Deconstruyendo el odio de clase contra L-Gante
Por Marx Bauzá | Ilustración: Marx Bauzá
Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
El odio contra L-Gante es un odio de clase, racista, antes que por la propuesta estética que sostiene desde su música y puesta en escena. No se bancan que el pibe venga de un barrio humilde. Lo quieren ver mal: robando y en situaciones de marginalidad o pobreza.
Del mismo modo que existe el gerontoodio o la gerontofobia, también existe el odio hacia la juventud.
Un tema aparte son los consumos problemáticos y situaciones de marginalidad que habitan en sus letras. Tienen que comprender que la corrección política en cualquier arte nivela para abajo la calidad de lo que se consume a nivel cultural.
Hoy la onda es ir contra L-Gante y antes fue contra los wachiturros, las culisueltas, Walter Olmos, Damas Gratis o los Pibes Chorros.
La historia de la música está llena de este tipo de situaciones: discriminaciones, cancelaciones y censuras.
Tenemos que abrir la mente y empezar a convivir con los gustos musicales ajenos.
L-Gante no se subió a ningún pony. Colabora activamente con comedores de barrios populares y asentamientos y por si fuera poco hace un show gratuito para 35.000 personas en Tecnópolis, reuniendo familias completas con hijos e hijas disfrutando de él cantando el abecedario.
En medio del show hizo subir a John C y comentó que el tucumano viene desde abajo, desde el barrio, como él, como yo. Y sí, no les voy a mentir. Conozco a Juancito y sé como piensa. Juancito y Elián son el pueblo y allí late la más maravillosa música: la de los olvidados, los nadies, los pobres, los que subsisten con un plan social y una tarjeta alimentar y que de paso sea dicho: tienen todo el derecho del mundo a hacer arte para sublimar sus dolores y sufrimientos que son muchos.
No es muy diferente del odio de clase que tenía la oligarquía sobre las actrices de radioteatro, teatro y televisión en los años 40 a 60 del siglo XX. Insultos despectivos de gente que de cultura tiene poco y que no distingue la ficción de la realidad.
Evita, sin embargo, dejó a un lado una carrera de éxitos para acompañar a Perón y ser la embajadora de los humildes.
Todo lo que no caiga en los cánones de belleza de las clases privilegiadas es tildado de desubicado y de moral dudosa. Se sabe que la cumbia villera fue el oasis cultural del que abrevaron los más humildes para reparar su historia llena de bemoles: sexo, droga, asesinatos, narcomenudeo, etc.
L-Gante habla, entonces, de una realidad tangible que es el resultado de las políticas de Juan Carlos Onganía y un grupo pequeño de oligarcas que cerraron 11 ingenios en 1966. Dichos actos obligaron a un éxodo masivo al 1/4 de la población de la provincia de Tucumán que pasó a conformar la aglomeración de ciudadanas y ciudadanos tucumanxs en los barrios marginados de la CABA, del primer y segundo cordón de ciudades del AMBA, Mar del Plata, Rosario y el propio conglomerado del gran San Miguel de Tucumán.
Esa gente que hoy habla de la cantidad de robos, asaltos, escruches, etc., es la misma que avaló los cierres de los 11 ingenios y el éxodo masivo de 200.000 tucumanos entre 1966 y 1970. Año en el que se produjo el Tucumanazo, tras el cierre del comedor obrero estudiantil. A esto se suma otros eventos claves como el Cordobazo. Tucumán no logró recomponerse jamás de esa violencia y esto dio lugar a la formación armada de diversas organizaciones que trataban de hacer justicia sobre esos actos negados. Y es por ello que la represión policial y la dictadura se inició en 1975 en Tucumán, algo que pocas personas se animan a contar.
Entonces, es comprensible ver que una persona como L-Gante haga vibrar a tantos seguidores en un recital con más de 35.000 personas porque es una pequeña victoria sobre todos esos avasallamientos, por parte de los mismos chetos que lo ven como una afrenta moral a su visión apolínea de vidas alegres de countries, barrios cerrados, dólares ganados por no declarar cuantas toneladas vendieron al exterior, etc.
L-Gante es un símbolo. John C es otro. Yo mismo, incluso.
Nosotros somos las metáforas que crecimos en la marginalidad y ahora queremos ser flores y mostrar matices que llenen de felicidad y belleza las caras de los nenes y nenas a los que les falta de todo.
Nosotros lavamos nuestras patas en la fuente y nos vestimos elegantes porque vamos de los barrios al universo. Somos la fuerza del trueno. Vos sabés. Ya supiste. Corta.