Poesía: “La trama de los padecientes”

  • Imagen

Poesía: “La trama de los padecientes”

08 Mayo 2022

Por Inés Busquets

En un mes de mucha intensidad librera, donde fundamentalmente se visibilizó la desigualdad de la industria editorial, el monopolio y la poca regulación a la hora de publicar. En un momento en el cual se revaloriza la palabra como trabajo, no solamente por el discurso histórico de Guillermo Saccomanno en la Rural, sino también por la iniciativa de la Unión Argentina de escritoras y escritores que se encarga de repetir una y otra vez que la palabra es un trabajo remunerado. El último flyer por el día del trabajador cita una frase de Arlt: “Los mangueros de conferencias, artículos, dibujos, etc., dirán, como si ignoraran la realidad: “Veinte minutos nada más”. “Un artículo, ¿qué le cuesta a usted? Se lo escribe en un minuto.”Y siempre el mismo desalmado criterio: “¿Qué le cuesta?”Y la verdad es que a uno le cuesta. Sí, le cuesta tiempo, concentración, estudiar, sustraerse a trabajos más serios, le cuesta a uno todo eso que no le cuesta a los otros, cuyo trabajo exclusivo es pedir.”

Me pregunto, como en el poema de Juana Bignozzi, por la función social de la poesía y su circulación.
Estos días leí un ensayo de Paco Urondo: Veinte años de la poesía argentina (1940-1960) si bien habla de un tiempo que nos precede, me confirmó que este interrogante no es de ahora.
Urondo analiza la situación poética de esas décadas, el invencionismo, el surrealismo, las revistas de difusión poética como Arturo y Poesía Buenos Aires; luego de la vertiente martinfierrista y la disolución de los grupos Florida y Boedo. Y también las primeras intervenciones de los poetas militantes. Allí reflexiona sobre la participación de la vida social y política dentro de la poesía. ¿Había en la poesía un marco de realidad? ¿Los y las poetas eran conscientes del contexto que atravesaban?  

En ese marco, Paco se pregunta y contesta a través de distintas voces, cuál es el lugar que debe ocupar la poesía. Entre otros menciona a Bayley: “La poesía es una actividad real, que opera en la realidad, entre otras fuerzas igualmente reales. La poesía entonces, está y trabaja en el mundo y se transforma junto con el mundo.”

Previo a estas décadas mencionadas, en el ensayo Tilos secos diagonales rotas, Horacio Fiebelkorn, escribe al respecto de la poesía fundacional de la ciudad de La Plata: “Aunque en realidad lo que parece tabú es vincular la poesía con la realidad material del mundo. Y lo real, si bien sólo es la base, es la base, tal como lo dice Wallace Stevens.

− ¿El mundo está lleno de fantasmas poéticos?, le preguntaron una vez a Horacio Castillo.

−El mundo está lleno de realidad. ¿No le parece suficiente?, respondió.”

¿Dónde encontramos finalmente a la poesía?

El otro día me acercaron un libro pequeño, envuelto prolijamente en papel de diario, lo cual ya me pareció un hecho estético. Bernabé me escribió por Instagram, acordamos ese mismo día en una esquina céntrica platense y aunque aun no sé si es de La Plata o no, a la hora pactada estaba con su bici y el libro en la mano.
El libro es blanco con letras negras. La tapa es una suerte de recetario médico y dice: Hospital Zonal Dr. Alejandro Posadas en el encabezamiento y abajo en cursiva el título.
Como todo lo bueno está por afuera del sistema y tengo el privilegio de tenerlo en mis manos, pero no se consigue en la feria del momento.
Hay arte circulando, hay un circuito desconocido y transformador de lectores y poetas.
Pienso en Walter Benjamin cuando dice que busquemos la historia a contrapelo, creo que en la calle está la poesía a contrapelo, también está en las redes si uno/a está atento/a.
El libro se llama La trama de los padecientes (25 mg.)
El poeta es Bernabé de Vinsenci.
La editorial es Engaña Pichanga.
El papel es reciclado, marrón clarito.

La editorial también es un manifiesto: “Publicaciones errantes buscándose un hueco en el universo. Devotxs de las letras malditas y la gráfica que irrumpe.”

La trama de los padecientes está compuesto por un Manifiesto antilocura en prosa y luego los poemas divididos en cinco partes y un prefacio: El hijo de la loca, Un esquizofrénico en la sala de cirugía, El padre de la estepa, Una casa para nadie, Los amigos de todos.

Bajo estos subtítulos Bernabé transita por distintas emociones desde varias miradas. El yo poético es hijo, es amigo y es padeciente. En esa trama vincular atomiza el miedo, el silencio, la desesperación, la salud, la enfermedad, la fe.

Ser padeciente en una sociedad de control es estar sujeto a un paradigma complejo y desigual, en esas sombras se mueve el poeta y expresa: ¿“Quién no se vuelve insano compartiendo pieza con un paciente con cáncer de garganta o con peritonitis al borde de la muerte, la panza podrida (doble operación) o con otro paciente con la nariz quebrada? ¿Quién no pierde el eje, el riel y la cordura, todo al mismo tiempo, cuando un enfermero dice “mejor que se muera?”

El estereotipo, las categorías y los diagnósticos médicos en algunas ocasiones componen un circuito oscuro y pernicioso: “Nadie quiere entregarse a la oración de la muerte.

Yo vengo de la muerte, de ahogarme en soperos y/ atragantarme en gelatinas; /una voz en el pasillo del hospital me dijo “de/ ahora en más serás maníaco-depresivo”:/aprendí a verme reflejado en espejos rotos.”

En el manifiesto la figura del poeta es un deambulador del nosocomio, entonces el libro gravita en el movimiento circular de zonas grises, de llanto, de vidas tristes. Los poemas deambulan también y pasean por las habitaciones de hospital, vuelven a la infancia, dialogan con una madre y con un padre que ya no están, recorren viejos amores y dioses y escritores.

El paciente/padeciente dice la contratapa: “mantiene una conducta inapropiada para la institución. (…) Fuma, toma mate y lee casi todo el tiempo. Y para colmo de males escribe.” ¿Qué es el arte sino más que una herramienta para rebelarse del sistema, de las reglas, de la institución? Un instrumento para romper lo establecido. Un puente para escapar del encierro.

La trama de los padecientes, es un poemario que toca las fibras, es movilizante y transgresor. ¿Qué encubre un diagnostico? ¿Es tristeza? ¿Es orfandad? ¿Es silencio? ¿Es abandono? ¿Cuál es el parámetro de la normalidad? ¿Cuál es el lenguaje de los padecientes? : “Si usted me habla verá que puedo decirle/cuántos pájaros mata un niño con su honda/o quién mató a la loca del pueblo. / Si usted me toca/verá que puedo temblar/-retorcerme como un epiléptico- /pero sepa/que hace un tiempo que nadie lo hace.”

Pienso en los grandes deambuladores de nosocomio, Artaud era una de ellos, Charly García es otro.

Bernabé habla de pájaros, los personajes se ahogan en llanto o en platos de sopa, o gritan en el desasosiego “madre, a qué hora vuelven tus palabras”.

Las palabras que vuelven son las del poeta, las que desenredan uno a uno los hilos de la trama y exponen el dolor hasta levantar vuelo.  

UNO

Mi madre tiene hambre.

Cada vez que la visito

Me habla de su corazón lacerado

Y me confiesa sus miedos;

−Tengo hambre−repite

Y trato de alimentarla:

con los dedos empujo cada palabra

y ella se atora y su cara enrojece.

 

El psiquiatra le diagnosticó ESQUIZOFRENIA

PARANOIDE

Y yo le digo intento saciarla con palabras

Y el responde que esas palabras

Fueron píldoras de silencio.

*

UNO

Hacele caso al psiquiatra, dice

Y me desdibuja la cara de un sopapo.

Dios vela por nosotros, le digo.

Yo te parí

Yo te hice a imagen y semejanza mía

Yo te hago y te deshago

Yo te nombro hijo

Y te dejé huérfano, me responde, y estas manos

son mi única herencia.