Libros: “Diario de un defensor de pibes chorros”, de Julián Axat
Julián Axat es poeta, abogado y militante por los Derechos Humanos. Durante el período del 2008 al 2015 ejerció el cargo de Defensor Penal Juvenil en la provincia de Buenos Aires, Diario de un defensor de pibes chorros, editado por Punto de Encuentro, remite a esa función pública.
En consonancia con las tradiciones de escritura de las memorias de funcionario público, Julián Axat relata su experiencia como defensor en treinta crónicas en donde construye una voz capaz de contar las historias más crudas del sistema penal juvenil.
Como defensor juvenil atendió cerca de mil adolescentes, “cada uno de esos casos, cada uno de esos cuerpos hablaban, me interpelaban”, escribe Axat en la nota introductoria, es así que a cada defensa le atribuyó un poema, hasta que decidió reunirlas en forma de Aguafuertes, al estilo Roberto Arlt, producto de este camino de palabras y experiencias surgió el diario.
De un tiempo a esta parte el Poder Judicial sufre un proceso de desacralización, las fallas cobran evidencias comprobables, las pruebas de complicidad con las corporaciones y grupos económicos concentrados se conocen públicamente, al igual que las prácticas de Lawfare y en consecuencia los vínculos con los medios de comunicación hegemónicos para eliminar líderes populares, temas que de a poco se van imponiendo en la agenda y cristalizan un sistema en crisis. Un conjunto de prácticas que en menor o mayor medida son la matriz discursiva para criminalizar menores: culpar sin comprobar la inocencia, utilizar el escarnio y el escrache como herramienta de difusión.
“En la deconstrucción de la picadora de carne vive la metáfora del pequeño filamento del sistema en el que están reunidos todos sus componentes. Allí está la maquinaria costosa para perseguir lo banal (en salarios de jueces, fiscales, defensores, mobiliarios, empleados, edificios, alcaldías, oficinas) lo banal como trascendente”.
Cada uno de esos vacíos, Julián Axat los describe en este diario, en referencia a la Justicia Penal Juvenil, expresa con detalle las grietas de un poder que pareciera atentar contra lo que proclama, una falta de coherencia entre lo que se enarbola y lo que se hace. Pero lo hace desde adentro, desde donde se debe luchar para intentar la transformación.
Diario de un defensor de pibes chorros, es un libro con muchas lecturas posibles. A medida que lo leo como en el juego del regalo, la cebolla, o las mamushkas voy descubriendo capas que dan lugar a un universo nuevo, al descubrimiento de un tópico más para analizar.
Por un lado, el diario personal, la primera persona atravesada por la experiencia, la implicancia de un otro que llega como acontecimiento, que conmueve y que transforma. Lo confesional. La exposición. Las persecuciones. Las luchas internas. Las contradicciones y limitaciones del sistema a la hora de actuar. La frustración. Las emociones. Los vínculos que hacen que cada pibe/a sea único. La distancia entre el mundo de las ideas y el de los hechos. ¿Quién me ampara en la defensa? ¿Con qué recursos defiendo? ¿Cómo cambio la desigualdad del sistema?
“Desde entonces, la vida en la trinchera me enseño muchísimo del sistema judicial ordinario y de lo que se juega en la amenaza en la libertad de las personas pobres”.
Por otro, el sistema judicial y sus irregularidades. La familia judicial. El palacio judicial. La burocracia kafkiana. Las características del palacio judicial. Las apariencias para diferenciarse del pobre. Las lagunas legales. Las figuras del poder. La estigmatización. La mano dura. La baja en la edad de imputabilidad. La selectividad punitiva. Los entramados policiales-mediáticos-judiciales. La opinión pública. La influencia de los medios en detrimento de los jóvenes. Las políticas de niñez. Los clichés de un sector de la sociedad que criminaliza: “Entran por una puerta y salen por la otra”.
“En la deconstrucción de la picadora de carne vive la metáfora del pequeño filamento del sistema en el que están reunidos todos sus componentes. Allí está la maquinaria costosa para perseguir lo banal (en salarios de jueces, fiscales, defensores, mobiliarios, empleados, edificios, alcaldías, oficinas) lo banal como trascendente. Gasto inútil/útil para seguir reproduciendo la desigualdad”.
En el medio la historicidad que se escribe en el presente, la dictadura y la democracia. Las reminiscencias con el pasado lejano como la inquisición y el reciente como los gobiernos de facto. Las prácticas que se replican en la actualidad. Los mismos modus operandi para distintas causas.
El lenguaje. Las distintas maneras de estigmatizar. Los apodos. La fuerza de las palabras. De lo que se nombra.
“Cachivache”: “se trata de una nueva construcción peligrosa, impiadosa, con menos concesiones desde la típica moralidad protectora o titular que los paradigmas de los viejos sistemas de minoridad supieron construir”. “─Me llamo Axel, no soy ningún Cara de camión─ declaró ante el fiscal que, obnubilado, trataba de encontrar algo fuera de lugar: la huella de la rueda sobre su frente, cierta forma de la cabeza”.
Luego, los casos. Los pibes y las pibas. Los suicidados por la sociedad. Cada expediente es una historia de vida. Un estado de derecho a defender. Un inocente hasta que no se demuestra lo contrario. Una vida que está en juego. Una familia destruida. Un objetivo de eliminación. Un ser que adolece, una persona en formación.
“El adolescente víctima no existe en el mapa del sistema penal argentino. El sistema legal y la mayor parte de la bibliografía especializada tratan el tema del niño o el adolescente infractor como objeto de tutela o ─acaso─ sujeto responsable, olvidándose de su posible rol de víctima vulnerable”.
La figura materna es otro de los tópicos tratados, la incondicionalidad, el derrotero que vive la familia, la voluntad para tomar la causa, investigar, ir al fondo como en el caso de Fernanda Nicora, a quien dedica este libro. Otra vez el paralelismo, las Madres de ayer y de hoy, en el frente de batalla.
Julián Axat, con sensibilidad poética relata, evoca y de alguna manera rinde homenaje a los jóvenes que defendió, víctimas de un entramado que, leído en su conjunto, resulta siniestro y mafioso.
Diario de un defensor de pibes chorros es un ensayo sobre el derecho, la justicia y la libertad pero con lenguaje literario. Una combinación de analogías kafkianas y dantescas que le aportan singularidad metafórica a la cruda realidad. Una secuencia de citas que fortalecen los argumentos: Foucault, Montaigne, Benjamin, Blanqui, entre otros.
De todos los capítulos me queda algo, una referencia, un nombre, un silencio, un gesto, una sensación de transferencia, de ganas de que todos y todas lean este libro para conocer parte de los que somos, de lo que nos rodea. De lo que ocurre mientras nos distraemos con otras cosas.
Sin embargo, elijo uno que me define en algunas de mis obsesiones: “Teoría del cielo estrellado” y trata sobre una actividad que Julián Axat como defensor solía hacer al finalizar el año, visitar los centros de detención y realizar algún taller con los adolescentes.
“Esa vez, para romper el hielo, hicimos con papel y lápiz un pedido de deseos para el 2014. La consigna era escribir lo primero que se les cruzara por la cabeza, sin necesidad del firmarlo. Mientras escribían, se produjo un largo silencio. Recogí los papeles y los empecé a leer en voz alta. La mayoría pidió un 2014 en libertad; otros, cosas más sencillas tales como “me gustaría sentir la lluvia en el cuerpo”, “quiero estar con mi viejo y mis hermanos”, “comerme un gran asado”. Varios escribieron “poder mirar la noche estrellada más seguido”, “quiero ver la luna una noche despejada”, “quiero mirar toda la noche las estrellas”.
Como estaban muy embalados con eso de mirar el cielo, les pregunté y me contaron que estuvieron haciendo un taller de astronomía con profesores de la universidad que los visitan y los sacan al patio para mirar la noche.
No hay ningún artículo de ninguna constitución, convención, tratado, o ley que establezca el derecho a contemplar el cielo estrellado dentro de las cárceles del planeta”.
Mirar el cielo debería ser un derecho inalienable.
Axat, en este Diario, derriba un muro para construir un puente de palabras entre el yo y el nosotros.
Encuentra en el lenguaje un camino de expectativas: “Estamos demasiado solos, y la crueldad acecha siempre a la vuelta de la esquina. Frente a eso, el lenguaje parece algo inútil. Sin embargo, la escritura de estos diarios me permitió exorcizar fantasmas, vislumbrar la densidad de cierta dimensión, soltar energía y transformarla en otra cosa”.
Siempre pienso en la cercanía entre el ensayo y la poesía. El libro en cuestión sintetiza esta idea. Logra abordar una temática compleja con profundidad argumentativa y mirada poética.