Cine: “Blondi”, romper el prejuicio de una única maternidad posible
Tenía muchas ganas de ver Blondi (2023), la película argentina dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi, que se encuentra en cines y también está disponible en Amazon Prime Video. Así que fui al cine con algunas expectativas y todas fueron cumplidas, --y hasta superadas--. Debo admitir que hacía mucho tiempo que no veía una película argentina que me atrapara tanto.
Nada de lo que imaginaba en mi cabeza es lo que finalmente ocurrió. Tal vez, por un planteo tan poco estereotipado en torno al deseo; la maternidad y los vínculos familiares, es que me dejó tan maravillada. También me alegró sentir la certeza de que es posible contar otras historias, con otros amores, que adopten distintas formas y desenlaces.
La historia principal de la película gira en torno a Fonzi, “Blondi”, y a su hijo, el actor Toto Rovito, “Mirko”, quienes tienen una relación poco convencional, pero muy sólida y constituida. Si bien viven en un lugar humilde y no gozan de grandes lujos, eso no se presenta en el film como una dificultad o impedimento, lo que también es un indicio de que la narración no invita a jugar a los lugares comunes.
"Blondi", una película para volver a amar la maternidad, que no es única pero sí diversa.
Pero no son los únicos de la familia. También se entrelazan en escena las historias de la hermana de Blondi (Carla Peterson); su cuñado (Leo Sbaraglia) y madre (Rita Cortese). El argumento atraviesa la relación entre todos estos personajes, en medio de una situación particular: Fonzi emprende una aventura con su hijo para “rescatar” a su hermana, quien decide abandonar momentáneamente a su marido y a sus dos hijos, en busca de un amor perdido.
Un mundo interpersonal que no plantea traumas ni grandes dolores o conflictos, sino una familia que es “feliz” siendo como es, con escenas muy graciosas, y hasta incluso incómodas, y con otras divertidas, reflexivas y también nostálgicas.
Blondi fuma marihuana con su hijo, en su día a día cuenta con horarios laborales flexibles y tiene una chispa muy particular, que la caracteriza y la convierte en una madre utópica. Las escenas entre ella y Mirko están repletas de dulzura y conexión. Se dan charlas profundas, y a veces banales, pero siempre están compartiéndose con un amor que atraviesa la pantalla. De alguna manera la película no tiene grandes conflictos ni desenlaces. Es por excelencia una pieza que grafica un presente en el que quienes lo habitan lo desean.
No se habla de la maternidad como un lugar al que se debe llegar con determinada preparación o inclinación, ni como un proyecto estereotipado con el que se tiene que cumplir. Si bien la protagonista fue madre joven, no se arrepiente de lo que sucedió, al contrario, lo milita y es su deseo ser madre. Entonces creo que el film también ilumina los deseos, para que sean el motor y no el enemigo.
Acostumbrados al consumo de publicidades, novelas y relatos mediáticos y aspiracionales de familias que deben ser de una determinada manera; poseer un determinado poder adquisitivo y en las que siempre el conflicto es una moneda corriente: Blondi es la invitación a aceptar que lo que se tiene está bien, e incluso, se disfruta.
Sin caer en frases hechas, sin obedecer al status quo e invitando a la reflexión, y un poco a la melancolía, lo que pone Dolores Fonzi sobre la mesa emociona. Y en tiempos donde la emoción es necesaria, entre tanta superficialidad, debo decir que lloré mucho en el cine. Pero de felicidad. Tal vez porque estos relatos vienen haciendo falta. Quizá porque Fonzi hizo más que una película.
Blondi, una película para volver a amar la maternidad, que no es única pero sí diversa. Donde no hay príncipes azules ni princesas.