Mediapart: Manguel o la barbarie

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Mediapart: Manguel o la barbarie

20 Julio 2016

 

Por Conrado Yasenza

La comprensión de la cultura como un consumo de saberes y lecturas pseudo ilustrados y para ilustrados, de idolatrías que desdeñan las complejidades de textos y escritores, y sus lados B, o los dobles convivientes en y dentro de ellos, expresa un entendimiento de la cultura en términos de civilización y barbarie. Ese consumo ilustrado e idólatra, es el consumismo sacralizado y de clausura que prefiere la ilustración. Los desafíos de una cultura inmersa en un sociedad compleja, colmada de tramas y pliegues, de debates aún no saldados, expresa, para la ilustración, la barbarie de no pertenecer al universo de Alejandría. En este contexto se produce el ataque que el periodista Philippe Riès intenta asestarle a Horacio González desde el artículo "La Biblioteca Nacional de Argentina: ¿Quién abandera la campaña contra Alberto Manguel?", publicado en el periódico francés Mediapart. Un ataque artero porque viene de lo que se considera una publicación de izquierda (habrá que discutir las clasificaciones políticas en la sociedad mediatizada) que utilizó prácticas periodísticas que bajo el disfraz de "la investigación", revelan lo peor del oficio, esto es, entrevistar a una de las partes cuando la idea y el enfoque ideológico de la nota está decidido de antemano. Hay que destacar que este ataque se inscribe en las ramificaciones que el gobierno del presidente Macri extiende hacia el campo de la cultura, entendida como un fuerte proceso deshistorizador cuya finalidad es licuar en el mundo de las globalizaciones, las marcas y huellas de una identidad nacional aún en debate y construcción.

La biblioteca que promovió González es de carácter infimito en tanto el mundo lo es. Una experiencia abierta que quienes se expresan desde el púlpito bautismal de las técnicas de la bibliotecología, herramienta no desdeñable cuya importancia es esa, la de una herramienta más, castigan porque advierten que la experiencia última de gestión cultural de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, se imbrica en la idea de una biblioteca “ilimitada”, inconcebible en su carácter biopolítico, es decir, ese constante río que nunca baña de igual modo las relaciones entre la vida, la política y la sociedad.

Quizás los méritos de una literatura preocupada por el estudio alquímico del lector, que hace de la cita un culto casi hedonista y del anecdotario borgeano anodino una credencial de prestigio internacional, hacen que Manguel sea el mejor exponente de esa cultura del consumo literario desde la perspectiva de las industrias culturales globales, y de un lector idólatra de los autores, tanto de los consagrados como de a quienes se los barniza como a falsos ídolos (Borges ironizaría acerca de esta concepción).

Ese afán de catálogo sobre el cual las alcurnias bibliotecarias centran su escándalo, olvidan que la entropía rige el universo, y que va en aumento. El ordenamiento informatizado que requiere de menos recursos humanos para saciar la sed eficientista de los regímenes globales que administran las divisiones y jerarquías de trabajo, se ensañan con una repetición de un orden que se pretende alejandrino en su concepción de nombre o lenguaje clasificatorio.

Una expresión más de esa cultura que se pretende moderna porque denosta el centro cultural yn el movimiento tumultuoso de la vida social. Una muestra más de que las averías en agua y gas es patrimonio de una clase bestial, salvaje, que los nuevos gerentes culturales están decididos ya no a ilustrar, sino a clausurar para que de una vez por todas se entienda que el lenguaje es uno y con poder de gendarme universal.

 

* Periodista, Director de la Revista La Tecl@ Eñe y docente en UNDAV