Avelluto bajó el telón
Por Analía Ávila
El miércoles pasado el Ministerio de Cultura de la Nación anunció el cese del financiamiento para la Compañía Nacional de Danza Clásica, proyecto llamado “Danza por la Inclusión”, que funcionaba con la dirección artística del bailarín y coreógrafo Iñaki Urlezaga, y por un convenio con la Universidad Nacional de San Martín. El programa había comenzado en 2013 en el área de Desarrollo Social de Alicia Kirchner y durante la nueva gestión lo continuó Carolina Stanley.
En 2017 la Compañía se traspasó al ámbito de Cultura, a cargo de Pablo Avelluto, quien en el marco actual de reestructuración y ajuste, decidió no mantener el costo de su financiamiento. El año pasado los bailarines no habían cobrado su sueldo durante diez meses y retomaron los ensayos recién en agosto. Ahora perdieron su trabajo, así como los escenógrafos, vestuaristas y maestros.
Tuve oportunidad de disfrutar, en el Teatro Coliseo (2014) y en el Ópera (2016), de funciones a sala colmada de “Danza por la Inclusión”. Fue la primera compañía nacional de ballet, contó con los primeros bailarines Gabriela Alberti, Nahuel Prozzi, Eliana Figueroa, el mismo Iñaki y 60 bailarines que fueron seleccionados con audiciones en todas las provincias y en países vecinos. Con espectáculos de primer nivel y un repertorio variado, músicos en vivo como la Orquesta Académica de Buenos Aires, escenografía, iluminación y vestuarios originales, la compañía manifestaba su doble función social de incluir a bailarines de todo el país y, gracias a la entrada gratuita, a un público que no podía pagar por ejemplo una entrada al teatro Colón.
Pude ver entre los espectadores a grupos de chicos de escuelas de danza que por primera vez veían en vivo a Iñaki, bailarín que deslumbró en el Colón y en los principales escenarios del mundo. También estaban los que nunca habían visto ballet, los que consultaban los argumentos de las obras en los cuidados programas de mano, los que descubrían la magia de Giselle, El Cascanueces y del vibrante Bolero de Ravel. La compañía ofrecía también clases abiertas de danza clásica, clínicas y hacía representaciones en zonas vulnerables y por el interior del país. Las últimas funciones del ballet fueron a fines de 2017 con La Traviata en el Coliseo y con El Lago de los Cisnes en el anfiteatro de Parque Centenario.
“Impotencia, tristeza, desolación, son las primeras palabras que vinieron a mi cabeza ayer cuando me comunicaron desde el Ministerio la decisión de bajar al ballet nacional Danza”, manifestó Urlezaga en su Facebook. Y agregó: “¿Cómo no enojarme o rebelarme frente a la decisión que considero más contraria al arte? ¿Cómo no sentirme vacío como artista y argentino después de todo lo que me consta que los integrantes de la compañía dimos para que el país tenga un espacio nacional para la danza clásica y que se estaba construyendo con Danza?”
“Ni un solo día me ausenté al trabajo, por eso puedo hablar y contarlo desde adentro, y cada día que fui a trabajar lo hice pensando en qué más podía aportar desde mi experiencia para que esta compañía crezca y florezca por el camino correcto. Gracias también a cada teatro, institución, director de orquesta, coreógrafo, escenógrafo, vestuarista que nos ha acompañado y ayudado a dar todo lo que pudimos hacer, y por último no quiero dejar de agradecer al público que hizo de esta compañía un lugar único e irrepetible para bailar, agotando cada espacio en el que el Ballet se presentó, siendo fieles desde Palpalá hasta Ushuaia”, concluyó Iñaki.
Desde el Ministerio de Cultura afirmaron que "el Ballet Folklórico Nacional y la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, que integran el conjunto de Elencos y Organismos Estables continúan con su funcionamiento habitual" y agradecieron "el trabajo y la dedicación puestas por Iñaki Urlezaga en este proyecto". También expresaron “el compromiso del Ministerio con la difusión de las expresiones de la danza en Argentina". Sin embargo, hay muchos antecedentes para creer que seguirán dando de baja a valiosos proyectos y que se profundizará el retroceso a nivel cultural, con un Estado que desprecia la cultura y que no la considera un derecho del pueblo.