Comando Evita: sobre la fuerza de los cuerpos
Por Sofía Guggiari | Foto: Dolores Rossi
Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
El 23 de septiembre de 1947 se decreta la ley 13.010 de Voto Femenino y Evita sale a hablarle a una multitud congregada en Plaza de Mayo. En su discurso dice: “Me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria”.
Cuerpos entregados al temblor, la vibración, a la provocación pura, al sudor, las lágrimas, la carne y la sangre que corre por las venas. Cuerpos que ocupan un espacio político y que tanto odio produjeron y producen, tanto molestaron y molestan a aquellxs que no quieren cambiar nada.
Ese cuerpo en su estado animal, la política como herramienta de transformación: todo una misma fuerza, un mismo fuego.
Comando Evita es una experiencia de militancia peronista y feminista. Que producen performance de invocación a Evita. Un cruce entre el arte, la historia y la política.
El pasado miércoles 10 de noviembre se realizó la última invocación por los 70 años del Voto Femenino, en la que tomaron distintos espacios públicos. La performance empezó con la invocación en las afueras del Hospital Presidente Perón, donde ella había estado internada mientras cursaba el estado más crítico por su enfermedad, de el primer y único voto que Evita iba a realizar, siendo ella candidata a vicepresidenta,. Y luego se dirigieron en caravanas, micros y autos de época, hasta la primera sede central de lo que había sido del Partido Peronista Femenino. Allí se escuchó una proclama, se celebró y se bailó hasta terminar.
Comando Evita nos recuerda por todos lados que enunciarse es ocupar un espacio público con el cuerpo y ocupar el espacio público es un hecho político: un derecho, que para las feminidades hubo que conquistar.
Replegadas al trabajo doméstico, al ámbito de la reproducción, imposibilitadas de detentar el derecho de lo civil, de lo público, los contratos sociales, las feminidades no podíamos tener la patria potestad de lxs hijxs, no podiamos divorciarnos, no teníamos DNI, no podíamos manejar dinero ni tener bienes, no podíamos votar. Por lo tanto no podíamos tomar decisiones en relación a cuestiones de la vida, toda.
En este sentido el espacio público entonces es un mapa político de los cuerpos que pueden o no pueden ocupar esos espacios, de aquellos cuerpos que tienen el derecho o no a habitar de determinados modos los lugares, de quienes poseen o no poseen, de quienes pueden ser o no ser con libertad.
Una escena final de la performance: esas millones de Evitas gritando, en caos o organizados, en autos y colectivos con banderas, llorando, cantando la marcha a Eva y a Cristina, con megáfonos, bailando, incendiando la calle Corrientes, tomando el espacio, nuestro, en convicción y en comunidad. Enunciandose, dejandose oir. ¡Ahora que sí nos ven!
Invitando a no abandonar la ética de la fiesta y de la igualdad.
Invitándonos a recordar que todo derecho ganado, fue una necesidad.
Y que hay cuestiones en las que no podemos retroceder "nunca más".