Crónica de una corresponsalía fallida: Enrique Symns en Rosario

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Crónica de una corresponsalía fallida: Enrique Symns en Rosario

11 Abril 2021

Por Juan Cruz Guido

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue tener a Enrique Symns de padrino de la revista, instalado en la ciudad, además?

Santiago Beretta: Es una experiencia que no creo que sea exclusiva de nosotros. En el sentido de que mucha gente joven, que tiene desde 20 a 40 años, la vivió. Se contacta con Enrique Symns y, de alguna manera, termina dando una mano, juntándole plata, consiguiéndole una casa o ayudándolo con sus trámites en el hospital y esas cosas. Pero surgió todo porque íbamos a hacer la revista y en un programa de radio escuché una entrevista a Symns, en la que da su mail y yo digo "bueno, le escribo". Le escribí si quería hacer una nota, diciéndole que estábamos en una revista, si quería participar. Y le propongo una nota sobre el muchacho que era monologuista en los Redondos antes que él. Me dijo que sí. Le mandamos la plata, que me había prestado mi vieja para pagarle (y que fue la única nota que pagábamos en Apología). Y no la escribía. No la mandaba hasta que dijo: "No se preocupen, me voy a vivir a Rosario. Cuando esté allá más cómodo se las escribo", y se vino.

Un día me escribió que lo vaya a buscar a un lugar, pero se le rompió el teléfono en el medio, nos enteramos después. Fuimos a buscarlo al hotel donde decía en el mail que nos había mandado y no estaba. Lo buscamos por todo el hotel, la terminal, moteles. No lo encontramos hasta que le mandé un mail, dejándole mi teléfono fijo en esa época, y me llamó. Ahí estaba, perdido en un hotel del centro, sin teléfono, tirado, mal de salud, muy mal de salud. Entonces le conseguimos una pensión. Y bueno, nunca escribió la nota. Pero organizamos un show con él, donde presentamos el primer número de la revista. Y quedamos en que no importaba la primera nota que no escribió, que hagamos una charla sobre la magia que él quería darme y que lo grabara. Que desgrabándola íbamos a tener la nota que entre comillas nos debía, pero que, en realidad, todo bien. La charla igualmente un día salió.


 

APU: ¿Qué pensaba el de la revista? ¿Les dio alguna devolución?

S.B.: Me acuerdo del primer número, cuando teníamos el borrador ya impreso y nos cago a pedos. Se enojó, le pareció una mierda, pero tenía razón en todas las cosas que nos dijo y corregimos todo lo que pudimos en un primer número. Le dimos el segundo número y le pregunté qué le había aparecido. Medio que lo acorralé con preguntas y terminó confesando que no la había leído, pero había como ganas de decirme que sí la había leído, pero me dijo "No, bueno, no la leí". Igual capaz que un día te lo cruzabas y te decía "Sí, la leí, me parece una mierda". Y ese otro día estaba como más, así, de buen corazón. Después le dimos el tercer número y me acuerdo que me dijo "Así como te dije que el primer número era una mierda, te digo que este está buenísimo" y era un número malo, porque era el tercer número y estábamos aprendiendo, pero creo que ya en el tercer número se empezaba a delinear el camino. Creo que es el primer número en que logramos la forma que ya después usamos en todos los números siguientes. Y no sólo la forma, sino el contenido. Calculo que le habrá caído simpática y, en realidad, yo agradezco mucho haberlo conocido porque fue una experiencia existencial y nos dio mucha energía para seguir adelante con la revista. Era nuestro héroe y estábamos tomando una birra con él, dándole una mano. Era como demasiado. Fue una experiencia irreal, pero que fue real.