“Los que hacen obras para que no la entienda una mayoría, sino una elite, están excluyendo”

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“Los que hacen obras para que no la entienda una mayoría, sino una elite, están excluyendo”

06 Julio 2013

Por Luciana Sousa

Hasta fines de julio, se expone la muestra “Espartaco: literatura y gráfica” en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional. Allí, por primera vez, se reúne la obra del grupo, que se presenta acompañada por documentos, fotografías, manifiestos, cartas; es decir, por aquello que sustenta y motiva política y culturalmente la obra artística.

A través de distintas vitrinas es posible hacer un seguimiento desde el nacimiento del grupo, obra desconocida en carpetas, libros, serigrafías, murales, y también hechos políticos, como los homenajes al Che, a Villa Quinteros, a Latinoamérica, el repudio a la guerra de Vietnam y la muestra Malvenido Rockefeller.

La exposición se propone así como una reivindicación del arte de masas militantes, que implica el reencuentro con la identidad nacional colectiva y, por consiguiente, lingüística, histórica y social con América Latina.

Nora Patrich, curadora de esta muestra, es hija de Simón Patrich, marchand, dueño de importantes en galerías en Brasil y Estados Unidos, que impulsó la obra de los Espartacos en el mundo.

El vínculo de Nora con distintos integrantes del grupo es temprano: “a los doce años mi padre viaja a EEUU a abrir una galería de arte, era marchant, y ahí descubro a los Espartacos, -comenta-. A mí me impactaron muchísimos esas figuras, cosa raras porque a ningún chico le llaman la atención esos colores tierra y esas figuras tan brutas”.

En su adolescencia, Nora comienza su militancia y sus estudios artísticos. “Para que te des una idea, cuando cumplí 15 años mi viejo me dio a elegir entre un viaje a Europa o un cuadro de Sánchez y yo elegí el cuadro de Sánchez, -afirma-. Siempre ayudé a mis viejos a armar galerías en Canadá y EEUU. Algunos, como Di Bianco, iban a mi casa porque no tenían dónde pintar. Por eso desde muy chica tuve relación con distintos Espartacos, a través de diferentes razones (menos a Sánchez, con quien estuve casada, que recién lo conozco en 1989 cuando vuelvo del exilio). Siempre fui juntando cosas de los Espartacos: ese cuadro que me regalaron por mis 15 años lo perdí con mi casa (perdí dos casas), es un cuadro desaparecido”.

Por problemas de salud, Nora pasó dos años en reposo, “estando en casa tanto tiempo por la enfermedad tomé conciencia de la cantidad de material que tenía de los Espartacos. Y traje la propuesta a la Biblioteca porque realmente es material que no había sido expuesto nunca, reunido. Yo creo que ni ellos mismos tienen conciencia de lo que han hecho durante toda su vida: es más, fueron en la Argentina de los artistas que más aportaron al muralismo, si bien eso no lo sabe nadie”.

APU:
¿Por qué creés que sucede eso? ¿Qué cuesta poner en circulación la obra de los Espartacos?

Nora Patrich: Porque son artistas comprometidos. El establishment siempre le va a dar más importancia a los artistas que producen nada y que dejan nada. Los Espartacos, como Berni, como otros en su  momento, no solo tienen un mensaje, sino que a través de su arte logran que el pueblo sepa mejor quiénes son, de dónde vienen, a dónde van, qué quieren, qué derechos tienen. Todas esas cosas que te hacen pensar, no desde el que observa y aprecia una obra de arte, sino también desde lo positivo, de juntar fuerzas, de sentirte que sos y que valés, y que eso se representa en tu cultura.

APU:
¿Cómo opera el contexto en la recepción de la obra?

NP: El contexto actual colabora mucho con la circulación de este tipo de obras: el contexto político define muchas veces el lugar de esa obra. Fijate que “Arte y política en los ´60”, que fue una muestra que se hizo en el Palais de Glace, ¿dónde estaban los Espartacos? A un costado. ¿Y quién estaba en el centro de la muestra? El Di Tella, sostenido económicamente por Estados Unidos, a través de la Rockefeller Foundation.

No es casual que allí se haya formado Minujin. El objetivo de ese tipo de obra es manipular, a través del vacío de pensamiento. Yo creo que toda obra de arte es política, no creo que exista el arte apolítico. Porque cada obra de arte alimenta cierto tipo de personalidad, y de ahí, un tipo de pueblo. Cezzane pintó una manzana y eso fue revolucionario. El arte es político por el concepto con el que está hecho. Yo brindo lo mejor para que el que lo recibe, pero hay quien elige la mediocridad. Y la mediocridad genera más mediocridad. Es lo que los militares nos estaban dando, y ahora estamos sufriendo muchas delas consecuencias de eso.

APU: En una entrevista a la Agencia, Ricardo Piglia opinó que hoy el compromiso es mayor, sobre todo para la militancia, de refundar un arte social. ¿Creés que hay caldo de cultivo?

NP: Si, de hecho creo que mucho de lo bueno que estamos recogiendo hoy fueron las semillas que los Espartacos sembraron. Las herramientas que utilizaron también colaboraron: en los 60 era muy accesible hacer obras de arte mediante xilografía y litografía. Se hacían volantes, afiches. También era muy accesible para el pueblo, en términos económicos. Y permitía una gran circulación: no había estudiante que no tuviera en su casa una serigrafía.

Lo mismo sucedió con el mural, que es arte verdaderamente popular. Porque no hacía falta entrar a un museo, o interesarte en el arte. Pasabas por un edificio, como los de la UBA de Exactas, donde hay murales de los Espartacos, y eso te interpele, te sensibiliza, te hace otro tipo de persona.

Y no es cuestión de plata. Una vez contó Sánchez que se apareció un tipo que le quiso comprar un cuadro, en el que aparecía una fábrica y adelante un cementerio. Le encantaba. Y el tipo vivía en una villa, entonces para que lo pudiera tener Sánchez se lo vendió por casi nada. La sensibilidad está en todos lados. Y que los que hacen obras para que no la entienda una mayoría, sino una elite, están excluyendo. No hay que entender la obra: te tiene que llegar. Y si no te llega, es porque lo hacen a propósito, como en tantos otros aspectos: te niegan.

La exposición se podrá visitar hasta el  26 de julio de lunes a viernes de 9 a 21 hs. y sábados y domingos de 12 a 19 hs. en Agüero 2502, Sala Juan L. Ortiz, 3º piso.

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