Informe de un día: “Garrincha” la novedad en la escena poética
Por Inés Busquets
Cada libro nuevo es un acontecimiento. La celebración de un nacimiento en el mundo de las palabras. Garrincha es el primer libro de Martin Rimbretaud, editado por Rangún, dicha esta información y este acrónimo podríamos considerar cuánto habla la obra y su autor por si solos. Los poemas de Martín reúnen una libertad creativa admirable como dice Fabián Casas en la contratapa.
Rimbaud y Artaud los llamados poetas malditos irrumpieron para cuestionar a la modernidad. Fueron lo que se dice contemporáneos, percibieron la oscuridad de su época y desde allí sacaron la luz para manifestar sus inquietudes: ¿Qué es la locura? ¿Qué significan los poderes? ¿Cuál es el valor real de las instituciones?
¿Acaso la razón opaca las capacidades del espíritu? ¿Llamamos locura al desorden de los sentidos? ¿Qué es la iluminación?
Ellos inauguraron la poética moderna, avanzaron sin miedo a discutir las rimas y la lírica. Nunca se preguntaron si era o no poesía o mejor dicho si esa poesía era aceptada por los críticos y la escena instituida de ese momento.
Martin Rimbretaud con una carga liviana en su seudónimo despliega su arte afirmando su poética ecléctica con registros que van desde Zurita y Parra, a Zelarayán, pasando por Casas, Blatt y las distopías de su escritor de cabecera Philip Dick.
Garrincha (un jugador outsider pero popular que supo ser la alegría del pueblo brasileño y estar a la altura de Pelé) también nos dice que hay una maquinaria poética funcionando todo el tiempo y en cada rincón más allá de lo mainstream, de lo que el mercado literario impone.
Por instantes es provocativo: “¿Dónde está la paloma del mago?” cuando se refiere a la poesía. A veces osado, efímero, por otros nostálgico: “No hay alegría/ a partir del odio/la tristeza es la verdadera reina de la colmena.” Otras comprometido o desafiante: “No podrás comprender jamás la distinción/entre herencia y legado.”
Martin Rimbretaud interpela a la poesía desde adentro. Juega a incomodar a buscarle el sentido y a su vez la convierte en una escena cotidiana, su materia prima son las situaciones laborales, los vínculos, las conversaciones que escucha o en las cuales participa. Apela a los recuerdos, a las rupturas, a la carga familiar, al legado paterno, a los encuentros con los amigos, a los deseos, a las fantasías.
El lenguaje cambia de tono permanentemente se mueve desde lo técnico de la psiquiatría, su profesión, hasta distintos tipos de jergas: deportivas, de barrio, de religión, de época.
Las imágenes también varían y nos llevan desde el Hospital de Romero hasta las Cataratas del Iguazú.
Rimbretaud en Garrincha rompe con la solemnidad, es la línea de fuga en la escena poética como Garrincha en el campo de juego.
Giorgio Agamben dice: “Ser contemporáneos es, ante todo, una cuestión de valor: pues significa ser capaces no solo de tener la mirada fija en la oscuridad de la época, sino incluso de percibir en esa oscuridad una luz que, dirigida hacia nosotros, se aleja infinitamente. Es decir, una cosa más: ser puntuales a una cita a la que solo se puede faltar.” El tiempo dará cuenta de esta relación, yo pienso que Rimbretaud tiene algo de eso.