Marina Mariasch: “No me convence una distinción tan tajante entre la prosa y la poesía”

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Marina Mariasch: “No me convence una distinción tan tajante entre la prosa y la poesía”

15 Octubre 2023

La poeta, editora, periodista y licenciada en Letras Marina Mariasch profundizó, en conversación con AGENCIA PACO URONDO, sobre los procesos creativos y su obra.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue tu inicio poético?

Marina Mariasch: Siempre digo que para escribir hace falta algo muy simple, como un papel. A veces ni siquiera, se puede escribir con la mente, así que no hago un mito muy importante del origen de la escritura. Todas las personas tenemos la posibilidad de escribir porque estamos alfabetizadas. En mi caso, creo que fue recién cuando alguien de afuera (Delfina Muschietti, una profesora que tenía de Teoría Literaria) me dijo que lo que estaba escribiendo valía la pena. También que había que trabajarlo, así que empezamos a hacerlo sobre esos textos,

APU: Qué exponente tan importante, Delfina, porque Anahí Mallol me la nombraba, también.

M.M.: Delfina fue una figura muy importante para muchas de mi generación porque, en ese momento, ella tenía un ciclo de lectura que se llamaba La voz del erizo, que funcionaba los últimos viernes de cada mes, en el Rojas. Ella convocaba y combinaba en la convocatoria poetas que recién estaban empezando con otros ya más consagrados. Entonces era una gran oportunidad. Con Anahí empezamos a trabajar juntas, en esa época, y ahora estamos juntas en una cátedra de la Facultad de Artes de la Escritura.

APU: De ahí pasaste a ser coeditora ¿Cómo fue eso?

M.M.: No pasé a coeditar, eso me gusta poder aclararlo porque Siesta fue una creación mía. Ya estaba trabajando en una editorial grande, conocía al oficio y me propuse llevar al formato libro, en un tamaño muy pequeño que tenía que ver directamente con optimizar el uso del papel, a los poetas de mi generación que, en general, circulaban en lecturas de escucha oral y se perdían. Después sí, hubo un autor que también publiqué que pasó a formar parte de la editorial, trabajando juntos.

APU: ¿Se puede rescatar algo de ese material, se consigue?

M.M.: Por supuesto que se puede rescatar. Yo tengo la colección completa, en algún momento pensamos en digitalizarla. No quedan libros en circulación porque hacemos tiradas pequeñas, pero esa colección de Siesta publicó los primeros libros de muchos autores de la generación del 90 que después siguieron escribiendo. Por ejemplo, publicamos La máquina de hacer paraguayitos, de Washington Cucurto, el primer libro de Gaby Bejerman que se llama Alga; también el de Ceci Pavón, que se llama Existe el amor a los animales, lo mismo con Martín Rodríguez.

APU: Ahora seguís como editora.

M.M.: Estoy trabajando como editora. Creo que, cuando uno lee, está trabajando permanentemente como editora, incluso cuando estás leyendo un texto que ya está publicado, pero sí, hago ese trabajo en Híbrida. Es nueva, empezó el año pasado y ya llevamos más de 12 títulos publicados. La idea es elegir títulos que nos conmuevan, nos movilicen, que nos parezcan algo distinto.

APU: Cómo fue ser poeta en los ´90, un momento difícil.

M.M.: Los 90 fueron difíciles en general. A nosotras nos tocó escribir en ese momento. Es difícil decir una cosa general para toda la generación, pero sí que se empezó a escribir con una contaminación muy fuerte de otros discursos en la poesía: el discurso de las películas, de la música de rock, del pop, de las voces callejeras. Con mucha contaminación en el buen sentido, el lenguaje de la poesía no aislado en una burbuja, como si fuera algo especial, sino todo lo contrario, mezclado en el flujo de otros discursos sociales, generando cierta revolución que a algunos les gustaba, les parecía interesante ese efecto, y otros no.

Recuerdo un concurso de poesía en el subte, a finales de los 90, que organizó la revista de La Nación junto con Metrovías (era la empresa que concesionaba los subtes) y los poemas seleccionados se terminaron pegando como afiches en las paredes del mismo. Había muchos de esos poemas que eran muy llanos, muy de lo cotidiano, que incluían marcas de productos de limpieza. Hubo cartas de lectores a La Nación de un público lector más tradicional diciendo “esto no es un poema, es mi lista de supermercado”.

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APU: Fue una poesía que llegó para quedarse, que movió un poco el avispero y perduró.

M.M.: Algo todavía está presente. Cambiaron muchas cosas, porque ahora tenemos un mundo nuevo que es el de la virtualidad, que en ese momento era muy incipiente, así que es como otra dimensión que se incorpora, pero hay algo que pervive.

APU: ¿Cómo empezás un poema, cuál es tu materia prima, cómo surge?

M.M.: La materia prima es algo que te atraviesa del mundo. Hay un libro de Alicia Genovese que habla de esta escena primigenia del momento de la escritura como algo del exterior que te atraviesa, que puede ser una conversación, una frase, una escena, un pensamiento, diversas cosas. Creo que está en lo cierto y que hay algo que cuando uno está con cierta percepción predispuesta escucha, ve, mira, huele, porque los sentidos están todos puestos en servicio de esto, algo que realmente insiste en permanecer y en ser llevado a palabras, de alguna manera. Ahí aparece el poema, que después tendrá sus correcciones y demás.

APU: ¿Cómo pasas a la prosa?

M.M.: Creo que no sé escribir novelas y que no he escrito ninguna, por más que las hayan publicado como tales. No me convence una distinción tan tajante entre la prosa y la poesía, por lo menos en lo que yo leo y escribo. Entiendo que está, por otro lado, la narrativa que sí tiene otras urgencias, otras necesidades, pero pienso en la literatura donde hay lugar y espacio para la experimentación con el lenguaje, donde pueden combinarse una palabra al lado de la otra de una manera más arbitraria, menos gramatical, menos sintáctica. No creo tanto en esa cuestión de empezar con la poesía como si fuera una infancia de la literatura para después crecer. Te diría lo contrario, que evolutivamente, la poesía es mucho más compleja. Igual, a lo otro lo considero más como una prosa poética. Me encantaría narrar, pero no me sale, me cuesta mucho las historias, creo que me capturan más las sensaciones, las escenas, las atmósferas. Por ahí se puede componer un libro con esos elementos, pero no siempre cuentan una historia que va de principio a fin.

APU: Pienso que es importante para la narrativa leer poesía.

M.M.: Para quienes hacen narrativa y para quienes escriben mails todos los días, informes. La entrada al lenguaje poético habilita un montón de posibilidades que permiten surgir cualquier otra discursividad, otra textualidad. No hace falta escribir lo que se considera poesía, con corte de verso, abre muchísimas ventanas.

APU: Escribiste El matrimonio, Estamos unidas y Efectos personales, este último libro con una temática muy dura como es el suicidio ¿Cómo fue abordar la escritura, bajarla?

M.M.: Fue complicado porque era un tema que me atravesaba en lo personal, pero me parecía muy interesante investigar sobre la cuestión y leer todo lo que estuviera a mi alcance respecto del asunto. Seguramente hay cosas nuevas para decir, pero no quería sentir que estaba hablando sin haberme formado. Volví a leer a Durkheim, hay un libro de Marx sobre suicidio que no es muy conocido, pero existe, es interesante. A mí me interesa su punto de vista materialista, como lo ve socialmente; hay un libro de Al Álvarez que me gustó muchísimo. También investigar cómo funcionaba el tema históricamente, en distintos momentos, espacios, contextos, porque en general suele ser algo que no tiene muy buena fama. Es eso, hablar de algo que es bastante tabú.

“Solté está la idea de entender hace mucho, no solamente respecto de la vida, la muerte y sus formas, sino también de la literatura”.

APU: ¿Fue tratar de entender lo personal, hubo ahí algo de alivio o como lo quieras llamar?

M.M.: Creo que solté está la idea de entender hace mucho, no solamente respecto de la vida, la muerte y sus formas, sino también de la literatura. Creo que es algo muy importante a la hora de enfrentarse a un texto, sobre todo poético, liberarse de la presión de entender, comprender y traducirlo a una lógica racional. Me parece que la literatura propone otra cosa. En cuanto a lo que decías respecto de lo terapéutico que puede ser escribir sobre un tema propio, creo que depende mucho de cada uno. Obviamente, se puede pensar desde psicoanálisis, que es un modo de sublimar y en ese sentido es buenísimo, pero en lo personal creo que la literatura no sabría decir si tiene una función tan directa como curar o sanar, aliviar. Escribir literatura me resulta bastante perturbador, por lo menos lo que me interesa. Por lo cual, tampoco busqué eso ni lo conseguí es lo más mínimo. No estoy mejor. Estaba bien posicionada para poder escribirlo, en ese momento.

APU: Hay una postura crítica con la literatura del yo ¿Qué pensás de eso? También, saber si cuando se construyen un dispositivo libro no pasa a ser ficción, por más que hable de uno.

M.M.: No me interesa tanto el debate, por más que exista y no pueda hacerme la osa, con eso. Me parece que la literatura del yo como categoría es un invento más o menos reciente con el fin de desprestigiar o desautorizar algunas voces. La categoría, no la literatura del yo. Porque si miramos hacia atrás, qué es lo que se puede pensar y qué no como tal. ¿Sor Juana Inés de la Cruz sería literatura del Yo? ¿Proust? ¿Cuál es la condición? ¿Escribir en primera persona y con un episodio o algún reflejo de la biografía? Me parece que eso es tan vago, dibujado como cualquier ficción. No me preocupo demasiado, me preocupa más la literatura como artefacto literario. Dentro de eso habrá cosas que funcionan mejor que otras. Como dice Vivian Gornick, si esto se convierte en un diván, no necesariamente va a ser un buen libro. Lo que hay atrás del libro no me preocupa mucho. No creo que tampoco debiera preocuparle mucho a los lectores.

Me parece que es algo que se puede ver como con mucha claridad con las poetas norteamericanas de mitad del siglo 20 en adelante, que fueron tiladas de confesionales. Si pensamos en Silvia Plath, en Anne Sexton, es un modo de desvalorizar.

APU: Como activista, como feminista ¿Cómo ves la situación, a pocos días de las elecciones?

M.M.: El 28 de septiembre es una fecha internacional por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, se hizo una convocatoria en Buenos Aires y en varias provincias. Es una fecha ya instalada en el calendario de género, pero este año tuvo otro cariz porque estamos muy cerca de una elección presidencial donde hay una propuesta que amenaza con eliminar algunos de los derechos adquiridos en estos últimos tiempos en Argentina El IVE no obliga a aquellas personas que no quieran llevar adelante una interrupción hacerlo, es simplemente una ampliación de derechos, le abre la posibilidad a ciertas personas o grupos sociales que no tenían la posibilidad de acceder como otras personas. Ahora más que reclamar nuestros derechos, los vamos a defender, en eso más que nada tenemos que enfocarnos.

APU: ¿Cómo lo ves al feminismo actual, reunido en esta en esta función ahora de focalizarse en esta coyuntura?

M.M.: Me parece importante destacar un par de cosas. Por un lado, es cierto que después de de haber logrado la ley de IVE en el 2020, que vino también de la mano con una ley de los Mil Días, había demandas muy claras. Las semanas por los reconocimientos de cuidado, el reconocimiento de las trabajadoras comunitarias. Tenemos un montón para seguir avanzando, pero entre la pandemia y estas cosas se pinchó un poco la convocatoria. Ahora volvimos a estar unidas a amalgamadas por esta cuestión de la avanzada de las derechas que no se puede soslayar. Hicimos varias asambleas y eso fue revitalizante. Hay una sensación de que la gente en general, no solamente las mujeres, tenemos un interés vivo y palpitante por lo político, por la conversación política, eso está funcionando y se ve. Porque si no, se piensa que los feminismos vienen a beneficiar solo a las mujeres y diversidades y un mundo feminista es un mundo mejor para todos y todas.