Rock sin estrellas: sonidos de generación
Por Juan Manuel Ciucci / Foto: El Rock perdido
¿Dónde buscar los sonidos del ahora? ¿Quién renueva los himnos que han llegado a los actos oficiales, o que copan desde la tv los noticiosos de la medianoche? Ya sin Cementos, ¿cuáles son los antros que potencian el rock local? ¿Existe allí, aún, una potencia?
Resulta que así parece, o uno eso espera. Tras esta larga década, donde ciertas consolidaciones parecen haber dado paso a la esperada renovación, los sonidos de este Siglo XXI comienzan con recuperaciones post punk, post rock, post todo. Pero alejados de las máquinas que enamoraran a tantos sobre el final del Siglo pasado, incluido Patricio Rey. El retorno es hacia sonoridades valvulares, con la apuesta al vivo como espacio de encuentro. Ese tan necesario, en los tiempos que corren.
De allí que comience a intensificarse la escena, también desde los públicos, a los que espacios como el Matienzo o Konex le quedan chicos, más desde lo cultural que desde lo espacial. El gesto canchero y desganado va pasando de moda porque, justamente, está muy de moda. Hay un algo más, una búsqueda necesaria, por algo que trascienda la mera fulgaridad cultural.
“No estamos en un momento donde el under sea entretenimiento”, nos dijo Luludot Viento, voz y teclados de Los Rusos Hijos de Puta. Y en algunos espacios comienza a vislumbrarse esa nueva etapa, que se avecina entre conflictos con los lugares para tocar, y la dura realidad que aprieta los cuerpos y las mentes. No se expresa en letras, acciones, movimientos, aún. Pero hay un caldo de cultivo propicio para esa aparición, ese (re) encuentro. En un año se cumplirán los 20 de aquel mítico recital en Ferro, organizado por las Madres. Todas las bandas que venían en caminos diversos encontraron allí, junto a sus públicos, una politicidad que las extrañaba. El rock como resistencia, esa de las míticas misas Ricoteras. Mucho se ha dicho del paso de esa juventud hacia la política, y mucho más podríamos decir.
En este presente, las bandas que escuchamos, se alejan del estrellato del rock, con nuevos medios para difundir su trabajo, y una actitud post rockstar. El Pomelo que todos llevamos adentro encontró en ese retrato mordaz de Capusotto, su límite. La intensidad está en la escena, y puede ser desbordante, como con Los Rusos HDP o El Perrodiablo. Pero en convivencia con sus bandas, como quien sube a tocar siendo parte del público. No una postura, una trascendencia. Algunas otras que escuchamos y decimos: Las Ligas Menores, Bestia Bebé, Acorazado Potemkin, Los Espíritus, Poseidótica, Valle de Muñecas, Lefunders. Un hoy y un ayer que se entremezclan.
En tanto van cruzándose en espacios como el Teatro Mandril, el Pura Vida platense o Cultura del Sur en Temperley. Los públicos renovados, entrecruzados, difundidos. Hacen falta más lugares como estos, o uno sólo, que cruce con las otras artes de la escena, a este mundo del rock, sin caretearla ni cancherearla. Allí puede consolidarse un movimiento cultural que se avecina, intentando escapar de difusores, productores y discográficas, que ya son el pasado. El mañana es hoy, vuelve a decirnos Korneta Suárez.