Infancias y culturas indígenas: entrevista a Antonella Santín

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Infancias y culturas indígenas: entrevista a Antonella Santín

07 Febrero 2021

Por Ciela Asad

Por decisión de la entrevistada, el artículo contiene lenguaje inclusivo.

“…Piececitos de niño/ dos joyitas sufrientes

    ¡como pasan sin veros/ las gentes!”

Gabriela Mistral

APU: Antonella, gracias por aceptar esta entrevista. Me interesa tu experiencia de joven viajera y de profesional. Para empezar quisiera saber qué mirada prima a la hora de viajar sin rumbo fijo, qué planes tenías, y si se modificaron esos planes, con qué tuvo que ver...

Antonella Santín: Salí de viaje con el fin de cumplir un sueño que hace tiempo estaba presente en mí, como encuentro y búsqueda de mi misma, como desafío personal, con la intención de hacerlo “sola” aunque siempre estuve sostenida por mi amada red y les viajeres y hermosas personas que me crucé en el camino y que lo hicieron posible (y con quienes, todes, estoy agradecidísima). Nunca hubo demasiado plan, fue todo construido en el camino, guiado por el sentir, valorando el presente y sorprendida por la espontaneidad de los sucesos y encuentros. En principio, la ruta empezó en México, siguió con un leve acercamiento a la cultura Cubana, continuó en Perú y se profundizó en Ecuador y Colombia. Primeramente estuve acompañada por preciadas amistades, pero el viaje profundo empezó cuando habité mi soledad. A medida que fui transitando y a partir de precisas recomendaciones de compañeres viajeres y de las redes sociales, me enteré que había una forma de viajar muy interesante que era a través de realizar voluntariados, es decir, trabajo a cambio de alojamiento y comida. De a poco, me fui acercando a la idea y conectando con el deseo de que el viaje no tenía solo objetivos individuales, si no que era fundamental para mí poder intercambiar, participar, aportar y aprender de experiencias grupales y/o comunitarias, de otras perspectivas de vida y organización que sabía, iban a ser irreemplazables. En este aspecto, creo que no cambiaron los planes, sino más bien se amplió la mirada, y como parte del proceso, respondió a las motivaciones personales y a la vez, a lo rico de las diversas cosmovisiones de vida que una se encuentra cuando está en constante movimiento y empieza a conocer en mayor profundidad cada región de nuestra América.

APU: ¿Cómo viviste la inmersión en las distintas comunidades? Imagino que conectaste con partes tuyas conocidas y otras más ocultas.

A.S.: Yo creo, en general, que cada persona se vincula desde todas las partes de sí misme, desde todas sus fases y aspectos que hacen parte de cada quien. En mi caso, tanto en el viaje como en la vida en general, siempre intento involucrarme con el otre desde la sinceridad de todo lo que soy, pero claro que en el camino recorrido, fui conectando con diversas necesidades propias y del entorno, en la búsqueda de acercarme y vivir de cada manera que el contexto comunitario me invitaba a vivir. Una especie de trabajo antropológico para encarnarlo de cerca, habitarlo, aprender apropiándome de lo que aporta, dejar lo pequeño que puedo decir/pensar/hacer y a la vez, generar preguntas a modo de cuestionamientos de la realidad junto con eses otres.

APU: ¿En qué comunidades estuviste como voluntaria?

A.S.: Como voluntaria estuve en zonas rurales, en la comunidad Tawasap de la etnia Shuar en el sur de la Amazonía Ecuatoriana; en la comunidad Misak ubicada en Silvia, zona sur andina de Colombia; en la Ranchería “Loma Fresca” de la etnia Wayúu en La Guajira y finalmente en la Amazonia Colombiana, en una Maloca indígena witoto-cocama en la Ciudad de Leticia y en la comunidad cocama-ticuna 7 de Agosto, ubicada en el Municipio de Puerto Nariño.

APU: ¿Qué te sorprendió, qué te conmovió?

A.S.: Aunque internamente lo esperaba, me sorprendieron los niveles de organización, las historias de lucha, las perspectivas de vida y las cosmovisiones que abrazan y respaldan saberes ancestrales tan valiosos para las propias comunidades y para la humanidad entera. Me sentí una privilegiada de poder escuchar tantas historias, lo valoré muchísimo.

Me conmovió en las niñeces indígenas la sabiduría espontánea e innata en los diálogos entablados, la capacidad de observación de lo sutil, la conexión con el entorno, la apertura y calidez de esos brazos abiertos a jugar con lo que haya y sin descanso con una desconocida, la alegría demostrada en las sonrisas de eses pequeñes gigantes al pintarse las caritas de colores, todo un compartir sincero de recíproco disfrute.

APU: En América Latina viven millones de niñes indígenas, la mayoría reside en zonas rurales. Independientemente del territorio en el que habiten, sus condiciones de vida están marcadas por profundas inequidades y continuas violaciones de derechos. ¿Qué necesidades observaste?

A.S.: Prioritariamente vi que hay un limitado y muchas veces casi nulo acceso a la salud, la educación, a la tierra, al hábitat sano, al agua potable, a la autonomía alimentaria, a la información, a las violencias no problematizadas en cuanto a las desigualdades de género entre otras cosas. Hay un Estado ausente que incumple en la garantía de dichos derechos ya que en general las zonas en las que se emplazan las comunidades coinciden con ser los departamentos y municipios más abandonados y con menos presupuesto destinado a cada área. En cuanto a las infancias indígenas, en términos generales y ligado a lo anterior, se observan grandes problemas a partir de los altos niveles de pobreza, la falta de educación, el analfabetismo, la exposición a enfermedades producto de la contaminación ambiental, la precariedad en las viviendas, la pérdida progresiva de las lenguas propias, de la tradición oral y de la identidad indígena a partir de la globalización de la cultura, y el derecho al juego limitado por las tareas de trabajo necesarias para fortalecer los ingresos familiares (a través de, por ejemplo, la pesca).

Infancias que piden ser escuchadas

APU: Cuando hablamos de los Derechos de las infancias, ¿son equiparables a los derechos de las infancias indígenas?

A.S.: Los derechos de los niños y niñas son derechos universales, consagrados en los tratados internacionales a partir de 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la creación en 1989 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño/a. Esto en cuanto a la normativa vigente, pero como siempre, cuando vamos a la realidad tangible y en base a fuentes como la CEPAL y UNICEF [1], vemos que suele haber mayores niveles de privación de derechos en niñes indígenas que en les no indígenas. Esto está vinculado a las desigualdades territoriales y étnicas y a los años de historia de discriminación y exclusión social de los pueblos ancestrales.

En territorio colombiano, vale agregar, que gracias a la lucha de los pueblos, su Constitución, como pocas lo hacen, contempla que las sociedades indígenas puedan operar con sus propias normas en los territorios autónomos, cuestión que en cierto punto se incumple ya que tanto las industrias (lícitas e ilícitas) como las corporaciones y los Estados ingresan a los territorios arrasando con los recursos naturales y apropiándose de las tierras originarias impulsados por sus intereses lucrativos. Mientras que, por otro lado y respecto a las niñeces, los gobiernos locales, regionales y nacionales no invierten presupuesto para garantizar el acceso a los servicios básicos (como lo son la salud, la educación y la vivienda prioritariamente) y menos que menos generan acciones de acompañamiento integral a esta población.

APU: ¿Qué acciones emprendiste?

En principio me inserté como voluntaria ofreciéndome para colaborar en las tareas que cada comunidad venía desarrollando, como fue participar en el Plan de Descontaminación y deforestación del Amazonas en la Selva Ecuatoriana o en el Programa de Comunicación del Resguardo Indígena de Guambía. Luego pasé a apoyar las actividades docentes en las escuelas rurales de la costa y la amazonía colombiana a través de instancias recreativas y sobre todo, el compartirnos un momento de encuentro con les niñes a través de un cuento tradicional conocido por todes como es “Caperucita roja” pero con algunas modificaciones y desde la versión de la Editorial Chirimbote. Desde una perspectiva de género y a través del arte como herramienta, la idea fue generar una propuesta educativa que fomente el cuidado respetuoso de los vínculos y el medio ambiente, promoviendo la crianza y la educación en libertad, el empoderamiento de las niñeces en la búsqueda de los deseos y los sueños propios (haciendo principal énfasis en el posicionamiento social de las niñas), siempre en construcción colectiva con les otres.

APU: Con el neoliberalismo las infancias se ven más vulneradas.

A.S.: En los últimos años, en toda la región se ha agudizado el privilegio del mercado (como regulador de las relaciones sociales) por sobre el rol del Estado (como garante de derechos), lo cual supone un ajuste generalizado en salud, educación, vivienda y en los programas sociales de inclusión, entre otras áreas, dejando de ver a las políticas públicas como inversión necesaria para paliar las desigualdades producto de la propia concentración de la riqueza, para pasar a verlas como gasto público innecesario que debe ser achicado, en el marco de políticas económicas de endeudamiento con entidades internacionales que buscan generar dependencia y solicitan la aplicación de paquetes de ajuste en nuestros países. Estos modelos de Estado impactan de manera directa en el rol y la importancia que ocupan las infancias en nuestras sociedades, su manera de concebirlas y de acompañar el crecimiento de las niñeces.

APU: Esto sin duda se vincula con el modelo hegemónico de niñez, que en la práctica suele cosificar a los niños y niñas, considerados como un tipo de personas diferentes, un conjunto aún no integrado a la vida social, relegándolos a “un rol completamente pasivo, más de objeto que de sujetos: Objeto de educación, cuidado, protección, disciplinamiento o de abandono, abuso y explotación” (SZULC, 1999).

A.S.: Tal cual. La niñez y adolescencia siempre ha sido mirada desde una perspectiva adultocéntrica de poder, concebida y construida históricamente como inferior o incapaz. De hecho, es desde el siglo XVI que se comprende a les niñes como sujetos necesitades de cuidados especiales, que no tienen derecho a opinar, decidir o disentir de les mayores, la familia y la escuela (Donzelot, 1990). Pero es recién a partir de 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la adopción en 1989 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (ratificada por Argentina en 1990 e incorporada a la Constitución Nacional en 1994), que se empezaron a cuestionar las viejas ideas y se comenzó a entender a les niñes como sujetos de derechos y ciudadanes actives que hacen parte fundamental de la sociedad.  

APU: En este sentido, solo hace 15 años (2005) en Argentina el Congreso Nacional adecuó la legislación interna a la internacional al sancionar la Ley Nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, lo cual obliga al Estado a generar políticas públicas que consideran la voz de les niñes y adolescentes en tanto sujetos activos y protagonistas del sistema social.

A.S: Exacto. Sabemos igual que más allá de este importante y necesario marco regulatorio, los cambios culturales llevan tiempo y proceso y que los hábitos, los tratos familiares, sociales e institucionales hacia la niñez, deben seguir modificándose hasta lograr erradicar definitivamente cualquier forma de maltrato, violencia y poder coercitivo hacia les niñes siendo sobre todo los Estados los primeros que deben garantizar las oportunidades para hacer cumplir los derechos básicos de les niñes a acceder a una vivienda digna, a una alimentación saludable, a un ambiente limpio, a la salud, la educación, entre otros derechos fundamentales.

APU: El derecho a la educación seguramente es uno de los derechos más vulnerados.

A.S.: Exactamente, las instancias educativas en estas comunidades son pocas, limitadas y se encuentran desbordadas, ya que hay pocxs docentes a cargo de muches niñes, las condiciones edilicias son muy precarias, poseen escasos materiales escolares y no hay presencia del Estado en ningún sentido. A su vez, hay muchos problemas para garantizar la calidad educativa, acompañar las trayectorias e integrar el pasaje de primaria a secundaria, ya que en varias de las comunidades tienen nivel primario pero las secundarias quedan alejadas de los hogares de residencia de les niñes. Hay grandes dificultades para garantizar el acceso y la permanencia de les niñes en el sistema educativo, influenciado también por el déficit en las otras áreas de vida mencionadas (agua potable, salud, vivienda). Más allá de esto, creo que es primordialmente valorable el trabajo que día a día hacen les propixs referentes educativos de estas comunidades, articulando con otras escuelas, con entidades estatales u ONG’s, con red de voluntarixs, para complementar la tarea educativa y seguir avanzando en la garantización de este derecho básico fundamental y de tantos otros.

APU: ¿Hay trabajo real en garantizar una educación respetuosa de las diversidades étnico-culturales que cuente con la participación activa de los pueblos indígenas?

A.S.: La educación en general es una experiencia organizativa autogestionada y autoregulada por les propies maestres de las comunidades. En general, son elles mismes quienes le otorgan la impronta cultural propia a la enseñanza de las infancias, pero se encuentran soles. Mientras, el Estado suele estar ausente en el acompañamiento y la garantía de la interculturalidad necesaria para que les niñes y jóvenes puedan formarse desde los principios de la propia cultura y a la vez tomar elementos que le permitan insertarse en las ciudades; instancia necesaria en general cuando desean asistir e instruirse en las Universidades, cuestión que se vuelve posible en muy pocos casos. Ejemplo de estas experiencias singulares es el sistema de enseñanza Misak-zona sur-andina colombiana, el cual es bilingüe, intercultural y basado en las propias tareas que en la comunidad desarrollan, como son las actividades agropecuarias y el tejido en mostacilla e hilo, entre otras cosas.

APU: ¿Qué diferencia notaste en relación a las diversas comunidades?¿ Cuáles son las variables en cuanto a organización?

A.S.: Cada comunidad posee sus rasgos culturales específicos, sus tradiciones, su historia, sus cosmovisiones y sus maneras de entender el mundo y las infancias, todas igual de valerosas. De todas maneras, en el caso específico de les Indígenas Misak me ha impactado el nivel de organización interna del Cabildo (gobierno autónomo), de lucha, de cuidado y fortalecimiento de sus propias raíces e identidad particular. Tienen sistemas de justicia, salud y educativo propios; en ciertas ocasiones son mixtos, basados fundamentalmente en sus saberes ancestrales pero tomando algunos elementos de los sistemas occidentales. Además, poseen un gran sentido de comunidad, generando mingas entre les vecines para resolver los problemas comunes y organizándose en programas de planificación y ejecución para abordar cada área comunitaria (salud, mujeres, primera infancia, comunicación).

Por otro lado, la influencia del contexto y las determinaciones del entorno configuran las condiciones de vida de cada comunidad. En el caso del pueblo Wayúu en La Guajira, la falta de acceso al agua potable, la sequedad del ambiente producto de las escasas lluvias, las elevadas temperaturas y el impacto de los rayos del sol, hace que las familias deban darse de las estrategias comunitarias para llevar adelante su pervivencia. ¡Y lo hacen con las redes, con el contar con les otres! Como sus tejidos y vestidos inundados de colores, danzan sus alegrías y tristezas en un eterno carnaval.

En el caso de los pueblos amazónicos, la importancia de la medicina natural como vía de encuentro del espíritu, el valor del silencio, la importancia del peso de la palabra y la conexión con la energía de la Madre Selva han sido algunas de las grandes enseñanzas compartidas.

APU: Las vidas cotidianas de les niñes indígenas transcurren en un escenario complejo, atravesado por fuertes tensiones entre actores sociales con intereses contrapuestos. ¿Es así? ¿Podrías describir esas tensiones? ¿Cómo se configura la niñez con estas pujas?

A.S.: Lamentablemente es así, como en todo territorio hay fuertes pujas de poder pero en Colombia esto funciona así especialmente. Por su historia social y política, los contextos de crianza y de vida de las comunidades suelen estar atravesadas y amenazadas por la violencia y el miedo, cuestiones generadas y avaladas por el propio Estado, actor activo que moldea y lucra con esta cruda realidad. Así es que las reglas sobre el territorio las suelen poner los grupos armados, el narcotráfico, las grandes industrias (madereras, mineras, farmacológicas) que llegan a explotar indiscriminadamente los recursos y las tierras que le pertenecen a los pueblos, poniendo en juego la integridad de las comunidades, los ecosistemas, las especies y la biodiversidad (como sucede en la Amazonía). De allí todas las acciones que se desprenden, como son los enfrentamientos entre los propios pueblos, los desplazamientos y la toma de tierras, la persecución, desapariciones y muertes a líderes y lideresas sociales, entre otras cosas, la impunidad misma.

En este marco, las infancias y juventudes crecen y aprenden a moverse en la ilegalidad, en la violencia, en el temor y en el individualismo, en el “mejor no te metas”. Pero producto de la organización, en las comunidades y en las nuevas generaciones, el sentido de cuidado, empatía y colectividad, del pensar en el otrx, trasciende y supera cualquier barrera que los poderes coercitivos intentan poner entre cada ciudadanx. ¡Y así vemos hoy el despertar de los pueblos en toda nuestra querida Latinoamérica!

APU: ¿Cómo se problematiza el tema de los Derechos­?

A.S.: Los pueblos indígenas son muy conscientes de dichas faltas, de las dificultades en el acceso a sus derechos básicos y frente a esto son luchadores incansables de demandar la atención de los Gobiernos. No sólo defienden sus comunidades, sino que son lxs primerxs en ponerse al frente de las luchas colectivas, como en el caso del despertar en Ecuador en Octubre del Año 2019. Son lxs que llevan 500 años de denuncia y resistencia adelantando lo que hoy en día está explotando. Son las raíces a las que hay que escuchar y siempre volver; son los guardianes de la sabiduría ancestral, la voz de la Madre Tierra, de la Manigua (selva) y de los Apus (montañas).

Desde Argentina y adonde vayamos, continuamos alentando, reforzando y reivindicando la lucha en el reconocimiento de sus derechos humanos fundamentales, que son los nuestros: ¡Por infancias indígenas igualitarias y respetadas, y por pueblos diversos, libres y autónomos!

APU: ¡Por el Derecho a la niñez! ¡Que así sea! Gracias Antonella y a seguir trabajando para hacer de este mundo un lugar mejor para les pibes.

Y Anto se fue descalza caminando por la arena (lugar donde terminamos la nota). Y yo me quedé mirando su andar de piba de barrio, de mujer empoderada, su mirada de niña rebelde, el asombro tatuado en la voz. Mi corazón siguió caminando junto a ella un tramo más, siguiendo la estela de silencio que la llevó hasta el mar. Seguramente seguirá viajando, levantando la voz hasta degañitarse, leyendo, formándose y abriendo las manos de igual a igual.


[1] “Los derechos de las niñas y los niños indígenas” (2012), CEPAL, UNICEF. Disponible en https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/35992/Desafios-14-CEPAL-UNICEF.pdf?sequence=1