Una forma de fabular la ciencia

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Una forma de fabular la ciencia

04 Junio 2016

Por Juan Ciucci

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo surge el libro?

Soledad Quereilhac: Es la versión de mi tesis de Doctorado que defendí en 2010, un tema que he investigado mucho. El origen se dio en mi época de estudiante, cuando trabajé mucho Quiroga y Lugones, pero desde la crítica literaria. Pero al encontrar que un crítico había encontrado una noticia muy similar al cuento "Un almohadón de plumas", me interesó mucho saber si había otras coincidencias, y felizmente las había. Las busqué por lo que expresaban: qué quería decir que un relato fantástico, canonizado luego por la crítica, refiera a una historia que se había publicado en los periódicos mucho tiempo antes.

Y en base a otros autores que había leído, como Jameson, uno de los últimos marxistas culturalistas norteamericanos, que me parece da herramientas muy útiles para pensar la inscripción ideológica/histórica de las fantasías. De qué manera las fantasías en la literatura están hablando de su contemporaneidad, o de la cultura de la que surgen. Y Raymond Williams, marxista inglés, padre de la historia cultural. Y para leer en la literatura no solo arte, sino el producto de la sociedad. Como él dice: la sociedad produce autos, latas y libros. De qué manera la literatura expresa la sociedad de la que sale. Me puse a buscar si esas fantasías materialistas, biologicistas, se encontraban en otros discursos de época. Y terminé encontrando que la literatura era un eslabón más, que con sus formas específicas de lo literario, hablaba de ciertas formas de la imaginación científica de la época. De qué manera la ciencia incentivó en esa época todavía una ciencia comprensible, que adscribía a grandes rasgos como dice Hobsbawm a la visión mecánica del mundo. Encontré en la prensa, Caras y Caretas o La Nación, muchas notas donde se comunicaban avances científicos pero también proyecciones bastante fabuladas, que no sé si era consiente o no, sobre los posibles alcances de la ciencia o los nuevos descubrimientos. Había una heterogeneidad que me fascinó, porque muchas veces me pasa en Caras y Caretas que no es solo un semanario humorístico, encuentro notas que no sé si son adrede o están escritas seriamente. Ese espectro me interesó muchísimo, como los espiritistas o teósofos que sueñan con una ciencia posible, que corrobore sus fenómenos y que manifiestan una fe en la ciencia para mí enternecedora. El libro, que partió de la literatura, pretende ser un estudio de diferentes zonas de la cultura de la época, en relación a una imaginación científica. Una forma de fabular la ciencia.

APU: Uno de los libros que cita es el de Roberto Arlt, Las ciencias ocultas en la Ciudad de Buenos Aires, qué te interesó de ese texto?

SQ: Aparece clausurando el período, pero ahora lo pienso distinto (risas). Ese texto de Arlt que aparece publicado en un periódico, Tribuna, cerraba una época porque había encontrado tanto científicos prestigiosos que estudiaban lo paranormal o espiritista, periódicos que lo reseñaban seriamente o se reían de eso, encontré literatura que trabajaba con ese horizonte de proyección de lo espiritual material. Pero encontraba mucho descreimiento ya de esa posibilidad. Arlt va a la Sociedad Teosófica porque sabe que Lugones es teósofo y aprende eso de la época: Lugones es el poeta nacional, una autoridad. La madre de Arlt era espiritista, tenía cierto vínculo con lo esotérico, escuchaba eso desde su casa. Tiene como un viaje místico cuando lee a Besant o Blavatsky, pero va a la Sociedad Teosófica y lo lee, por eso Lugones era muy importante, porque producía bibliografía teosófica. Entonces Arlt solo ve la trampa, por eso la figura del Astrólogo, es lo que ha visto en estas instituciones. En El juguete rabioso hay un teósofo también. Clausura esa época, donde se pudo pensar que había un valor de verdad en las corrientes espiritualistas, y que ese valor de verdad se vinculaba estrechamente con un objeto científico, con la posibilidad de estudiar científicamente esos fenómenos. Ahora lo relativizo un poco porque sigo encontrando literatura que participa de este imaginario en los 20, 30. Pero la época de esplendor, cuando los científicos le dieron un nivel de credibilidad a este tipo de fenómenos, es el período entresiglos.

APU: Junto a esto, está la idea de cómo se construye “lo científico”, que vale para el período pero también para el hoy.

SQ: Del hoy me siento poco informada para poder hablar, me gustaría conocer más de la ciencia de hoy, si bien hay muy buenos divulgadores; les es más difícil comunicarlo. En aquella época había teorías o postulaciones más fáciles de divulgar, los mismos científicos escribían en los periódicos. Y también está la discusión de qué es lo científico, esa pregunta me interesó muchísimo. Quise saber qué entendían por ciencia los que leían el diario, los que leían y producían literatura, que esperaban de la ciencia. No hay consenso, la ciencia son muchas cosas, y está imbricado con el discurso social. Hoy se habla de ciencia, pero quizás de disciplinas separadas. Hasta hace 10 o 15 años no tenía tanta visibilidad el Conicet, y hoy tiene presencia en el discurso, por políticas expresas. En esa época, la cuestión está más presente en los medios. Y la vida ser transforma de modo radical gracias a la ciencia: una ciudad iluminada es un cambio completamente radical.

APU: ¿Y cómo se piensa la ciencia en relación con el poder?

SQ: Me parece que este es un período en donde se presupone que es de todos, que está ligada al beneficio de la humanidad. No está ligada a la construcción de la bomba atómica, por ejemplo. No está asociada al negocio, al capitalismo; aunque siempre lo estuvo, está claro. Pero existe una presuposición que la ciencia es de todos, y hay una representación del científico positiva. El científico malvado se fija en el siglo XX, si bien está en Frankenstein pero no es malvado, en todo caso es un cobarde, abandona a su criatura porque le teme.

APU: Es un período donde todo parece posible…

SQ: Sí, es otra creencia candorosa de ese momento. Por eso piensan que es posible descubrir la fuerza de la mente, por ejemplo. El orientalismo del siglo XIX trae algunas de las prácticas que observan viajeros, o se intenta dar cuenta de la hechicería o las tradiciones folclóricas. En las humanidades, en los últimos 20 o 30 años hay una tendencia a demonizar al positivismo en la historia de las ideas, como que solo es racismo sociológico. Es completamente equivocado, porque nuestra ciencia moderna es parte del positivismo. Obviamente que en las ciencias sociales la fuerte impronta biologicista vino a confirmar prejuicios, pero la ciencia no era solo eso. En estos materiales encuentro una mirada de fe en la ciencia, la posibilidad que se encuentra allí, la magia está en la ciencia, esta idea de que todo es posible.

APU: Antes mencionaba la presencia de la ciencia hoy, y quizás sea de la mano de una ciencia aplicada a un nivel general: el Conicet ligado a las vacunas o el Arsat. En esta época que analiza, me parece se encuentra más cercana, a los fenómenos que nos pueden pasar a cada uno, en el día a día.

SQ: Sí, por esta idea de que la ciencia es de todos, y que todos pueden leer y aprender. Y ensayar, algo que viene después fuertemente en la década del 10, con tantas patentes de invención. La práctica también está presente en las sesiones espiritistas, que se realizaban mucho, eran muy comunes. Y la idea de que la ciencia viene a contestar las grandes preguntas existenciales: ¿hay vida después de la muerte? Hoy la ciencia no es tan ambiciosa, eso se lo deja a la religión.

Presentación

Cuando la ciencia despertaba fantasías,  Prensa literatura y ocultismo en la Argentina de entresiglos, de Soledad Quereilhac

Participan: Diego Golombek y Marcelo Figueras
Miércoles 8 de junio, a las 19 hs, en Casa Museo Ricardo Rojas  (Charcas 2837 - CABA)