Vacunación: las fotos de la esperanza activa
Por Pablo Melicchio | Ilustración: Matías De Brasi
Sonreír mirando a la cámara sosteniendo el carnet de vacunación nada más ni nada menos que entre el corazón y los pulmones; es decir entre el sentir y el respirar tan asediados por el coronavirus. Posar de cara al presente para decretar un mañana mejor, sin miedo al contagio, sin confinamiento ni distancia social. Fotografiarse apostando al bienestar, para revincularnos sin temores, deseando que regresen del exilio los abrazos y los besos para que sanen a nuestro ser humano impedido de su mejor y más efectiva medicina: los afectos.
Que se reproduzcan las fotografías, que se multipliquen como los panes y los peces del viejo milagro, que inunden nuestras retinas, que calmen la tensión mental, que salpiquen de alegría a los corazones cansados y que despierten por fin los espíritus que parecían derrotados por la incertidumbre.
Son las fotos de la esperanza, pero de una esperanza activa, no de un positivismo de escritorio sino del triunfo de la vida en las calles, para empujar a la enfermedad hacia su confín sombrío, para dilatar el encuentro con la muerte, para celebrar por fin la fiesta del reencuentro de los cuerpos ayer distantes y saciar el hambre de amor sin barreras. Congelar este momento histórico. Subir las fotografías a las redes, empapelar la ciudad, para dejar detrás otras imágenes, las de las calles vacías, las de los barbijos acentuando miradas tristes, y las más angustiantes de todas, las de los hospitales superpoblados, respiradores, ataúdes y vedados adioses.
Son las fotos que estábamos esperando, como cruces que exorcicen al maldito coronavirus, para que pierda su fuerza maligna y que triunfe la inmunidad. Fotos que destraben los caminos, para recuperar la libertad de andar, esa libertad que tanto añoramos. Nada más lindo que ver a la gente llorando de emoción, festejando como si fuera un gol de Messi. Pero no, no es un gol del 10 de la Selección, lo convirtió la ciencia a la que tanto se criticó y la que finalmente hoy juega de titular para salvarnos del descenso al inframundo del ahogo y la desesperación.
Sufrimos mucho. Perdimos demasiado. Ahora, a levantar la cabeza, a sostener la mirada, a posar y compartir las fotografías para contagiar esperanza y para que la vida vuelva a brillar pero con toda su intensidad. Sabiendo, como rezo de misa ricotera, que “cuando la noche es más oscura, se viene el día en tu corazón”. Falta poco. No aflojemos. Está amaneciendo.