“El mono en el remolino” de Selva Almada
Por Analía Ávila
Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y lo llevaba, pero se le enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos.
Ahí estábamos, por irnos y no.
(Zama de Antonio Di Benedetto)
El mono en el remolino es el nuevo y original libro de la escritora entrerriana Selva Almada publicado por editorial Random House, que llegó en septiembre a las librerías. De formato pequeño, reúne en sus 93 páginas las notas del rodaje de Zama de la directora Lucrecia Martel, la esperada película que se estrenará en los cines del país el 28 de septiembre. El film está inspirado en la novela homónima de 1956, obra maestra del escritor y periodista Antonio Di Benedetto.
Entrevistada por Agencia Paco Urondo, Selva contó cómo fue la propuesta para escribir el libro: “La idea fue de los productores de la película, yo justo había estado trabajando con Lucrecia en otra cosa, nos habíamos conocido hacía poco y ella les propuso que me lo ofrecieran a mí. Me gustó la idea porque admiro muchísimo su trabajo y había leído Zama, que me había encantado y además nunca había estado en el rodaje de una película. Y lo que más me entusiasmó fue que iba a poder hacer lo que quisiera, había un margen de libertad absoluta, era ir, mirar y después escribir lo que a mí se me ocurriera. No podía ir los dos meses y medio que duraba el rodaje, así que estuve un tiempo en Formosa y otro en Corrientes”.
La escritora reveló detalles del proceso de escritura de El mono en el remolino; en un principio había pensado en un libro de entrevistas o en hablar de los dos proyectos de filmación de Zama, el del cineasta Nicolás Sarquís de los años 80 que quedó inconcluso y el de Lucrecia. Como no pudo reunir el material que le interesaba empezó a revisar las notas y entrevistas que había hecho. Se atrevió entonces a la idea de una crónica en tercera persona donde la cronista no apareciera, a la manera de viñetas, con un tono lírico y atravesada más por las sensaciones que por las acciones.
El libro de Selva reúne notas muy breves que funcionan como relatos, pequeñas prosas poéticas, también un monólogo y escenas reescritas con mínimas variantes, para copiar lo que sucede cuando se repiten tomas en un rodaje; todos son apuntes de los alrededores de la película. En sus páginas aparecen el calor y el barro, los insectos, el río Paraná, pueblos fantasma transformados en escenografía, el trabajo de casting, las comunidades quom y pilagá, guaraníes, haitianos, cementerios domésticos, vecinos que curiosean en el set de filmación, una anciana ciega, el templo de San La Muerte, un pastor evangelista.
El gesto de Almada fue detener su mirada en los márgenes del rodaje, en las comunidades aborígenes y también en la interacción entre las personas del lugar, sobre todo en Corrientes donde se filmó en dos pueblos muy pequeños. Ver qué le pasaba a la gente cuando llegaba el equipo de rodaje, si se interesaba o no: “Fui a buscar lo otro, que era lo que en definitiva siempre me interesa, que tiene que ver más con los mundos marginales. Acá están las luces del set, pero ¿qué pasa afuera de eso? Pensaba en esa gente que está actuando en una película y que nunca fue al cine.” La escritora contó que los actores de las comunidades muchas veces son extras, la gente que acompaña a Zama en esta expedición. Son parte del montón más que un personaje, como un cuerpo orgánico, distinto a un personaje que tiene una determinada función dentro de la trama, y eso le llamó la atención.
“Una anciana quom llegó decidida al casting. En el barrio casi no hay viejos: la gente muere antes a causa de la mala alimentación, la pobreza y las enfermedades. Ella es una de las pocas sobrevivientes”, narra la escritora en El mono en el remolino, y visibiliza el drama de las comunidades aborígenes.
Se destaca un texto en el que Selva le da voz a Teresa Rivero, es más extenso que los demás y está en primera persona. Una especie de monólogo que es el registro de la palabra de ella contando su vida. Teresa es una referente dentro del barrio Nam Quom, en Formosa, dirige un comedor comunitario y su marido fue cacique varias veces: “Tuvimos una charla muy larga y cuando desgrabé ese material, me pareció que había ahí una cadencia, un ritmo en cómo ella contaba y construía las frases que me encantaba, me parecía súper potente, duro pero al mismo tiempo muy poético. Hay intervenciones mías pero son mínimas, más que nada fue para seleccionar qué iba. Hay un montón de cosas que tienen que ver no solo con ser quom sino con ser una mujer quom y con ser una mujer, que me interesaron en ese discurso y que quise rescatar de ahí”, explicó la escritora.
Otro de las notas cuenta la historia de Miriam y Chiche, una pareja que no participaba de la película pero que iba a charlar con los actores. Ellos querían irse del pueblo de Derqui desde hacía mucho tiempo, pero sus proyectos se frustraban y no conseguían volver a Santa Fe. “Había ahí algo como de Diego de Zama. Era como que el espíritu de Zama lo contaminaba todo”, admitió Almada.
El título del libro de Selva es un hallazgo, lleva al inicio de la novela de Di Benedetto. Así lo explicó la escritora: “Parecía como que todo estuviese empapado, inmerso en ese remolino, también por eso el título era un poco esa escena que está al comienzo de Zama, que me parece magistral porque es como la síntesis de la novela, el corazón de la novela puesto en la primera página”.