La mudanza, las palabras y las cosas

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La mudanza, las palabras y las cosas

10 Abril 2022

Por Inés Busquets |​ Ilustración: Cinta Vidal

La mudanza debería ser un género literario.
Hay planificación, proceso creativo, selección, clasificación y descarte, pero sobre todas las cosas una búsqueda de territorialidad, de ubicación en el espacio, de estética del deseo en el bullicio, en la mezcla, en la contradicción.
Un territorio a conquistar: la hoja en blanco, la casa vacía. Un lugar donde habitar.
Debe ser la octava o novena vez que me mudo. Nunca a una casa propia, lo cual es algo que siempre mantuve a distancia y no me genera expectativa. He elaborado con el tiempo la teoría de que una casa propia me quitaría libertad.

A medida que junto cajas, que embalo, que llevo los libros a un espacio nuevo, me pregunto: 
¿Dónde reside la libertad en la escritura? ¿En los géneros? ¿En el sistema de signos? ¿Cuál es el sistema de signos que constituye un lugar donde habitar? ¿Cuál es el significante y el significado?
La piel, las palabras, el cuerpo, la mente, el espíritu. El desplazamiento y la adaptación como una acción inherente, sin embargo: ¿Llego integra al lugar que me espera como la caja de libros, o voy dejando huellas y pedazos de mí ser en cada espacio que ocupé?


En el torbellino de libros ocultos que fui descubriendo en catorce años de amontonamiento y acumulación también encontré Las palabras de Sartre como una reliquia a punto de extinguirse, no porque fuera una edición tal o cual sino por el tiempo que transcurrió desde que lo compré hasta que su presencia me produjo el insight y la necesidad de pertenencia.
Las palabras es una autobiografía de Sartre, pero curiosamente se divide en dos capítulos, uno se llama leer y el otro escribir, como si su vida se hubiera circunscripto solo al vínculo con la literatura y el lenguaje escrito. Se trata de todos los acontecimientos que le ocurren, fundamentalmente, en la infancia que derivarán en el nacimiento de su ser escritor: el acercamiento a la lectura, los primeros libros que leyó.

Jean Paul Sartre padeció la muerte de su padre a los pocos meses de vida, ante este infortunio su madre Anne-Marie regresó a la casa de sus padres Charles y Louise, por entonces, ella era muy joven y la vuelta a la casa materna significó una continuidad de su propia crianza. Esto determinó que Sartre fuera más criado por sus abuelos que por ella misma. Charles, el abuelo, fue quien incursionó a Sartre en las letras y en el mundo literario. El más pequeño de una familia que a partir de ese momento giró en torno a él. A su formación y a sus necesidades: “Mi verdad, mi carácter y mi nombre estaban en manos de los adultos; yo había aprendido a verme con sus ojos; yo era un niño, ese monstruo fabricado con sus pesares.”

De la misma permanencia con los adultos fue que él también buscó la evasión en los libros: “Se despedían nuestras visitas, yo me quedaba solo, me evadía de aquel cementerio trivial, iba a reunirme con la vida, con la locura en los libros.” “Tenía la deslumbrante verdad de las cosas escritas” “Al caer el día perdido en una jungla de palabras, estremeciéndome al menor ruido, tomando por interjecciones los crujidos del suelo, creía descubrir el lenguaje en estado natural sin los hombres.”

François Dosse dice que Sartre cuando escribió El idiota de la familia, la biografía de Flaubert, logró una gran introspectiva donde subyace su propia vida “ se escribe a sí mismo”, dice y aclara como en todos los casos: “Hay que examinar en la infancia la herida siempre oculta del adulto, la falla fundadora, el desgarramiento inicial.”

La escritura como la mudanza también es un recorrido por la memoria, un objeto, un aroma, una imagen, una marca como sello indeleble de nuestro paso. La herida oculta como gesto de acumulación desde la infancia. ¿Ser, habitar, permanecer?

Una mudanza es un relato, una historia para ser contada. Una mudanza puede ser un libro a reseñar. Un estado de movimiento del cuerpo con su bagaje. Solo un instante que es capaz de contener el universo. 

Entonces entre libros, ropa, palabras y cosas nos instalamos, nos integramos a la naturaleza del lugar, somos parte del ecosistema que cambiamos y nos cambia. Nos entregamos a la imperamencia, a los vaivenes del tiempo, solo presente hasta el próximo acampe.

*
Hace unos años fui a un tipo de terapia alternativa que te ordena el sistema familiar, la consteladora (y amiga) me preguntó:

 − ¿Tenés ascendencia originaria?
−Si−respondí
−Ah, entonces vos sos la nómade.