Raúl Perrone: pensar una película como un sueño
Por Silvina Gianibelli
Raúl Perrone es director de cine independiente, lo llaman "el padre del cine underground " por haber resistido a hacer películas autogestionadas sin subsidios. Su obra cinematográfica tiene la particularidad de haber transitado muchos festivales europeos. Su fascinación por el neorrealismo italiano dio inicio a sus primeros pasos. En una etapa más poética y surrealista, reflexiona junto a APU sobre el cine, sus influencias y la fascinación que un personaje como Monseñor Laguna tenía por su obra.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuándo descubriste el neorrealismo italiano?
Raúl Perrone: El neorrealismo italiano lo descubrí cuando era pibe, ya sabés las veces que vi Ladrón de bicicletas. La sigo viendo, pero no sólo eso, lo que me parece impresionante es el trabajo del tipo con esa criatura, porque fíjate que lo hace con una excusa narrativa tan mínima, cómo con una bicicleta se pudo haber desarrollado una película.
APU: Me imagino a Perrone haciéndose preguntas sobre el film.
R.P.: ¡¿Sabés que no podía responderme cómo se había podido desarrollar desde el acontecimiento mínimo, esta obra tan magistral?! Fue el tiempo que me respondió mis preguntas. Varios años, te diría muchos.
APU: ¿Cómo volvías al film?
R.P.: Ya podía revisar en los VHS, valoro la gran sencillez que siempre termina siendo muy completa. No es nada fácil. Lo sencillo no es fácil. Para mí es la gran película de la historia del cine. Por ese tiempo también vi Teorema de Pasolini, la veía todo el día, recuerdo el impacto. El descubrimiento de Pasolini fue un garrotazo en la cabeza.
APU: Pasolini se fascinó con Favio, y a vos tu fascinación por Leonardo te pudo haber costado la vida…
R.P.: Mirá, creo que nunca nos dimos cuenta que podríamos haber sido boleta, hasta un largo tiempo. Habíamos visto Nazareno Cruz, con mi amigo Horacio Graniero, éramos muy pibes, y nos enteramos que el pueblo de Nazareno estaba montado en José C. Paz. Como todo pibe, nos mataba la curiosidad, queríamos ver qué onda y nos rajamos para San Miguel. Te podés imaginar el nivel de fascinación que teníamos, siempre pienso que, si hubiésemos registrado eso, hubiéramos podido mostrar la capacidad de producción que tenía Favio en haber logrado un pueblo en un pozo, porque imagínate que esos ranchos pintados como una pequeña pajita, tenían una veracidad que no lo podíamos creer.
APU: Todo muy bucólico, hasta que …
R.P.: Hasta que supimos que era un campo militar cuando nos estaban apuntando. Nosotros como dos boludos y sin saber qué hacer, estoy hablándote de épocas difíciles. Nos llamaron, nos retaron y logré (como pude) contarles qué habíamos ido a hacer. Nos acercaron como una especie de carro, no nos daban nuestras gambas para llegar hasta ahí. Era todo muy heavy, ¿entendés? Y nosotros éramos dos pibes conmovidos, por Favio y por el terror que nos daba la situación.
APU: ¿Cómo valorás narrativamente al traveling?
R.P.: No tengo una definición como podría hacerlo Godard, siento rebuscadas sus apreciaciones sobre el cine en general, en cuanto a mí, solo sé que quiero que el espectador sienta algo. Recuerdo el traveling circular de Favio a Alcón, es bellísima toma cuando la cámara gira y él mira, es realmente imponente. Pero ya te digo, mi visión no es académica, hago lo que me gusta y lo que creo que puede conmover, y también pienso en el final de Gatica, ese hombre arrastrando al cordón, es una imagen de una poesía impresionante.
APU: ¿Cuál fue tu mayor preocupación a lo largo de tus filmaciones?
R.P.: Mi prioridad siempre fue que actuaran sin que se notara, en los años sesenta era todo muy actuado, yo quería lograr empatía con el espectador. Hoy siento que no estuve equivocado, me daban la pauta los pibes jóvenes que mediante una revisión de mis películas, se veían ellos mismos. Te diría que es mi búsqueda, cuando se creen lo que pasan y eso lo aprendí del neorrealismo. En un principio lo hice porque quería hacer eso, con el tiempo pulí mi estilo, trato de creer en mis imágenes en los que le pasa al actores en la cámara, que la experiencia se atraviese más por lo vivencial que por lo intelectual.
APU: Tuviste un fan atípico: Monseñor Laguna
R.P.: Fue todo muy raro, me acuerdo de estar en casa antes de ir al taller y me llamaron por teléfono, te juro que pensé que era una broma. Después me preocupé bastante, me decían que Monseñor Laguna me quería conocer y que me invitaba a su casa. Yo intuí que quizá me había mandado alguna cagada que ofendiera a la iglesia, me pusieron un auto y me llevaron a su encuentro. Fue un tipo muy amable conmigo, había visto La Mecha en un cine de Belgrano, y había quedado fascinado por cómo yo había retratado a Morón, él era de allí.
APU: Volviste mítico a Morón.
R.P.: No sé si mítico pero sí un Morón que en ese momento yo le decía el Japón bonaerense, por sus paradas de colectivos, sus bares. Era muy bella su decadencia de ese entonces.
APU: Tu cine se hace desde una gran familia, eso tiene algunos costos, ¿cuáles son?
R.P.: Disiento en algo, no es una gran familia, es una familia de diez o doce personas. Es muy difícil sostenerla, me ha costado la salud. Son vínculos muy emocionales cuando no tenés recursos económicos para hacerlos. Casi nunca están todos juntos pero cuando pasan algunos meses sin verlos a algunos los empiezo a extrañar, ellos saben que seguirán siendo los mismos siempre. Lo bueno de todo esto es que conocés sus limitaciones tanto como sus hallazgos, es muy pasional ... de lo contrario sería un ambiente falso y careta.
APU: Hablando de familia, hace un tiempo trabajás con un productor: Pablo Ratto. ¿Cómo es ese vínculo?
R.P.: Pablo desde el 2013 está trabajando conmigo, junto a él decidí tomar otro rumbo. Soy vago para contestar mails, soy reacio a ese tipo de cosas. Quedó claro que no quiero que me consiga créditos ni subsidios de nada, el acuerdo fue así: yo iba a hacer pelis por mi lado y él se encargaba de todo lo que tenga que ver con formatos necesarios para mandar a festivales.
APU: Recuerdo Zapada, ahí se ve tu encuentro con la literatura.
R.P.: Siempre me vinculé con la literatura, me gustaba mucho, Kerouac, todos los beats, Carver, también ese ánimo sucio que tenía en sus cuentos , en algunas pelis usé esa manera de contar sin principio ni final. En Zapada hablamos con Woolf de ese deambular de los tipos donde iban a ver gente y pasaban el día, y con la gente conocida me gustaba que hagan lo contrario.
Lo que no quise trabajar en Capusotto fue su aspecto cómico, su personaje encarnó un alter ego mío, pero como estamos hablando de él su humor surgía con naturalidad. Lo mismo pasó con Campi y con María Lorenzutti, una actriz que venía de espacios como el San Martín había logrado ese personaje de Martita que atravesó otras películas.
APU: Tenés muchas bisagras en tu cine, ¿cuáles recordás?
R.P.: Yo creo que una gran bisagra fue Las pibas, otro quiebre fue Pendejos, creo que con esa peli logré más explosión en el sentido de que fue muy fuerte, supongo por la temática adolescente y cómo fue tratada. Es una historia fuerte con grandes desafíos. Premonitoria lamentablemente por su final. Samuray-S fue otra bisagra, es una película difícil, la amo profundamente, creo que va a ser valorada más allá de mi vida, no aún.
APU: Era la primera vez que escribías junto a una mujer, en este momento de feminismo tengo que asumir que fue otro quiebre.
R.P.: Hablamos de una película muy mítica, no sólo para mí sino por la valoración de los festivales que recorrió en Europa. Sí, Roma se ha puesto a la par mía, no fue una tarea fácil por momento traumatizante pero feliz al fin, hemos celebrado muchas veces el resultado. Digo traumatizante porque pensar una película que transcurre en Japón en los años veinte, tratándose de algo tan lejano y en un formato en blanco y negro, muda y sin diálogos es desesperante, siempre demando con mis locuras. Pero me siguen, por algo será…
Samuray-S es el ejemplo de que el cine no se escribe en bares y no hay que juntarse, con Roma nos conocimos luego de haber escrito la película, fue un trabajo de dramaturgia fuerte. No tengo una respuesta o sí, sería la química, la empatía poética supongo.
APU: ¿Cuál es tu nuevo proyecto?
R.P.: Corsario, es una película que hace dos años la estrené en el festival de Mar del Plata, y después recorrió varios festivales por Latinoamérica, pensábamos estrenarla en noviembre pero no se pudo. En febrero iba ir al Cosmos, pero por este momento que estamos atravesando, tampoco se pudo. Esta película habla de un Pasolini en Ituzaingó, aunque nunca se lo nombre es como si lo fuera, donde recorre la ciudad buscando chicos para una próxima película, como si fuera un cazador en búsqueda de su presa. Está dedicada a Paul Verlaine y a Caraballo, por eso la titulé Un poema de Perrone. El jueves 3 de septiembre a las 20:00 h, se estrena en Cine.ar. Estoy muy contento de esperar ese momento y veremos lo que ocurre.
APU: ¿Siempre la invitación al cine es seguir soñando?
R.P.: Siempre, no existe otro lugar de búsqueda que no sea pensar a una película como un sueño.