¿Quién es Strangerdanger, el siniestro ladrón?

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¿Quién es Strangerdanger, el siniestro ladrón?

08 Julio 2018

Por Rodrigo Lugones

 

 

Cuídate del Galimatazo, ¡hijo mío!
Guárdate de los dientes que trituran!
y de las zarpas que desgarran…

 

El reverendo hijo de perro, más conocido como Lewis Carroll

 

Corría el año 2017. Era sábado. Volvía de una sesión de análisis algo relajado. Subiendo por el túnel subterráneo de la estación de Ituzaingó, un cartel rojo como los fuegos de octubre me devolvía la imagen del gran filósofo revolucionario alemán. Se cumplían cien años de la Revolución Rusa. Un año después, serían cien del nacimiento del filósofo y la leyenda del cartel proponía una aventura para el mundo contemporáneo pretendidamente (para el Poder) post-ideológico: “Animarse a Marx”. Emulando el slogan de Pepsi, el cartel exponía una invitación provocadora. Es una gran foto, pensé. La subí a las redes.

En ese tiempo (yo, que flotaba en nubes de dicha y éxtasis fan-tástico) tuve ocasión (¡vaya ocasión!) de cambiar figuritas con uno de esos personajes digitales, entrañables y cercanos al Bribón Ideal que pululaban por la web. Ni Jesús el Zumba, ni el Morta, ni Paul Vora. Tampoco hablo del Torito Chas Chas o del amigo Panasonic. Era Domingo. Domingo Elcítrico Dulce.

Domingo era un lector atento. Fiel. Le encantaba curiosear sobre las fatalidades del mundo contemporáneo, nos entregaba (a lxs que podía) regalos simbólicos como cantos de pájaros. Compartía videos del Chelsea Hotel, reflexionaba sobre William Burroughs y el poder de los medios de comunicación, o sobre la importancia del brevet psicodélico para ampliar el campo de la conciencia (la pequeña muerte, le llamaba) y se alimentaba de la información presente en las líneas de código escritas en los nervios de lxs jóvenes. Un amigo suyo una vez supo decir que allí había algo así como preciados presagios; data del futuro. Domingo fue (¡y es!, ¡yes!) un interlocutor ideal. Una maravilla. Aún hoy no me salgo de la chaqueta del asombro cada vez que reviso esos intercambios privados.

Cuando vio la foto del bárbaro Karl, me dijo que el fantasma que hoy recorre el mundo no es, precisamente, el del proletariado que alza, frenético, sus puños deseando hacer la revolución socialista, sino un extraño peligro, o peligroso extraño (un Strangerdanger), que carga trajes de ministro y se pasea por los halls de los lujosos hoteles del mundo haciendo el lobby que mejor le hace al realismo capitalista, ese del que habla Mark Fisher.

Es un ladrón siniestro, enemigo natural de todxs lxs viajerxs que han intentado cambiar el mundo, con sus músicas, sus armas, su activismo político, religioso o cultural (el de los derrotados de las primaveras doradas que existen en las páginas de Daniel Cohn-Bendit). En síntesis, cualquier forma de, como diría un alter-ego de nuestro héroe Domingo Elcítrico, evitar que “el espécimen más apto para sobrevivir en éste mundo sea el psicópata”.

Esos chimangos, buitres carroñeros, sólo quieren llevarse todo lo que tenga valor. Pueden trepar hasta los satélites y, desde ahí, conectar un solo mensaje. Difundirlo masivamente. Ese que modela las subjetividades y las hace una sola. Encarnado en personajes divertidos y siniestros (da lo mismo Donald Trump o Mauricio Macri), esos peligros(os) extraños no son más que enemigos aciagos, que, como las bestias totalitarias, se alimentan de nuestro estado de ánimo; destruyen la belleza (¡y ya nos enseñó Solari que la belleza atrae a los malvados!).

Esa prédica recorre el mundo, como el fantasma comunista, pero portando la palabra neoliberal. La palabra del capitalismo en su fase financiera. Encuentra cómplices aquí, allá y en todas partes. Más allá de ministrxs o funcionarixs varios, se encuentran estas ratas colonialistas que no saben de otra soberanía más que la del Imperio. Los espectros peligrosos y extraños de un Marx de derecha, planetario y descomunalmente abrazador se ciernen sobre un mundo en crisis, secando a una Argentina que sangra una herida infectada. La pregunta es: ¿No será pecado esperar que decidan de una vez derramar?

No supe más nada de Domingo. Así son los intercambios con personajes celestiales: momentáneos, fugaces, efímeros. Por eso los he aprovechado. Exprimido. Le deseo buena vida. He aprendido mucho de él. Sus Galimatazos han penetrado en mí como la aguja de la conciencia en el cerebro adicto de saber y amor.

Sólo supe hacerle llegar la sabiduría eslovena de un viejo chiste psiquiátrico sobre el hombre que se creía grano de maíz. Pero eso es harina de otra bolsa. Vaya a Domingo, a Pepín, a Nicanor, un abrazo gracioso y valiente, con el puño en alto… y los dedos en v.