención? Bueno, hay que indagar en la historia de cada uno. Imagínate la cleptómana, como Árida, transgrede la ley y va a la cárcel.

APU: ¿El deseo siempre tiene que ver con lo prohibido?

AU: El deseo claro que sí. Se nutre de lo prohibido. ¿Cómo se motoriza el deseo? El deseo se motoriza a partir de lo prohibido. Esta chica vive en una estructura religiosa ortodoxa, ella no se atiene a ese dispositivo, entonces necesita transgredir.

APU: ¿Te inspiraste en alguien?

AU: Yo tengo una hija que decidió hacerse religiosa. Ella eligió. Los judíos pueden ser religiosos y tener hijos, y me inspiré en ese mundo que yo no conocía y ella de alguna forma me lo mostró. Yo soy agnóstica y ella eligió la religión, por mi mamá que fue muy tradicional. Empecé a ver cómo era este mundo. Un mundo bastante particular que yo nunca hubiera elegido. Los hijos siempre te dan sorpresas y ahí me inspiré en ese mundo, pero después hay todo una historia de ficción. Ahí aparecen ciertos personajes y situaciones creadas.

APU: ¿Por qué teatro?

AU: Hace mucho tiempo rondaba por mi cabeza la dramaturgia. Entonces en el 2010 me fui a estudiar con Mauricio Kartun. Yo lo admiro muchísimo y siempre me gustó la dramaturgia. Debe ser que en la casa de mi mamá había una biblioteca con muchas obras de teatro. De chica yo siempre hacia historietas, me encantaban y ahí hay una raíz dramaturgia, en la cosa del comic. Yo dibujaba con los globitos, me gustaban los diálogos.

La gente ahora está leyendo teatro. Muchos me dijeron cuando salió Árida. ¿Es teatro? Pero se lee súper rápido. Cuando yo empecé con kartún dije voy a escribir teatro, pero para poder escribir teatro fui a teatro primero con Febe Chavez. Es una experiencia hermosa. Me puse a estudiar los orígenes de la tragedia y a leer los clásicos, también fui con Alejandra Varela que es periodista y dramaturga. Estudie un año. Ahí ella me metía la dramaturgia y a Judith Butler. Cuando hice la parte práctica con Kartun empecé a escribir una obra que se llamó “La mujer que quería otra cosa”, entonces se lo llevé a Jorge Dubatti para poder hacer la obra. Y él me propuso hacer una antología de dramaturgos platenses, así que me puse a buscar en el 2012 y lo lleve a Malisia, que recién empezaba .Fue un trabajo en equipo y colectivo de apostar a todos los dramaturgos con el prólogo de Dubatti sobre teatro y dictadura. La obra finalmente fue seleccionada en el Centro Cultural de la Cooperación y me llamaron para hacerla. Estuvo cuatro meses en calle Corrientes.

APU: ¿Siempre te dedicaste a la temática femenina?

AU: En “La mujer que quería otra cosa” me inspire en Nora de Casa de muñecas de Ibsen, ella era peluquera y termina dejando a su bebé y a su marido y se va. Pero no es que se va con otro hombre, sino que se va a buscar su deseo. Hoy en día se dice qué terrible, cómo va a dejar un bebé.

APU: En los personajes de Árida, las mujeres tienen una suerte de cansancio ¿responder al mandato puede provocarnos eso?

AU: Es una mirada meticulosa sobre una posición porque la mujer quiere empoderarse y aspirar a que la sociedad patriarcal se caiga, en realidad la mujer también puede tener la aspiración de ser menos femenina, de estar desarreglada. Estar desarreglada tiene  una connotación porque siempre tenemos que estar bien. Está buenísimo pensar que hay un cansancio porque la mujer ante la mirada del otro siempre se siente más exigida. No solamente por esta posición de que la mujer siempre tiene que estar divina sino que nos enseñaron a que somos menos que los hombres. Estoy mirando El cuento de la criada y es tan distópico y tan impresionante lo que ellos pretenden, de que la mujer vuelva a ser como en la Edad Media. Hay como un germen que es difícil de erradicar.

APU: El tema de la maternidad también es cuestionado

AU: Árida no quiere ser madre. En una sociedad tan ortodoxa como la del personaje si uno dice que no quiere ser madre es sacrilegio. Recién ahora las chicas se están empezando a animar a decir que no quieren ser madres. La maternidad está en todo, ya desde chica te dan un bebé y un cochecito para que practiques. Las mujeres tenemos siempre esa cuestión de la buena madre, entonces uno está culpógena. Mi terapeuta me dijo algo muy interesante con respecto a esto: “buena madre es la que no pretende serlo” es genial. ¿Qué es ser una buena madre? Todo el tiempo estamos pretendiendo ser buenas madres.

Mi mamá murió muy joven y también trabajó hasta último momento y siempre estuvo con nosotros, era muy fuerte su figura para mis hijos también. Casualmente vengo de un viaje y me compré dos libros sobre el tema: “Una muchacha muy bella” de Julián López  y Ama (mamá en vasco) de José Ignacio Carnero. Los dos sobre madres. El tema de la maternidad en mis obras aparece todo el tiempo.

APU: ¿Cómo aparece? ¿Cómo una exigencia o un deseo?

AU: El lado b, el mandato. ¿Por qué una mujer tiene que ser madre?, ¿Hay realmente un deseo de ser madre? Yo muchas veces escucho a mis pacientes cuando recién tienen un bebé chiquito y me dicen: ¿Está mal que yo a veces quiere tirarlo por el balcón? Es algo natural por que cuando los chicos son bebés, vos estás cansada, destruida, entonces está buenísimo cuando lo traen al consultorio y lo pueden expresar.  Claro que estamos hablando de una fantasía. Pero aparece: ¡y porque soy mala madre! Soy una mala madre.

Todavía cuesta que vamos logrando tantos derechos y sin embargo cuesta aceptar que una persona no quiera ser madre. Tiene  que haber un respeto, un derecho a ser lo que uno quiera ser. La maternidad será deseada o no será.

Hay un libro muy recomendable de Sara Ahmed, La promesa de la felicidad. Todos nos preguntamos si somos felices, pero hay que deconstruir la palabra felicidad. ¿Qué es la felicidad?, ¿qué te dicen que es la felicidad?

El otro día estaba en mi casa leyendo uno que me traje de Alice Munro, tomando mate con mi perro al lado y de repente pensé: no necesito mas nada. Pero claro después dije: y mis hijos, y mi marido, y mis nietos… entonces uno se siente un egoísta. Nosotros todo el tiempo estamos buscando qué somos y me parece que lo importante es la búsqueda, no la respuesta.

APU: Árida es un poco eso, no hay algo que se resuelve, queda abierto, con el disparador de si somos lo que queremos ser o lo que debemos ser.

AU: Nos antecede un discurso al que uno se adapta o no. Pero lo peligroso es apostar a ir a un camino del diferente, del de la oveja negra. Respeto tanto a las personas que son freak, distintas, al que le hacen bullying, hay una sensibilidad especial. Porque hay todo un mundo de posibilidades para esa gente que se les es vedado, hay está Árida con su alma traumatizada.

APU: En todos los personajes se va viendo esa mujer con su carga, con su responsabilidad, cada una desde su lugar.

AU: Cuando vos tenés un hijo en una cárcel o en un psiquiátrico somos todas iguales, mas allá de las clases sociales, de las religiones.

APU: La violencia de género también atraviesa la obra, ¿qué pensás al respecto?

AU: Acá lo vemos en trazo grueso, a las religiosas les enseñan que la mujer es inferior, que está detrás del hombre. Dicen que sos la reina del hogar, pero la reina del hogar para que haga la comida, tenga muchos hijos y los atienda, para que procree. El cabello atrae la mirada del hombre por eso lo ocultan. Estas mujeres no pueden ni agarrarse el pelo.

Creo que la violencia más terrible es el silencio. Porque si nuestro hombres nos gritan por más que los enfrentemos hay algo de miedo. El tema es la mujer que se calla. El silencio es una de las cosas más violentas, el hecho de no poder expresarte, es violencia. Una de las violencias más poderosas es no poder decir lo que vos pensás, crees, hay un momento donde aparece la poesía como herramienta para poder expresar el tema del silencio.

APU: ¿Qué es un soplo de vida?

AU: El soplo de vida lo busca en el robo porque es una manera de salir de esa estructura y poder respirar. Clarice Lispector habla del soplo de vida y lo tomo de ella que significa ese hálito, sacar la cabeza de abajo del agua. Ella está atada a la estructura con un bozal y ese soplo de vida es lo que le permite asomarse, respirar. En este caso a través del robo.

APU: ¿Qué es la libertad?

AU: La libertad tiene que ver con hacerse responsable del deseo de uno. Sartre dice: “Somos arrojados a este mundo como seres libres”, ahora nosotros tenemos que ver qué hacemos con esa libertad. Somos seres libres, salvo la esclavitud impregnada por un discurso como el capitalismo o la hiperconectividad donde todos entramos a ese mundo virtual que nos consume la energía. Pero creo que uno puede decidir qué hacer.

Hay muchas pequeñas libertades cuando uno no quiere acceder a algo, al último plan de algo, de la tarjeta, etc. eso también te esclaviza. El saber decir que no. Pero sobre todas las cosas es eso, hay un deseo que empieza a circular, yo soy esta y voy al mundo a ser esta sin que me roce la mirada del otro, es lo más difícil.

APU: Y ese temor ancestral que decíamos de las mujeres, ¿a quién serían, de dónde surge ese temor?

AU: Tiene que ver con lo ancestral. Leo a una terapeuta que dice que en algún momento no había un Dios, había diosas y las destruyeron a todas. Yo creo que esta revolución feminista, que antes estaba en los clubes, en las sociedades secretas de mujeres que se reunían para hablar de feminismo como algo prohibido, hoy empieza a despuntarse. Liberarse de esos atributos que nos dieron los hombres. Hoy la lucha es cada vez más y los hombres se van adaptando a eso. El aspecto, lo estético, los dichos populares: El hombre cuanto más feo más hermoso y la mujer, aunque la mona se vista de seda mona queda. Entonces, ¿dónde está la verdad? ¿ es lo que nos enseñaron?, ¿Es lo que está establecido?, hay una delgada línea, muy sutil. Es un tema muy profundo. Recomiendo el cuento Amor de Clarice Lispector es el estandarte del feminismo.

APU: ¿Cómo surge “Detrás de la biblioteca” en Instagram?

AU: Toda la vida recomendé libros, era como la remendadora de libros de la familia y amigas. Entonces cuando apareció Facebook lo hice y tenía treinta y cinco mil amigos. Pero después lo dejé y empecé con Instagram y la gente se re copo. Escribe muchísima gente, para dejarme los libros y que los recomiende. Un montón de libros que no llego a leerlos a todos, también piensan que soy librera y me preguntan precios. Me pareció muy interesante, amo los libros. Siempre regalo libros, es una cuestión energética, lo hice toda mi vida desde chica. Acá recomiendo con el corazón y me encanta hacer las rutas libreras, lugar del mundo que voy que busco librerías. Me encanta mostrarlas. Es una herramienta de servicio, me encanta la gente que me llama y me escribe por privado.

APU: También dictas talleres sobre Clarice Lispector

AU: Hago los talleres de Clarice hace más de veinte años, los empecé haciendo gratis. Y Silvina Ocampo también. A veces uno tiene  poco tiempo pero la cuenta y los talleres me encantan.

APU: Además de un proyecto editorial.

AU: Entre ríos empieza en Madrid con una ex compañera del taller de Fabián Casas que se fue a vivir allá. Agustina es psicóloga, de Entre Ríos. Ella había empezado el proyecto y me propuso asociarme desde Argentina y ella desde Madrid.  Y nada es casual, ella es de Entre Ríos, y mi mamá y mi abuela también, así que fue muy simbólico porque toda mi infancia la viví ahí. Abrimos una convocatoria a escritores y ya empezaron a mandar textos, la idea es que abarque distintos géneros.

APU: ¿Cuál es la conexión entre la psicología y la escritura?

AU: El inconsciente. El inconsciente es un reservorio de todo eso que vos escribís y no sabes porque  lo escribís, vos te lees y decís, ¿esto lo escribí yo? ¿Cómo puede ser? Cuanto más trabajo hacés, más apertura te da la terapia.  Todo eso que está más detenido empieza a destilarse, hay algo que se empieza a abrir. Para mi empezar terapia fue como un torrente. Cuando empecé análisis algo de la escritura empezó a funcionar de manera totalmente distinta.

Lo mismo con los talleres, a veces el espacio terapéutico no es el dispositivo analítico, es el lugar donde vos te podes abrir. En los talleres te abrís. Es tan importante que te interpele el otro.

APU: Son espacios generadores de escritura colectiva y socialización.

AU: Todo libro es político porque estamos enunciando y denunciando algo, la política tiene que ver con eso. La poesía es política porque siempre está diciendo lo que no se puede decir, por eso está la metáfora y la metonimia. Tengo  un compañero que dice que Árida habla en forma poética por eso nadie la entiende, porque ella habla en clave de poesía.

APU: Árida tiene un trasfondo social, ¿cómo elegiste los personajes? ¿El entramado es un diálogo entre distintas clases sociales?

AU: Se fue dando. La policía y la psicóloga están en lugares de control, hay un panóptico todo el tiempo. Por eso el soplo de vida, ella se siente controlada por la madre. Todo el tiempo están los cuerpos disciplinados, bien foucaultiano, como es la sociedad que vivimos y vaticinó Foucault. Árida desafía el panóptico todo el tiempo, lo que quisiéramos hacer todos. En realidad desafía al panóptico interno, y después las bondades de las vidas en los comercios, todo está bien si compras. Imagínate ella que robaba.

APU: La importancia de la palabra es lo que más se resalta.

AU: Está la palabra sagrada con La Torá, en el personaje de la madre de Árida; está la palabra de amor de otra madre que tiene a su hija presa y la palabra en los manuales de las sociedades de control. Son como distintas biblias a las que cada personaje se atiene, algunos desde la religión, otros con la sabiduría de la naturaleza. Creo que lo importante es la subjetividad y el darle otro sentido a la palabra: palabra.

APU: ¿Familia?

AU: Vengo de una familia antiperonista, escuchaba a mis abuelos decir que Evita robaba las máquinas de coser y sin embargo yo siempre admiré a Evita. Me sorprendía de que la gente pueda conocer el mar cuando iba a Chapadmalal. Siempre en mi inconsciente fui peronista. Soy como la aguafiestas de la familia, por eso siempre hay que rastrear en los origines de uno, para reconocerte en tu niñez y representarte. Para conocerte la literatura es muy generosa, siempre te devuelve eso.

APU: ¿Formación?

AU: La persona que a mí me hizo ver lo importante que era la literatura para mí, fue Gabriel Bañez, yo tenía 25 años. Me dijo: vos sos escritora. Y esto es un oficio. Eso es lo que me cuesta. Esto es un oficio, hay que hacerlo todos los días. Me dio mucho, después de mi vieja que era muy lectora y después Fabián Casas.

 

Árida es la real convivencia de los pares opuestos. La vida y sus contradicciones. Es la religión y el ateísmo; lo establecido y lo desestructurado. La ley y la trasgresión.

El otro día escuché que la deconstrucción es la capacidad de volver a construir, pero con otra mirada. La obra tiene algo de eso, prueba, se pregunta y avanza. Derriba los muros sin temer que vendrá después.