Imágenes de Néstor en su visita al Pozo de Vargas: entre presencias y ausencias
Por Andrés Sebastián Romano (arqueólogo) miembro del CAMIT y el ISES/CONICET | Fotos: Archivo del CAMIT
Por decisión del autor el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Para Roland Barthes (La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Barcelona, Ediciones Paidós, 1994) la fotografía tiene el poder de constatar “esto que ha sido”. Es decir, una fotografía es “un certificado de presencia”. Hoy, a 10 años de la partida física del querido Néstor Kirchner, vuelvo a revisar sus fotografías. Algunas de ellas son muy especiales -al menos para mí- y fueron tomadas el último día de septiembre del año 2003. En esa oportunidad, el compañero Néstor nos visitó en el Pozo de Vargas. En esa visita, desde el borde del pozo, Néstor entregó un ramo de flores para luego continuar su marcha en tren hacia los talleres ferroviarios de Tafí Viejo, no sin antes revelar su deseo: “Que este espacio se convierta en un lugar de conciencia nacional, de memoria y justicia, para que la Argentina pueda dar las vueltas que tiene que dar para volver a ser la Argentina de todos los argentinos" (según consta en mi libreta de campo, una especie de bitácora con anotaciones).
Sin embargo, en arqueología nos acostumbramos a relacionarnos con las ausencias. El registro material sobre el cual construimos nuestros relatos está plagado de ellas. Y estas fotografías lo demuestran. Porque detrás de la imagen impresa, de la presencia, subyacen otras imágenes más potentes, las de la memoria.
En este sentido, las fotografías tomadas ese día de septiembre recuerdan; a los que estuvimos presentes, la imagen de un hombre común… cumpliendo con una tarea extraordinaria: ser el presidente de todos y todas los argentinos, para poner de pie a nuestra querida nación. Las imágenes en su contexto, exhiben un hombre, muy cercano y en comunión con su pueblo. La memoria me recuerda a un compañero que, a cada paso se detenía para saludar a cada persona presente, parecía buscar su calor y sus caricias, para continuar la marcha. Pero, también se podía observar un presidente con fuertes convicciones.
Esta imagen de compromiso y militancia se fue moldeando durante todo su mandato. Tomó mayor forma cuando, unos meses después, ordenó bajar los cuadros de los genocidas y pedir perdón a las víctimas en nombre del Estado argentino. Cuando, sin odio alguno ni espíritu de revancha, se encargó de que se deroguen las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; con la intención de favorecer la reapertura de los procesos judiciales contra los genocidas y sus cómplices. En las imágenes se puede ver al hombre que abrazó a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, quienes lo definieron como “uno de sus hijos”.
En el Pozo de Vargas pudimos ver –y las fotos lo certifican- el Presidente que visitó esta fosa de inhumación clandestina, y eso fue como una luz, una clara señal. Indicaba que este no era un pozo más. El pozo de Vargas era mucho más que eso.
En los 17 años posteriores a la visita de Néstor, el pozo continuó aportando evidencias, “pruebas” materiales del genocidio. Del interior profundo de esta construcción subterránea, los miembros del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (CAMIT) hemos logrado recuperar una parte de nuestra historia. Como consecuencia de esto, 113 compañeros/as víctimas de la última dictadura cívico-militar argentina pudieron recuperar su identidad (análisis genéticos realizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense -EAAF-), hacerse presentes. Mientras tanto, otras decenas de identidades siguen ausentes, a la espera de ser confirmadas por la Iniciativa Latinoamericana de Identificación de personas víctimas de violaciones a los Derechos Humanos (ILID-EAAF).
El CAMIT intenta recuperar y hacer presentes las “historias de vida” de las victimas halladas en el Pozo. Frente a esto, basados en la presencia de restos de la indumentaria y otras evidencias materiales, intentamos reconstruir los sucesos y la trayectoria de las víctimas, desde su secuestro hasta su inhumación clandestina en el Pozo de Vargas.
Hoy, el recuerdo de Néstor sigue más vigente que nunca. Y las flores dejadas hace 17 años son árboles que los familiares de las víctimas fueron plantando en las cercanías al Pozo. Ese lugar ya no es solo un “pozo” en una finca, es un espacio para la Memoria, por la Verdad y la Justica.
Cada tanto me gusta pensar que Néstor se fue con el pañuelo blanco que las Madres y Abuelas le entregaron y está buscando a las 30 mil personas que faltan y a los nietos apropiados, que siguen ausentes. Para regresar y estar presente en cada compañero/a que recobra su identidad y vuelve con sus seres queridos. Néstor vuelve a estar presente en cada uno de ellos.