“Una vez siempre”, novela de Virginia Martínez: el primer amor y la ilusión de inmortalidad

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    Virginia Martinez
    Foto: Víctor Carreira
NOVEDAD LITERARIA

“Una vez siempre”, novela de Virginia Martínez: el primer amor y la ilusión de inmortalidad

01 Enero 2023

La primera novela de la realizadora visual, guionista y dramaturga Virginia Martínez, Una vez siempre (Metrópolis Libros, 2022), tiene una trama que sorprende y atrapa desde la primera página. “Que una novela tenga una voz contundente quizá sea lo que más me atraiga para comenzarla”, expresa el escritor Luis Mey en la contratapa.

Los protagonistas son Mela y Luca, dos adolescentes que se enamoran a comienzos de los años ‘90. El gesto de la escritora fue darles voces potentes. “El habla de los personajes construye mundo”, señala Virginia en diálogo con APU, y esto es lo que el lector percibe desde el comienzo del libro: la espontaneidad y la fuerza de sus dichos. Por su modo de hablar sabemos que pertenecen a universos culturales distintos: Mela es de Sarandí, criada al sur de la provincia de Buenos Aires y fan de la cumbia santafecina; Luca es del barrio de Caballito, nacido en una familia de la clase media y ama el rock.

El contexto está dado por los últimos meses del gobierno de Ricardo Alfonsín y la asunción de Carlos Menem y esto se muestra con las menciones a la inflación, el dólar, los australes, la colimba, las Malvinas, las “picas” entre las tribus musicales, Alcides, Ricky Maravilla, Madonna, el boliche Palladium, la película Karate Kid, los cassettes TDK y el disco Thriller.

La novela está estructurada en tres partes y cada una abunda en diálogos y escenas. Es un acierto que se vayan alternando las voces narrativas de Luca y Mela en primera persona, son dos miradas que enriquecen el relato y que van dosificando la información para el lector.   

El vértigo y la acción están presentes desde el comienzo, este cuerpo textual está en sintonía con esos cuerpos adolescentes ávidos de descubrimientos y aventuras. Los protagonistas se conocen en el baño de un boliche de Sarandí y Mela le pide ayuda a Luca para correr, así la novela se abre con una huida y esto marca una impronta que recorre toda la obra. Más adelante corren en el contexto de los saqueos. “Mejor que lo sepas desde ahora, Luca Jorge. Tengo destino de correr”, dispara Mela al arrojarse de un colectivo. Y la corrida final de Luca marca otro escape. “Te contagié el destino de correr”, lanza Mela.    

Los elementos disruptivos, el humor y la poesía alivian la tensión dramática. También se transmite esa embriaguez y el erotismo urgente del primer amor adolescente: “Me dijo qué fuerte que estás y me la transé. Con la lengua revivimos un pájaro, cosimos un durazno y le chupamos la piel”.

Le consultamos a Virginia si hay un hilo conductor en el agua: el arroyo donde van los protagonistas el día que se conocen, el relato de Luca sobre El lago de los cisnes, el primer beso a orillas del Riachuelo en Puente Pueyrredón. También con el recuerdo de la niñez de Mela en Santa Clara del Mar, en la playa junto a su padre, el tema “Playa Girón”, de Silvio Rodríguez. El agua de esa ducha donde encuentran a Mela y una escena que tiene un registro distinto y abre la tercera parte de la novela, que habla del Inundador: “Creaba lagos, océanos, mares. Toda el agua era suya, toda el agua nacía de él y a él volvía: de los deshielos, de las nubes, de los ríos”.

“No lo pensé como hilo conductor, pero sí, es una interpretación interesante”, responde Virginia. Y agrega: “Cuando se quiere conocer algo en profundidad, hay que sumergirse en eso”. Y nos muestra un video fascinante con la obra de Jason de Caires Tylor, un escultor británico que nos cuenta le ordenó algunas ideas durante el proceso de escritura.

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Tapa una vez siempre

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el disparador para embarcarte en tu novela y cómo fue el proceso de escritura?

Virginia Martínez: Los procesos creativos son de lo más azarosos, ¿no? El disparador de mi novela quedó muy lejos, una vez que me subí al barco, pero fue fundamental para que en altamar no me ocupara de lo que iba a pasar (es decir de la trama) sino de cómo iba a pasar aquello que iba a pasar. Partí de un caso policial muy resonante en 1989, un suceso con muchos elementos para desarrollar un buen policial de enigma y en función de ese potencial imaginé una serie (que es de lo que vivo, básicamente, de desarrollar y escribir series). Exploré un universo (es decir, investigué y al mismo tiempo inventé, construí un mundo), escribí un primer capítulo y luego me distraje con proyectos que me daban de comer.

Tiempo después, en pandemia, retomé eso que había comenzado por mi cuenta como una posible serie y decidí escribir una novela. ¿Por qué? Porque nadie me iba a pagar por ese trabajo, lo cual implicaba tener toda la libertad del mundo, y no hay nada que añore más. Así que abandoné las elecciones más convenientes (en términos de industria audiovisual y de audiencias) y me quedé con lo que de verdad a mí me importaba en todo este asunto. No era el elemento policial, era el componente político y la potencia simbólica de aquel suceso (el de unos cuerpos que explotaban en un país que explotaba). A partir de ahí fue como un derrumbe, un alud, un terremoto: algo imparable, una fuerza propia que me eligió como vehículo para su manifestación. Así como se lee fue escrita, creo que es fácilmente reconocible la velocidad y el vértigo que imprimen las páginas de la novela, la urgencia que hay en ella. Me llevó más tiempo corregirla que escribirla, esa es la verdad. Y tuve mucho cuidado, en la corrección, de no matar esa frescura que -creo- tiene la novela a partir de las voces de sus protagonistas.

“Así como se lee fue escrita, creo que es fácilmente reconocible la velocidad y el vértigo que imprimen las páginas de la novela, la urgencia que hay en ella”.

APU: La novela tiene escenas con diálogos y descripciones que podrían ser guiones y eso la enriquece. Lo mismo sucede con las dos voces narrativas que se van intercalando en los capítulos, con las miradas de Mela y Luca acerca de los mismos hechos. ¿Cuánto de Virginia como realizadora visual hay ? ¿Pensaste en llevarla al cine?

V.M.: Me estimula mucho tu pregunta, porque me hace feliz la respuesta. Creo que es el primer proyecto estético en el que estoy “completa”, en el que vuelco realmente todo lo que soy. Mi formación académica es en artes visuales; trabajo en el ámbito teatral -en diferentes roles- desde los quince años: escenografía, vestuario, producción, dirección y dramaturgia; y laburo en la industria audiovisual -escribiendo para ella, básicamente- hace más de diez.

Creo que la novela es la condensación de todo eso que transité: una tendencia a sintetizar en imágenes, una inclinación a estructurar la narración a partir de escenas, escenas que surgen de conflictos y diálogos entre dos personajes… Me han dicho muchas veces que ven muy cinematográfica la novela, tanto me lo han dicho que debería darles cierto crédito. Pero, honestamente, creo que eso que advertís es una riqueza que tiene la novela, que no es ni más ni menos que la riqueza de un mundo, en este caso es el mío, pero eso es circunstancial. Por eso, y lo digo sin ninguna pretensión, lo que encontrás es una particularidad,  una característica de mi literatura, creo, y no un elemento para imaginarla (o desearla) en otro formato. Aunque, si insistís, como tengo muchas verdades relativas (risas) la veo más teatral que cinematográfica.

APU: Está muy logrado el contexto político y cultural de los 90. ¿Por qué situaste la novela en esta época y cómo trabajaste la recreación histórica?

V.M.: La novela cuenta una historia de amor, y creo que no hay amor más fundante que el que se experimenta en la adolescencia: es el gran descubrimiento, junto con el de la ilusión de inmortalidad. Y cuando te sentís inmortal, todo es posible. ¿Qué mejor que escribir desde ese lugar? Con esa capacidad de asombro, con esa libertad, con esa irreverencia… Reviví mi adolescencia, entonces. Eso hice. Me fui a escribir ahí. 

“La novela cuenta una historia de amor, y creo que no hay amor más fundante que el que se experimenta en la adolescencia: es el gran descubrimiento, junto con el de la ilusión de inmortalidad”.

APU: Los protagonistas son muy vívidos, quedan anclados en la memoria al terminar la novela por cómo hablan y se mueven. ¿Cómo fue la construcción de estos personajes? ¿Te inspiraste en alguien real o literario?

V.M.: En un tramo de mi recorrido, de mi formación, estuve unos años en la carrera de Psicología (UBA). Recuerdo que en el inicio de la carrera quedé fascinada con Semiología, con los problemas vinculados a la Lengua, el lenguaje y el habla. Más adelante me enamoré perdidamente de Pierre Bourdieu y lo estudié mucho. Cuando empecé a escribir ficción creo que esos dos enamoramientos se hicieron carne: el habla de los personajes construye mundo. A mí no me hace falta describir cómo viste un personaje, ni dónde vive, ni a dónde va. Me alcanza con escucharlo hablar. Cuando escuchás de verdad, el mundo aparece solo, sin necesidad de subrayar nada. Sin darte cuenta se te mete hasta su respiración, y en el ritmo de su respiración aparecen sus miedos, su ansiedad, sus deseos, un habitus de clase. Y resulta mucho más interesante creo, también, para el lector.

Porque pasa eso que describís, sucede de manera orgánica, internalizás una información que se te ofrece de manera indirecta o tangencial; entonces, cuando lo advertís, resulta un descubrimiento. Y siempre es gratificante descubrir algo, porque se parece a entender, a comprender el sentido profundo de algo. Lo que también, por supuesto, puede resultar perturbador. Y ahí está el asunto, en ese delicado equilibrio. Creo que eso es la poesía, ¿no? Y con respecto a la inspiración… trabajé con mi propia experiencia y lo que hice fue trasladarla a un “yo literario”, me identifico más con esa idea que desarrolla Pablo Ramos que con la más difundida de “alter ego”. En este caso, desdoblé mi vivencia adolescente en dos voces, que son la de Mela y la de Luca, los protagonistas.

APU: Contanos cuáles son tus proyectos y si tenés pensado seguir con la escritura de ficción.

V.M.: Estoy trabajando en una segunda novela, cuya protagonista es un personaje secundario en esta (Fiorella, la hermana de Luca) y otro personaje que apenas se menciona, que es una nena sordomuda en la novela anterior (ya una mujer en esta). Este nuevo material transcurre en la crisis siguiente a la de Una vez siempre, la del 2001. Empecé a estudiar lengua de señas para aproximarme a la poética de una de las protagonistas porque probablemente también esté narrada en primera persona, teniendo en cuenta que tengo una protagonista sordomuda… me metí en un lindo quilombo. Pero me encantan los quilombos, así que allá voy.

Biografía

Virginia Martínez nació en Buenos Aires en 1975. Es Licenciada en Artes Visuales (UNA), dramaturga y guionista. Ha cursado estudios de Psicología (UBA) y Ciencias de la Comunicación (UBA). En los últimos 10 años ha desarrollado contenido audiovisual para diversas plataformas y productoras en Argentina, España, México, Chile, Uruguay, Brasil y Colombia. Una vez siempre, su primera novela, fue finalista del Premio Futurock Novela 2021.