Germán Pontoriero: “Siempre estuve en la búsqueda de la libertad”
Fotos: Mariana Fossati
Por Salvador "lole" García
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo llegaste a la música?
Germán Pontoriero: Mi viejo era un apasionado de la música. Tenía un oído cuadrado pero mucho amor por la música y se compró un winkofon. Mi viejo era empleado de Entel, de clase media baja y todos los viernes traía a casa un disco chiquito o un Long Play con todo tipo de música: los Beatles, Santana, Mercedes Sosa, Tom Jobim, Vinicius de Moraes, Edmundo Rivero. Música de géneros muy variados. Me empecé a sentir seducido por esa música que escuchaba con él.
APU: Llegarías a la altura del winko
GP: Si, tendría seis o siete años. Me empezaron a gustar esos sonidos, lo que pasaba adentro de ese aparato. Y quise imitarlos, poder hacerlo yo. Entonces les pedí que me compraran una guitarra y me mandaran a un profesor de música. Con todo el esfuerzo pudieron hacerlo y ahí empecé con una guitarra criolla. A los diez años ya formaba parte de un grupo folclórico del colegio. En ese tiempo existía algo que se llamó “El club de los campeoncitos” que había sido creado por Eva Perón donde participaban las expresiones artísticas de diferentes colegios. Íbamos a peñas y a otros colegios a cantar. Luego, a los 17 años, ya empecé a trabajar como músico profesional tocando el bajo.
APU: ¿Por qué el bajo?
GP: Primero fue por una cuestión de comodidad. De adolescente me dije “la guitarra es muy difícil, con dos cuerdas menos va a ser más fácil”, después me di cuenta de que sacarle dos cuerdas lo hacía un poco más complicado (risas). También empecé a escuchar a otros bajistas. Escuché Yes y me gustó Chris Squire, Emerson Lake and Palmer, Pastorius, grupos donde los bajistas tenían un rol preponderante. De ahí tomé el bajo como instrumento principal y después empecé a trabajar acompañando a músicos que ya eran conocidos en esa época, como Amelita Baltar, Marikena Monti. Más tarde con Antonio Tarragó Ross y Rodolfo Mederos en el 83, en el período de transición a la democracia, cuando se comienza a armar una movida entre los que volvían del exilio y los que estaban exiliados internamente en Argentina.
APU: ¿En qué barrio vivías?
GP: En Flores.
APU: Aparece una escena de apertura, ¿cómo se vivía ese momento de la historia como músico?
GP: Espectacular, porque se empezaban a romper moldes del folclor, del rock, del tango como compartimentos estancos. Se empezaba a quebrar –de buena manera– como para incorporar instrumentos, sonidos y otras formas de interpretar de otros géneros. Todo se estaba fusionando, sin que la resultante fuese “música de fusión”. ¡Eran las ganas de compartir entre todos! En mi caso, uno de los lugares donde más se desarrolló eso fue en la vieja Trastienda que quedaba en Thames y Gorriti. Se compartían shows. Yo tenía un grupo en ese momento con el gran pianista Oscar Laigera, e invitábamos a tocar a Mederos o a Antonio Terragó y luego Antonio me llamaba a mí para tocar con él. También es un momento donde llega la trova rosarina. Habían muchas ganas de salir de la oscuridad. Pensá que veníamos de la dictadura, de siete años muy golpeados.
APU: ¿Habían espacios donde tocar?
GP: Se estaban empezando a abrir. Habían muchos festivales. Y bueno, con la llegada de la democracia vino toda una movida dentro del rock que tenía que ver con lo festivo y creo que Miguel Abuelo un poco trajo esa veta. Ahí armé el grupo Personajes Urbanos, que era de pop rock. Si bien habían letras que intentaban decir algo, la música siempre estaba puesta en función de poder bailar. Ahí tuve mi primer contrato discográfico y me dediqué a mi proyecto personal. Después se pudrió todo porque vino la híperinflación de Alfonsín, las discográficas no querían sacar un disco y los músicos quedamos medio colgados. Sólo quedaron los más importantes.
APU: En tu último disco, Impostergable, hay mucha fusión, de abrir los temas y revisitarlos desde otros lugares no clásicos. Esas inquietudes estuvieron en vos desde los años 80.
GP: Yo creo que sí y es parte de mi ADN. Me cuesta mucho atarme a parámetros estrictos. Es decir, si tengo que leer una partitura como músico profesional para tocar lo que está escrito lo voy a hacer. Y si tengo la posibilidad de jugar sobre eso voy a jugar para darle mi tinte personal que es lo que me divierte de la música: poder salir de compartimentos estructurados. O elegir, a veces esos compartimentos son lugares cómodos para sentirse contenido y empezar a trabajar, pero sin la rigidez, con la libertad de poder volar hacia donde el sentimiento te lleve. Para mí la música es eso, una expresión de sentimientos. Así que sí, siempre estuve en la búsqueda de la libertad y un poco eso sintetiza mi camino.
APU: Y en esa búsqueda de la libertad, ¿cómo llega la música uruguaya?
GP: Vino a través de los tambores. Me adentré con los tambores africanos. Después me empezó a interesar más lo rioplatense y el candombe. Entonces me puse a tocar en una comparsa de candombe (Kumbambantu). Empecé a estudiar porque cada barrio y cada comparsa tiene su toque específico. Estuve como cinco o seis años saliendo en las llamadas de San Telmo y tocando con ellos. Eso me volvió a poner en la música rioplatense, pero desde la búsqueda de la raíz negra del tango y la milonga, que muchas veces fue invisibilizada. Por eso me gustó trabajar sobre los temas de Alberto Castillo, candombes, milongas uruguayas. Después dejé de tocar los tambores, en parte porque cambié mi estilo de vida –paso un tiempo de la semana en el campo- y en parte porque terminaba con los dedos hechos pelota. Era un poco incompatible con tocar el bajo.
APU: ¿Cómo ves el escenario actual en cuanto a los espacios para presentar música como la que vos proponés?
GP: Cada vez está más cerrado. En la ciudad de Buenos Aires hubo muchos cierres por falta de habilitaciones que no responden a la realidad ni cultural ni social. Los centros culturales del Estado están manejados con una línea muy concreta que hace que determinadas expresiones no tengan espacio porque “no hay lugar”. Cuando te comunicás te dicen “tenemos todo cubierto”. Quedan algunos reductos culturales privados como Cusca Risun donde voy a presentar el disco. A todo esto le afecta la situación económica que para la gente que está pensando en cómo pagar las tarifas, pagar una entrada se le hace difícil. Se le hace un tema secundario, postergable. Los festivales tampoco son tantos como para todas las propuestas artísticas que hay. Porque hay muchas propuestas artísticas y eso es lo bueno, que a pesar de no haber tantos espacios que nos permitan vivir de esto, siguen habiendo muchas propuestas. Hay una pulsión inherente del artistas, de mostrar la propuesta donde sea y si mañana tiene que ser en el medio de la calle, será en el medio de la calle. Es fundamental que no callen voces.
APU: Este nuevo disco, ¿salda una deuda con cosas que querías decir?
GP: Tal cual. Hay cosas que siento que no pueden esperar. Y no tienen que ser de una gran profundidad, sino de una motivación. Hay cosas que quiero cantar y necesito hacer esa catarsis hoy.
APU: ¿Cómo fue la selección de temas?
GP: Fue desde el sentimiento. En el disco hay cuatro temas propios. En relación a los temas que no me pertenecen, todos tienen un hilo conductor con alguna historia personal, ya sea porque haya conocido a los autores, a los intérpretes, o sólo por la emoción que me produce su letra o su música. Me tiene que producir algo cuando lo interpreto, se me tiene que poner la piel de gallina, si no es así, no me está diciendo nada o yo no estoy diciendo nada. Ese es un primer filtro. Por otro lado, como compositor decidí tomar esos temas e interpretarlos como si fuesen míos.
APU: ¿Cómo fue la grabación del disco?
GP: Hay muchas formaciones. Está casi todo en vivo. Lo que sí, en las que toco el bajo y canto, les regrabé la percusión luego.
APU: Uno de los temas que elegiste, "Tamborilero", fue grabado en los años 50 por Osvaldo Fresedo pero no es muy conocido ¿cómo llegaste a ese tema?
GP: Por esto que te contaba sobre la investigación de la raíz negra del tango. Me llevó a buscar interpretaciones con tambor y Fresedo usaba esas percusiones. Cuando lo escuché me encantó. El compositor está en constante búsqueda y en esa búsqueda se encuentra con elementos que los puede incorporar, ¿por qué no? Y Fresedo los incorporaba. Así se incorporó el bandoneón al tango, que no existía en la guardia vieja, solo el clarinete como instrumento melódico. ¿Vamos a coartar cada paso nuevo por si es o no aceptado? ¿quién tiene la potestad de decidirlo? Alberto Castillo también utiliza los tambores en temas que son más milonga candombe y le da otra impronta al tango.
APU: ¿Cómo va a ser la presentación del disco en Cusca Risun?
GP: Va a ser con un lindo grupo. Ignacio Santos en bandoneón, Miguel Villaveiran en batería, Florencia Mur en percusión,y como artistas invitadas, Marisa Otero cantando y el Pata Corvani en percusión.
Germán Pontoriero se presenta el sábado 19 de mayo, 21 h, en Cusca Risun (Pasaje San Lorenzo 365, San Telmo). Reservas al 11-30749405. Entrada $150