Galperín y los desafinados o la tierra para todos
Por Matías Cambiaggi | Foto: Carlos D. Pérez
¿Ley de gravedad?
Si el Coronavirus empujó entre otras cuestiones, pronósticos como el de Zizek que lo identificaban con un golpe mortal al capitalismo, la defensa de una franja social a la política laboral esclavista de Mariano Galperín, Ceo de Mercado Libre, tras los bloqueos del sindicato que defiende a sus trabajadores, debería llevarnos más bien, a la incómoda pregunta sobre ¿qué tan detrás dejamos al macrismo o a aquello que lo hizo posible?
En los bares que desde hace meses custodian telarañas, muchos podrían preguntarse sobre tales encrucijadas: ¿Por qué debe ser tolerado que los hombres y mujeres de a pie resignen condiciones de vida, mientras los más ricos, como el propio Galperín, se enriquecen a una velocidad aún mayor que en tiempos apacibles? ¿Cómo puede ser que tantos se identifiquen con los flexibilizadores?
Pero hay también otras preguntas urgentes y con distanciamiento social:
¿Hay que aceptar como una fatalidad subrayada por la pandemia que Paolo Rocca se imagine el quinto Beatle?
¿Se trata de una carrera solista el lanzamiento permanente del hit mano dura de Berni?
La justa siempre se canta en coro. Y si no que alguien se atreva a encontrar la hinchada que desafine. Por eso hay también, espacio para la sorpresa y las buenas noticias.
Una historia al paso que desafía la caída
Había una vez en nuestro país, una necesidad apremiante entre tantas otras y que aún se escribe en tiempo presente: la del acceso a la tierra.
Si bien hubo un tiempo en el que las tierras fueron de todos los que desde siempre vivieron en ellas, tras la conquista del “desierto”, fueron sólo de quienes las alambraron y más tarde, de cada vez menos, sin que el Estado, bajo cualquiera de sus formas, ya sea la inclusiva o la expulsiva, pudiera desandar este camino.
La reforma agraria que durante el ascenso de la burguesía fue una bandera revolucionaria en los países que nuestros burgueses siempre citan como modelo, en Argentina, incluso a diferencia de lo que sucedió en buena parte de Latinoamérica, fue un imposible sobre el que se sentaron los dueños de la tierra para gritar después “sanseacabó”.
La historia negra de la tierra en pocas manos tiene muchos capítulos interesantes, incluso algunos inolvidables, pero se sabe, el final, de no cambiar nada, termina mal y con consecuencias ruinosas para el país y el conjunto de la sociedad.
Elige tu propia aventura
La Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), los mismos del Verdurazo en tiempos de Macri, desde hace tiempo eligieron un camino distinto sin sentarse a esperar la distribución solidaria de manos de los egoístas, y una de las respuestas que vienen ensayando desde hace algunos años es la organización de colonias agrícolas para dar respuesta a los agricultores extenuados de trabajar de sol a sol por monedas, pero también para desafiar el modelo agrícola sostenido por las multinacionales con sus semillas transgénicas, pesticidas y fumigadores con baja expectativa de vida.
El camino de las colonias agroecológicas como propuesta de política pública por parte de la UTT empezó en 2014 con presentaciones de proyectos al Estado, siguió con cortes y acampes y más tarde se decidió con una toma que, tiempo después, con las evidencias de un éxito, y los festejos de un nuevo aniversario, relató de este modo Nahuel Levaggi:
“Cuando las promesas de tierras tardaban y no sucedían, el pueblo organizado, y por asambleas decide la toma de las tierras que nos habían prometido. Y lo que eran sólo héctareas de monte hoy se transformaron en pura vida, alimento sano, dignidad”.
Horror de las almas bellas, los hechos de fuerza también construyen políticas sociales, o son políticas sociales de hecho, cuando nacen desde abajo y con fuerza.
La toma se volvió “Colonia agroecológica 20 de junio”, y tuvo como mérito saber encontrar los caminos para estabilizarse, mostrar sus ventajas como modelo productivo viable y después negociar con el Estado el apoyo necesario para que ganen todos. También construir la confianza de los vecinos del lugar que desconfiaban de los desconocidos y desconocidas que llegaban con la promesa de aportar trabajo a la comunidad y alimento sano para llevar a las mesas.
A aquella experiencia le siguieron otras a las que ahora, la noticia, es que se les va a sumar un nuevo desafío.
Que florezcan mil Tapalqué
A 278 km de la ciudad de Buenos Aires, en la ciudad de Tapalqué, el intendente de la ciudad, Gustavo Cocconi, se hizo las preguntas que pueden cambiarlo todo si otros siguen su ejemplo:
“¿Cuál es la lógica de que los tapalquenses, compremos frutas y verduras que recorren más de 400 km hasta nuestras mesas, paguemos el sobreprecio de los fletes y nos intoxiquemos de agrotóxicos, si todo lo que consumimos se puede producir en nuestra propia ciudad de forma más sana, rápida y barata?”.
La lógica es amiga de lo bueno, pero la inercia para los temerosos, a veces es una fuerza más potente que la gravedad.
En Tapalqué se animan, y también se animaron el responsable de la gobernación y del ejecutivo nacional y por eso, ya se encuentra en marcha el proyecto de trasladar a varias familias de quinteros de la zona de Florencia Varela para que repitan una experiencia que ya demostró sus buenos resultados y que, por eso, de tomarse como ejemplo que multiplique, puede ser una de las mejores noticias desde la recuperación del gobierno popular que aún necesita de mayores concreciones para hacer honor a su título.
Queda también, la necesidad de dar la lucha por el sentido de estas políticas y de los distintos modelos en pugna: el productivo, por un lado, pero también el de la identificación popular, por otro para que nadie se imagine que, por comprar por Mercado Libre, pueda aspirar a gritar los goles abrazado a sus verdugos.