Los tiempos están cambiando: Bob Dylan, Nobel de literatura

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Los tiempos están cambiando: Bob Dylan, Nobel de literatura

13 Octubre 2016

Por Rodrigo Lugones

El jueves 1 de octubre del, más que inestable, 2016, pasará a la historia como el día en que la cultura oficial tuvo que reconocer toda la información que el sistema catalogó como “suplementaria” y condenó al gran “tacho de basura de la cultura”. Ese tacho del que nos ha hablado el Indio Solari innumerable cantidad de veces.

El sistema ha tenido que reconocer a uno de los pilares centrales de la contra-cultura: Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, con el más alto galardón que ha visto la literatura mundial: el Premio Nobel. Un juglar popular de las revueltas jóvenes de los años sesenta que ha adquirido la forma de mito viviente, haciendo literatura beat para canciones folk, es (¡Al fin!) integrado a la lista de grandes nombres que han podido hacerse del premio Suizo.

El diario La Nación, reconocida usina argentina del pensamiento conservador, ha expuesto con mucha claridad la polémica alrededor de la contradicción que existe entre la cultura popular (y contestaria) y la cultura oficial. Esa polémica se reavivó con la elección Dylan. “Por qué Bob Dylan ganó el Nobel de Literatura”, se interrogó el diario.

La Nación se vio forzado a publicar una nota explicando por qué Dylan ganó Nobel a la literatura ya que para ellos y su público éste es un acontecimiento que, sin lugar a dudas, amerita explicación, ya que desde la perspectiva conservadora es “inentendible”, simplemente porque Dylan no ha saltado a la fama por manejarse en el campo de lo que oficialmente se considera “literatura”. Ha escrito sólo dos libros, uno de 1966 (Tarántula) y otro de 2004 (Crónicas, vol. 1).

Sin embargo en las letras de sus canciones se condensa una voz y una palabra que ha sido capaz de expresar el espíritu de su época, eso que la filosofía alemana ha llamado “Zeitgeits”.

Escuchar y sentir canciones como “The times they are a changin” es inyectarse en el espíritu de una época que representa los valores del amor libre, la igualdad étnica, racial y social, además de la lucha por la paz, la política del éxtasis y el siempre recordado “Verano del amor” de San Francisco. Todo eso vive en Dylan, aunque él, muchas veces, ha renegado del lugar que tuvo que ocupar en la cultura rock (lo que se puede ver en la genial película “I´m not there”).

Un escritor es quien consigue estar en un lugar ya no sólo como un simple ser humano (tal como lo recuerda William Burroughs, pareja de Allen Ginsberg, ídolo y amigo de Bob), sino que, además, asiste a un acontecimiento que graba con la retina de su mente y puede organizar un discurso con las palabras indicadas para hablar de su época y a su época, y consigue, así, conmover a varias generaciones, sangrando una voz sublime. Ése es, en parte, Dylan.

Sus personajes: solitarias señoritas bien, indecentes y vagabundas que no tienen dirección, héroes negros del boxeo, activistas políticos revolucionarios, o simples hombres de pandereta que nos tocan canciones para las mañanas resplandecientes y nos llevan a dar una vuelta en el torbellino de su nave mágica, construyeron un imaginario sobre el que se organizó la nueva “gran canción norteamericana”, fundadora de una nueva forma de hacer música, y, que al mismo tiempo, influenció a la nueva izquierda norte-americana y a los y las miles de jóvenes que se lanzaron a las rutas luego de leer a Kerouack y animarse a volar sobre el nido del cuco.  

No sólo es a Dylan a quien se premia, sino a toda una época, que está contenida en cada verso, en cada acorde de su obra.

Está claro que siempre vamos a desconfiar de los Nobel Prize, por sus "premios" de la paz a los hombres de la guerra, pero Bob Dylan lo merece. Es un trovador de las causas justas. El hombre es la cultura rock. A su salud, hoy brindamos. Y ahora, sin lugar a dudas, vamos por el Indio Solari.