Reseña de la novela “Los ojos del General”, de Gustavo Cingolani
Por Silvina Hermosa
Gustavo Cingolani nos introduce en un clima de época, con el contrapunto de un narrador joven al estilo de El gran pez y nos brinda imágenes cotidianas de su protagonista en la pampa argentina. Como en aquella película de Tim Burton, Cingolani enriquece la narración con la mirada hacia el pasado de un amigo de su hijo en sus últimos años de vida. Conocemos a los protagonistas cuando Justina, la hermana de su amigo de la obra, les llevará el almuerzo en el medio de la jornada laboral. Ella roza la mano de Marino cuando entrega las naranjas del postre y le deja en claro por qué ha venido. Así nos presenta Cingolani a los protagonistas de esta historia, en presente y pasado. El narrador luego comenta la infinidad de anécdotas de aquellos años que se han escuchado en la mesa familiar.
Esta historia bien podría ser la continuación de aquellas retratadas en Corazón de Edmundo de Amicis. En su relato “De los Apeninos a los Andes”, donde un niño italiano viene a la Argentina a buscar a su madre enferma y nos plantea la cantidad de vicisitudes que tiene que pasar para finalmente encontrarse con ella al borde de la muerte. Pero no, Marino ha perdido a toda su familia en Italia, su tío Anselmo y su propia familia es todo lo que tiene. Y justamente por defender el honor de su cuñado tienen que mudarse con Justina y sus dos hijos a lo que hoy es Ciudadela para poder allí formar parte de la conformación institucional del barrio.
Con esta propuesta ágil y franca, Cingolani nos va introduciendo en los momentos históricos importantes de aquella época y que atraviesan a nuestros personajes. La criolla Justina le recuerda que ella se enamoró de él porque piensa distinto, de su esperanza y de su voluntad de cambiar las cosas. Marino es anarquista, sigue en contacto con los compañeros de la Boca y el primero de mayo de 1909 acude al llamado a la movilización por la desocupación, por mejoras salariales y condiciones de trabajo dignas. Allí ocurre la masacre, las fuerzas del orden al mando del Coronel Ramón Falcón, asesinan a 11 personas, hieren a otras 80 y persiguen políticamente a quienes, conocían, que tenían vinculación a las ideas de la época provenientes de Europa.
El lector agradece la economía del lenguaje de Gustavo y su ternura en contarnos esta historia plagada de matices propios de nuestra idiosincrasia nacional. Es hermoso encontrarse en sus líneas con alguna vieja anécdota familiar de anarquistas cortando los cables de las comunicaciones y de algún objeto preciado que nos retrotraiga a ese momento histórico como un violín.
Como en el cine de Ettore Scola en C'eravamo tanto amati (Nos habíamos amado tanto) con Stefania Sandrelli, Vittorio Gassman, Nino Manfredi, asistimos en la novela de Cingolani a un encuentro apasionado de los viejos camaradas del barco y sus familias. La cocina en conjunto, el aporte de todos los comensales a la mesa multitudinaria, el bullicio, el disfrute de la gracia infantil y la picaresca familiar nos llevan a los festejos propios de la infancia, los debates políticos y pasiones familiares de una época entrañable.
Esta novela histórica es una historia de amor, que sucede mientras se estaba gestando la idea de una Nación donde los grandes terratenientes ingleses tenían el poder en el campo, y se comenzaban a erigir las grandes instituciones disciplinadoras como la escuela y la iglesia vinculada al Estado. En ese marco, el pensamiento socialista y anarquista refractario de la iglesia y presente en las sociedades de fomento y otras formas comunitarias debían ser disciplinados. Para ello, las fuerzas del orden comenzaron una tarea criminal cuyo desarrollo hemos visto con horror en nuestra historia argentina del siglo pasado. Inmersos en este universo de época se disfruta la lectura y nos renueva las ganas de seguir sabiendo más de la historia de estos hombres y mujeres que contribuyeron a forjar nuestro presente.
Admirable desafío enfrenta Qeja ediciones al editar su último libro: Los ojos del General, de Gustavo Cingolani. Una editorial joven, que asume el compromiso en el verano porteño para publicar, llegado el mes de mayo, una novela costumbrista de inicios del siglo pasado al cumplirse 111 años de la Semana Roja. Por supuesto que el título es muy sugerente pero no se logrará desentrañar, hasta el final de las páginas, su verdadero significado.