El poder de la palabra en “Soy toda oídos”, de Kim Hye-jin
¿Alguien sabe cuánto puede una palabra?
No hay nada de lo dicho que no tenga una finalidad. El encuentro con otros siempre modifica. El lenguaje impregna como un sello, para siempre, igual que una cicatriz o que un tatuaje.
¿Sabemos el peso de una palabra o acaso el efecto que podemos generar en otros/as?
Soy toda oídos, de Kim Hye-jin, editado por Fiordo en Argentina, habla de eso.
Penetra en los intersticios del lenguaje. Desmonta una red compleja de significados. Desglosa lo dicho y lo no dicho con elocuencia.
¿De qué se compone el lenguaje? palabras, gestos, silencios, representaciones sociales.
Este libro es un análisis exhaustivo de los mecanismos que se activan a través de los vínculos, desde las relaciones humanas que incluyen ideología, creencia, comportamientos, emociones hasta la conexión genuina y transparente de humano a animal y viceversa. Aborda el proceso de transformación de un ser por la presencia de otro.
“¿Ha surgido este sentimiento de autocompasión? ¿La vida de los animales callejeros será un excusa para consolarse de la suya propia? alza la voz como si pudiera así espantar los sentimientos que la asedian”.
“¿Será que le da lástima esa criatura pequeña y vulnerable o que se está proyectando a sí misma en el dolor del animal? ¿Será que busca consuelo en ese ser en crisis? No puede descifrarlo”.
Soy toda oídos, de Kim Hye-jin, autora del best seller, Sobre mi hija, es un libro muy profundo donde confluyen distintos géneros discursivos, (literario y epistolar) y se amalgaman en una historia sensible y audaz.
La voz de una narradora es el hilo conductor de una circunstancia desafortunada en la vida de Haesu Im, una terapeuta de televisión, que queda atrapada, víctima de sus propias palabras, en un laberinto del que saldrá airosa gracias al vínculo con una niña y un gato callejero que conoce de manera azarosa en un momento de aislamiento y cancelación.
El proceso de sanación de Haesu es relatado con agudeza, muestra a la protagonista inmersa en una soledad, cargada de introspección y tristeza y en ese camino de oscuridad se revela una rendija por donde entra el sol.
En la intimidad, Haesu hace cartas inconclusas que nunca termina, ni entrega, sin embargo esa práctica se vuelve indispensable para la reconstrucción, como si de alguna manera estos mensajes llegaran a destino por una vía inasible.
Esas cartas son las que también ayudarán al lector/a a descubrir qué hay en la profundidad del iceberg.
Cuando Haesu decide apartarse del mundo y permanecer una temporada alejada de todo su entorno personal y laboral, luego de un conflicto que poco a poco se irá develando, conoce a Sei con quien traza un objetivo común: rescatar a un gatito herido, llamado Sunmu.
“De pronto la mujer se dio cuenta de que entre ella y esta pequeña criatura había
surgido un finísimo vínculo humano y animal. Una conexión en que el poder del lenguaje había perdido su centralidad”.
“Pasa sus jornadas en calma y en silencio.
Si bien esa es la impresión que da si se la observa desde fuera, su interior es un cristal quebradizo que se rompe de un golpe y no se restaura con facilidad. Lo que alguna vez se dañó, no puede volver a su estado original. Aunque lo sabe bien, no pierde la esperanza de recuperar su antiguo temple”.
Soy toda oídos, es un libro que sobre todo nos deja pensando en los modos del lenguaje, en el uso de las palabras, en las operaciones que trabajan en todo acto de comunicación.
Esa será la reinserción a un mundo del cual cambia absolutamente su percepción. Luego de ese vínculo, Haesu no será la misma persona. Volverá a la vida con una mirada, más apacible, más compasiva y más profunda. Aun así, hallará que la belleza está en la simpleza y en la sencillez de lo cotidiano.
“¿Será que el dolor de esa niña ha descubierto su propio interior en ruinas?”
En Soy toda oídos, el pacto con el lector/a es la capacidad de escucha, la disponibilidad para entender el dolor del otro y atender a todo lo que comprende conocer a alguien, a las acciones que conllevan una relación o una práctica profesional: hablar, callar, escuchar y a los tiempos que eso requiere.
Los tópicos del libro corresponden a una gama de múltiples conceptos y emociones, desde la moral, el amor y la amistad al miedo, la cultura de la cancelación, el escarnio y la condena pública. Al mal uso de las redes y de la tecnología a la conciencia crítica y responsabilidad para hablar en los medios. La utilización desmedida de los supuestos y el preconcepto a la culpa y el poder de una disculpa a tiempo.
La narradora con maestría dirime estas nociones y sin juicio las va desentramando por medio de preguntas retóricas que van impactando en el desarrollo de los hechos.
En esta urdimbre las historias de los personajes convergen en espejo y en una suerte de paralelismo se van discurriendo los traumas disímiles y correspondientes a la edad que transitan cada una. Sin saber ambas irán abriendo puertas hasta despojarse de toda creencia para volver a empezar.
Kim Hye-jin se desliza con una cadencia armónica y sutil. Un ritmo acompasado que convoca a admirar cada detalle de lo que acontece. Utiliza magistralmente la metáfora y la metonimia. Las imágenes son haikus que nos invitan a contemplar las hojas del Ginkgo. Kim tiene la capacidad de sintonizar el estado del tiempo con el estado de ánimo de los personajes, los ciclos vitales con los cambios de estación.
Soy toda oídos, es un libro que sobre todo nos deja pensando en los modos del lenguaje, en el uso de las palabras, en las operaciones que trabajan en todo acto de comunicación. ¿Para qué sirven las palabras? ¿Cuál es el poder de la palabra?
“Ahora se da cuenta de que ella misma no era más que un ser humano inundado de palabras que desperdiciaba sin la menor prudencia. Se da cuenta de que nunca se tomó el tiempo de pensar cómo nacían, cómo vivían y hacia dónde iban a morir esas palabras”. Depende de nosotros/as que esa palabra sirva como puente o como fusil.