Pequeño ensayo de recuerdos sobre Horacio González
Por Área de Imagen de AGENCIA PACO URONDO | Fotos: Camila Alonso Suárez
Los espacios por sí solos no evocan recuerdos, tiene que existir una intención, consciente o inconsciente, que traiga a la memoria un momento pasado. En nuestro intento por no dejarlo ir quisimos recorrer, una vez más, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la que Horacio fue director durante 10 años junto a las voces de algunas de las personas que lo acompañaron.
“Es difícil hablar de Horacio en pasado; y más aún tratar de ver en perspectiva un vínculo afectivo tan sensible. Ya habíamos sufrido el desgarramiento de la partida, cuando dejó la Biblioteca en un acto inolvidable, cuando nos hizo reír a los que llorábamos. Ese también era Horacio, el humanista, el generoso con todos. Un sabio anacrónico e irrepetible: un erudito renacentista que chapoteaba alegremente el barro de la modernidad. Y un maestro, sobre todo. Los que tuvimos la suerte de acompañarlo durante muchos años, asistimos a la lección más extraordinaria de nuestras vidas, una charla sin fin donde desplegaba ese brillo de asociar con osadía los temas más insólitos. El mundo no va a ser lo mismo sin Horacio”. (Carlos Bernatek , jefe de Relaciones Públicas).
“Le costaba aceptar y aggiornarse a las cuestiones administrativas de la Administración Pública y dibujaba las tapas de los expedientes. Yo lo retaba y él me decía: “Uh bueno Adriana, no me di cuenta …¿a quién le puede molestar?”. (Adriana Savia, secretaria de Horacio durante su gestión).
“En esas reuniones siempre surgían dudas y polémicas sobre cómo avanzar con tal o cuál exposición, o tal o cuál proyecto cultural. Horacio, entonces, tomaba la palabra y empezaba hablar. De repente se transformaba en una avalancha de asociaciones inesperadas, un recorrido insólito por un montón de lugares. Mientras hablaba solía mirar a un punto fijo en el horizonte y hacer unas pausas inquietantes. Te hechizaba Horacio cuando hablaba. Y cuando ya estabas completamente envuelta en abrazo tanguero por la melodía gonzalezca, el tipo hacía una suerte de pase de magia e hilvanaba todo ese mar de cosas con el tema inicial, con el origen del problema. Era una especie de acróbata del pensamiento: podía estar en el aire dando mil vueltas increíbles y después volvía al suelo, firme pero distinto, porque ya era otro suelo. Lo más loco y maravilloso es que de esas reuniones siempre nos íbamos con más preguntas y problemas de los que teníamos al llegar". (Florencia Ubertalli, empleada del área de Investigaciones).
A través de esas charlas infinitas Horacio desparramó magia a quien quisiera escucharlo. Magia que pervive en todos aquellos espacios de la Biblioteca Nacional que supo habitar.