A la cama con Fantino: brushing o muerte

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A la cama con Fantino: brushing o muerte

27 Junio 2016

 

Por Mauro Greco

Este texto parte de una duda casi existencial: ¿cómo es posible dormir después de ver “Animales Sueltos”? No me refiero fundamentalmente a su contenido, sino a la imagen, su color de pantalla, los tonos sobreexpuestos con los que se propone “hacerle un brushing” –la expresión es del programa– a sus espectadores “enbrashinados” antes de dormir.

Animales Sueltos (AS), paradojas de la política espectacular, terminó siendo, junto con Intratables, uno de los pocos programas “políticos” de la televisión argentina. O sea, un programa que retoma el cartel del peligro por animales sueltos en la ruta, y otro que se auto-presenta como imposible de establecer una relación con él, son los ámbitos televisivos en los que se “discute” los problemas del común en la Argentina. Y el programa conducido por el “paisano” Fantino, al igual que el panel de “periodistas” coordinado –hasta hace no mucho con un bate– por el pampeano Del Moro, fueron la punta de lanza espectacular de la sub-ciudadanización de los simpatizantes del gobierno saliente, con un pequeño agravante: la construcción de las condiciones para el aniquilamiento de La Cámpora. No desarrollaré esto aquí, quizá en una siguiente oportunidad.

Dije al principio que no iba a centrarme en el contenido. Preguntaba entonces si es posible dormir luego de ver AS no por la indignación que puedan producirnos sus editorializaciones, sino por la propuesta estética que muestra, por el espectador sobreexcitado que construye. Repongamos mínimamente las condiciones en que ese programa puede ser visto: a la medianoche, luego de un largo día de trabajo, más tirados en la cama que acodados en el living –en caso que, condiciones de vida posmodernas, haya diferencia–. Y sin embargo, a pesar del momento cúlmine del día en que se emite, pareciera un programa de las 6 de la mañana: colores vivísimos, pantalla de pared a pared detrás de las mesas, tonalidades propias de una sobresaturación de la imagen más que de un mínimo cuidado de ella: es la versión televisiva de los usuarios de las redes sociales que, a la hora de subir una foto, lo hacen siempre estallando la imagen.

Jonathan Crary, en 24X7, propone la siguiente hipótesis: el capitalismo ya no quiere que durmamos. La conjetura no es original, puede rastreársela desde principios del siglo XX, pero está visibilizando algo en un momento particular. El capitalismo, dice el autor, no quiere que “peguemos un ojo” y, si por casualidad lo hacemos, buscará el modo de colonizar también nuestro inconsciente, o lo que queda de él luego de 18 horas de sobre-exitación publicitaria y mediática. Fantino, que comenzó Sociología en una universidad privada, dejó y paga un taller con un psiquiatra que repite Baumann y Sloterdijk, pareciera la versión criolla, nac and pop, doméstica de aquella hipótesis: voy a buscar que no duermas, o que si lo hacés sueñes conmigo, no sólo por mis repeticiones porno, sino también por la propuesta estética sobrecargada con la que te voy a bombardear. Un brushing bien particular.

Y sin embargo, nos dormimos: ¿por qué nos dormimos después de ver esta clase de programas? ¿Qué está diciendo, de nuestras condiciones híper-actuales de vida, que podamos “apoyar la cabeza en la almohada” luego de 1 ó 4 horas de programas como Intratables o AS? Buck-Morss dice que hay un vínculo entre estética y anestesia. Que lo estético busca afectar ese primer contacto con el mundo que es nuestra piel. Fantino o Del Moro no son el problema de nada, son la consecuencia natural y artificial de una vida encostrada en otros lados.

Ojalá, en caso de que un gobierno mínimamente progresista retorne al Estado en algún momento, que no se vuelve a cometer el error de paneles sobreexpuestos, letras de colores chillones y pantallas por todos lados para discutir la política espectacular de los medios.