Entre el gesto lúdico y la herida profunda: “Lorca, el teatro bajo la arena”

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    Lorca, el teatro bajo la arena
    Foto: Estudio Levin
TEATRO

Entre el gesto lúdico y la herida profunda: “Lorca, el teatro bajo la arena”

13 Abril 2025

¿Cuántas veces se ha hablado ya de Federico García Lorca? ¿Cuántas puestas en escena recorrieron el mundo con su nombre como bandera? Acercarse hoy a su figura desde una nueva mirada es, al menos, un desafío complejo. Para decir algo distinto, algo que conmueva o deslumbre sin repetir fórmulas conocidas, hace falta conocer profundamente al autor. Hace falta, también, un gesto de riesgo: apostar por una mirada que no se limite al homenaje ni a la repetición.

Una obra de teatro puede sorprender por lo que dice… o por lo que calla. Puede dejarnos en jaque, desarmar certezas, abrir preguntas. Y aun así, ofrecernos algo revelador: una emoción inesperada, una imagen que se nos cuela aun cuando ya nos fuimos del teatro.

 Lorca, el teatro bajo la arena cumple con todo eso. Se sostiene sobre un equilibrio delicado entre el humor y las emociones inexplicables, entre el gesto lúdico y la herida profunda. Porque el humor, cuando está bien trabajado, puede ser también una trampa sutil: nos hace reír a carcajadas y, de repente, nos deja al descubierto con una lágrima. Esa es una de las virtudes de esta obra: logra conmovernos sin solemnidad, sin subrayados.

Esta obra también es una crítica velada al mundo académico y su pretensión de encerrar el saber en formas rígidas. Dos investigadoras argentinas disertan sobre la obra de Federico García Lorca. Allí, sobre la arena de una plaza de toros, formulan acaloradamente diferentes versiones sobre la vida y la producción del poeta granadino: sus piezas canónicas, sus declaraciones, sus textos malditos. Una de ellas elige para disertar “El público”, un trabajo no muy conocido de Lorca, o debo confesar que yo no la conocía hasta después de la obra.

Los dramaturgos de Lorca, el teatro bajo la arena, Mariano Llinás y Laura Paredes (quien además dirige la obra), eligen poner en palabras ese texto, no otro: El público. En vida de Lorca fue una obra maldita. Inconclusa, censurada, incómoda para su época -y aún para la nuestra-, lo dice una de las actrices en escena, ese libro se sumerge en las profundidades del deseo, la identidad, la máscara y el amor que no puede decir su nombre. Hablar de ese texto es hablar del Lorca más crudo, más libre, más político en el sentido vital del término.

Esta obra tiene la esencia del surrealismo. Se anima a exclamar: “¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro!”, grita uno de los personajes de El público. Una frase que para esta época es, por mucho, la más acertada. Sus actores y actrices (Manuel Attwell, Claudia Cantero, Agustin Gagliardi, Nicolás Levín, María Inés Sancerni) se sumergen en un mundo metateatral, es decir, su forma de relatar juega entre la ficción y la realidad, rompiendo la frontera entre ambas. Destruye el teatro tradicional, el del autor detrás de la máscara.

Los textos de Federico tan cargados de ternura, de vida, de memoria, son aquí el punto de partida de un viaje sensible. La obra no pretende imitarlo ni ilustrarlo, o quizá, por no tener esa pretensión, lo hace a la perfección: dialoga con su mundo desde una sensibilidad actual, dejando que la emoción irrumpa sin previo aviso, como una ola que arrastra lo dicho y lo no dicho.

Lorca, el teatro bajo la arena no solo habla de Lorca. Nos invita, sobre todo, a vivir con Lorca. Y en ese gesto —valiente, poético, político— nos recuerda que el teatro tiene la magia de acercarnos a lo esencial: a sentir su pulso, su miedo, su deseo y su incansable amor a la humanidad, pero no de forma ingenua ni edulcorada. Por eso, su sensibilidad no era sólo estética, sino ética.

Como dice Jean-Paul Sartre: “Ser quienes queremos ser no es fácil. Requiere actuar en coherencia con nuestras elecciones, aunque implique contradicciones o miedo. No hay un destino escrito, sino la posibilidad constante de reinventarnos”.

Una obra que nos reinventa y nos muestra otra mirada para ver a Lorca desde lo profundo. Nos reinventa y nos ofrece otra mirada para ver a Lorca desde lo profundo. Lorca siempre vivió la vida que es suya. Por eso podía ver al toro en el torero.

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Lorca, el teatro bajo la arena
Foto; Sandra Cartasso