Informe de un día: la mirada social en el cine de Sebastián Schindel
Por Inés Busquets
Debe existir la excepción a la regla, lo que es cierto es que cuando nos gusta una obra tendemos a hurgar todas las obras anteriores del artista. Entonces, la mente se vuelve una especie de mapa conceptual que vamos completando con interpelaciones, patrones comunes, rasgos de estilo y obsesiones del autor.
Algo así me sucedió con el director de cine argentino Sebastián Schindel. Cuando se estrenó Crímenes de familia se activó en mí de manera autárquica una red schindeleana.
En fin hace poco que vi El hijo y me sorprendió gratamente que se tratara de la adaptación de una novela del escritor Guillermo Martínez.
Si bien, Schindel es director y guionista de alrededor de siete films entre ellos Mundo Alas, la gira de León Gieco realizada por argentina entre el 2007 y el 2008 con un grupo de jóvenes artistas con capacidades diferentes, en esta ocasión voy a mencionar solo tres películas: El patrón: radiografía de un crimen, El hijo y Crímenes de familia.
No sé si podría encasillarlo o catalogarlo con una característica única, pero es inevitable destacar su costado social y humanista a la hora de abordar las diferentes temáticas.
Una mirada empática, de transformación, de igualdad que me atrevo a denominar: Cine con conciencia social.
¿Quién escribe la historia? ¿Contra quiénes se aplica la justicia? ¿Cuáles son los estereotipos de un ladrón, de un homicida? ¿Por qué se estigmatiza al pobre? ¿Cuál es la justicia para los ricos? ¿Quién defiende al más vulnerable? ¿Hecha la ley, hecha la trampa? ¿El poder otorga impunidad? ¿Quiénes son los cuerdos y quiénes los sanos de una sociedad?
Estos son solo algunos de los interrogantes que me quedaron dando vueltas después de ver estas películas. ¿Desde dónde miramos una problemática social? Hay distintos puntos de vista, Sebastián Schindel elige el lugar del más desprotegido y desnuda un sistema dando espacio a un aspecto que la misma sociedad pareciera obviar.
En líneas generales los tres largometrajes persiguen un rasgo común: la existencia de una injusticia. Luego por vertientes disímiles se irán resolviendo, logrando un clima y una tensión enigmática que mantendrá a lo largo de cada uno de los films. Recorriendo las historias que comienzan en un presente, pero que se van evocando hacia atrás, hasta llegar a la resolución del secreto. En las tres la figura del abogado o abogada será central para descifrar el entramado o para ubicar al espectador en tiempo y espacio e inclusive por momentos para hacerlo dudar en la culpabilidad de tal o cual personaje. Bien podría hacer las veces de un Dupin o Marlowe en las fórmulas de los cuentos de misterio, pero con elementos del género policial.
Las tres pueden encontrarse en Netflix o en Cine Ar.
Piglia en Teoría de la prosa habla precisamente de la importancia del secreto en la formulación de una historia. Principalmente en cómo sostenerlo y no dejar hilos sueltos en la trama.
El Patrón, radiografía de un crimen (2014), basada en la novela homónima de Elías Neuman es un caso paradigmático. Pienso que si investigamos en los expedientes judiciales encontraríamos procesos muy similares, aunque no se visibilicen y ni siquiera traspasen las paredes lúgubres de los tribunales.
Hermógenes, un peón de campo, viene con su familia de Santiago del Estero a Buenos Aires y consigue trabajo en una cadena de carnicerías. El costo que paga por el empleo para él y su esposa Gladys, que luego queda embarazada, es un muy alto, esta situación de esclavitud desencadenará en una salida trágica. ¿Cuál es el límite de la paciencia en un sistema de maltrato constante?
Un negocio oscuro, avieso. Un propietario soberbio e injurioso. Una secretaria con sensibilidad logra que se le otorgue el caso a un defensor con sentido social y que decide llegar hasta el final. El contraste de las dos familias con bebés, la del trabajador y la del abogado. Las diferencias de derechos, el desnivel societario y las luchas de cada una para sostenerla.
Estas analogías son un factor común en las tres películas, hay un determinado instante en que se observan diferentes realidades donde se acentúan micro muestras de la sociedad en general. Estos arcos narrativos que se repiten no están señalados, son sutiles, pero ineludibles y van definiendo las acciones y tensiones que conducen el argumento sin distracción.
Joaquín Furriel se destaca por la verosimilitud de su actuación, al igual que Mónica Lairana. El elenco se completa con Guillermo Pfenning, Luis Ziembrowski, Germán de Silva, Andrea garrote y Victoria Raposo.
Los personajes son pocos y muy puntuales. La historia se va moviendo entre ellos e incorporando escenarios según el rol o la profesión de cada uno. Los ambientes lindan entre el juzgado, la carnicería y la cárcel fundamentalmente.
La intensidad de los diálogos, los primeros planos y los colores oscuros por momentos crean una atmósfera angustiante y hasta tenebrosa. El uso del silencio y la gestualidad también es un recurso interesante que se reitera en los tres films y que genera identificación con los protagonistas.
El Hijo (2019) es un trhiller psicológico basado en la novela Una madre protectora de Guillermo Martínez. Es la historia de un matrimonio: Lorenzo y Sigrid que esperan un hijo. La feliz noticia familiar perturba a la bióloga noruega al extremo de llevar la maternidad a una suerte de experimento de su propio laboratorio. La obsesión por el cuidado y la asepsia sobre el recién nacido la traslada a un universo distópico que el propio padre tratará de explicar sin resultados. Paralelamente Renato y Julieta, una pareja de amigos, intentará sobreponer a su amigo de las vicisitudes del caso. Ella, inclusive, oficiará de abogada ofreciéndole sus servicios a una causa con aristas dispares que pondrán al espectador en una dicotomía que persistirá hasta el final.
Nuevamente Joaquín Furriel encarna a un pintor bohemio enajenado tratando de encontrar la salida del laberinto con la ayuda de Martina Guzmán, que es la confidente y defensora. Heidi Toini, Luciano Caceres y Regina Lamm completarán una nómina deslumbrante.
La música que acompaña de manera precisa cada escena es de Iván Wyszogrod.
De Crímenes de Familia (2020) se ha hablado mucho. De alguna manera en ella culmina una constelación de hechos que si bien funcionan de manera insular están conectados por una misma mirada que profundiza temáticas sociales duras y reales.
Nuevamente la maternidad es eje, en este caso los hechos no están basados en la ficción sino en situaciones verídicas. Alicia e Ignacio son un matrimonio aristocrático de Buenos Aires que les toca enfrentarse a dos juicios que recaen sobre su hijo Daniel. El estatus y el qué dirán estará todo el tiempo atravesado por lo vincular y una necesidad imperiosa por conocer la verdad que se intentará dirimir entre el poder de una familia adinerada y la voz casi silenciosa de Gladys, la empleada doméstica.
Violencia de género, maltrato y maternidad serán objeto de causas judiciales que pasearan en los pasillos de la justicia federal entre extorsiones, ocultamientos y abogados con principios y sensibilidad.
Cecilia Roth, Miguel Ángel Solá, Yanina Ávila, Sofía Gala Castiglione, Benjamín Amadeo funcionan como un sistema complejo y complementario a la vez.
Explotación laboral, violencia de género, cuestiones que transcurren diariamente, formas de vida que a veces desconocemos se visibilizan para profundizar y reflexionar. Ver a Sebastián Schindel me trajo una reminiscencia de fines de los noventa y principios del dos mil cuando irrumpió el Nuevo Cine Argentino de la mano de Martel, Trapero y Caetano esa posibilidad de reconocer en el arte algo de lo que también veíamos en la calle. No es que se trate de un cine pedagógico o educativo, son historias que nos recuerdan que somos parte de un mundo injusto, muchas veces desigual.