Nuevo disco de Luciana Morelli: "Words of the Wind” (palabras del viento)
Luciana Morelli (1990) es una cantante y compositora argentina radicada en Basilea (Suiza). Luciana Morelli quinteto (2012-2015), fue su primer proyecto como vocalista y compositora, con el que grabó su primer disco, Mandala (2014) de standards de jazz y composiciones propias. Actualmente, dirige su propio proyecto como cantante y compositora, “Luciana Morelli grupo”, con el cual ha publicado su segundo álbum como líder de banda Lo abismal, el agua (2021), en el que cuenta la historia de su viaje a Suiza, no sólo con sus letras, sino también con su voz y sus arreglos, tendiendo un puente entre sus raíces musicales argentinas y el jazz. En 2022-23 Luciana y su banda tocaron en varios lugares de Argentina, Suiza, Francia y Alemania con una muy buena acogida por parte del público y la prensa. AGENCIA PACO URONDO le realizó una entrevista.
AGENCIA PACO URONDO: A diferencia de tu álbum anterior, que estaba integrado por temas con letra y música de tu autoría, en este nuevo disco musicalizás textos de otras mujeres poetas. ¿Qué vínculo tenés con la Poesía? ¿Cómo vivís este proceso de trabajo, donde creás a partir de una obra ya existente?
Luciana Morelli: Siempre me interesó el diálogo entre las artes y desde hace unos cuantos años empecé a incorporar textos como parte de mi proceso creativo, ya sea como disparador para componer o como inspiración para escribir una letra. Mi disco anterior, Lo abismal, el agua (ears&eyes records, 2021) está compuesto por canciones basadas en experiencias personales, pero también en diálogo con otros medios como la literatura y la fotografía. A veces directamente tomo fragmentos de textos (de cualquier tipo) y los uso como material en el medio de una improvisación. (A propósito, pronto se viene un disco de improvisación en cuarteto en el que aplicamos este procedimiento con poemas de Robin Myers). Te diría que, en principio, mi vínculo era más lúdico, de tomar textos, palabras, secciones al azar y jugar. Luego me di cuenta de que evidentemente me interesaba trabajar con la palabra. Y ahí empecé a buscar activamente poemas con los que dialogar de una manera más consciente digamos, no tan azarosa e improvisada.
Trabajar en diálogo con obras de otres, me da cierta sensación de seguridad y de compañía. Es la sensación de continuar ampliando su universo, como una especie de cadáver exquisito que empieza alguien y vos lo continuas. A la vez implica una enorme responsabilidad, por supuesto. Y esa es quizá la parte difícil, la de saber captar cuál es la esencia de esa obra, para que tu aporte sea realmente una nueva mirada sobre eso que ya estaba. En este álbum hay, por ejemplo, un tema de David Binney, originalmente instrumental, al que yo le agregué letra de un poema de Robin Myers y arreglé para cuarteto de cuerdas y voz. O sea, me tomé la libertad de hacer una operación de juntar un tema de una persona con un poema de otra persona y resignificarlos en mi arreglo. Y creo que esto es hermoso, poder tomar las obras de otres como obras abiertas, seguirles el juego y, de alguna manera, mantenerlas vivas y vigentes. Ambos, compositor y autora, me agradecieron y se alegraron mucho por mi trabajo. Y por supuesto, yo les agradezco también por la confianza. El proceso de composición de cada tema fue único y creo que no hubiera llegado a componer de la manera que lo hice en este disco, si no hubiera seguido el juego que me proponía cada texto.
APU: ¿Cómo llevaste adelante la selección de los poemas que cantás en Palabras del Viento? Llama la atención que provienen de distintos escenarios y épocas.
L.M.: El criterio fue buscar poemas que, en principio, me conmovieran, me interpelaran y que tengan una estética interesante y estimulante que dejara lugar para la imaginación. Y en segundo lugar, el idioma. Dado el lugar central que tiene la palabra en este trabajo, me pareció importante poder cantarlos en el idioma original y que las letras puedan ser entendidas por un público amplio. Por eso elegí material en inglés y español. Además quise tener una variedad de puntos de vista y estéticas con las que dialogar. Y sin dudas Emily Brontë, Alejandra Pizarnik, Anne Carson y Robin Myers son cuatro poetas con mundos super ricos y que ponen la atención en temas muy distintos, pero que en definitiva no dejan de hablar de experiencias universales como el amor, la muerte, el deseo, la familia, la identidad, el lenguaje. Fue un poco una casualidad que terminaran siendo todas autoras mujeres de distintas generaciones pero, cuando me di cuenta de que estaba yendo en esa dirección, me cerró como concepto. Eso le terminó de dar unidad y sentido a un disco que es muy ecléctico.
APU: Vivís en Suiza desde hace algunos años. ¿Qué relación observás entre el estado y las artes? ¿Existen políticas culturales? A pesar de los contextos diferentes, ¿qué puntos de contacto encontrás entre ser artista allá y acá?
L.M.: Ser artista, creo que acá, allá y en todos lados, implica un poco de incertidumbre. La dificultad para poder vivir cien por cien de la música, sin tener que recurrir a la docencia u otros trabajos, y la dependencia de los subsidios para poder llevar a cabo proyectos, sucede en todas partes. Lo que pasa es que estamos hablando de realidades y condiciones materiales completamente distintas. Suiza es un país con muchísimo capital y una calidad de vida muy alta. Además, el trabajo en educación está muy bien pago, entonces se puede vivir bien dando clases de música dos veces a la semana, mientras se tiene mucho tiempo para crear, componer. Con respecto a las políticas culturales, tanto en Suiza como en Argentina los artistas básicamente dependemos de la plata del estado y de fundaciones privadas para poder llevar a cabo nuestros proyectos artísticos sin tener déficit. Es casi parte de la rutina de la profesión mandar aplicaciones a fundaciones para poder financiar una gira, una producción de disco, una investigación, una residencia artística. Tengo que decir que en Suiza esto está muy sistematizado y funciona bastante bien, pero también tiene sus problemas. Por ejemplo en Basel, donde yo vivo, el 90 por ciento del dinero destinado a subsidiar la actividad musical va a la música clásica institucional, mientras que tan solo el 10 por ciento se destina a financiar la música popular (pop, jazz, rock, etc.). Pero esto es un problema menor comparado al desmantelamiento por completo de las políticas culturales o directamente del Estado que está llevando a cabo el actual gobierno en Argentina.
Es una situación muy grave y es muy triste. Nuestro trabajo es a contrapelo y, en el mejor de los sentidos, no sirve para nada. Por eso no es funcional al sistema capitalista salvaje que rige en casi todo el mundo occidental. Mantener viva la imaginación, mostrar otros mundos posibles, otras lecturas y narrativas alternativas no le interesa al poder de turno. Me da la sensación que, en contextos de tanta estabilidad y calidad de vida como en Suiza, el arte se echa un poco a dormir la siesta. En cambio, el arte argentino es más voraz. En Argentina hay una urgencia por hacer arte que yo no vi en ningún otro lado. Y eso a mí, personalmente, me emociona mucho y me euforiza, me da energía vital. En Suiza hay una exigencia de perfeccionismo enorme y un estándar de calidad en lo material, en la producción, que hace que muchas veces se quede en la superficie. Para mí la calidad de una obra no tiene nada que ver con el dinero que costó, si un disco fue grabado en el mejor estudio con los mejores micrófonos o en un sótano en el conurbano. En Suiza no recibir un subsidio puede implicar que el proyecto no se haga y, en cambio en Argentina, se hace como se puede, el famoso "lo atamos con alambre". El arte es imparable y no necesita de ninguna aprobación, o cumplir con requisitos de calidad. Se hace en cualquier espacio y con lo que se tenga a mano, porque es urgente.
Página personal de Luciana Morelli: www.lucianamorelli.com
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