Walter Lezcano: “La revolución literaria no será tuiteada, hay que mover el culo”

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Walter Lezcano: “La revolución literaria no será tuiteada, hay que mover el culo”

20 Noviembre 2022

Walter Lezcano, poeta, periodista, ensayista, narrador, docente dialogó con APU en VIVO (lunes a viernes a las 19 horas en YouTube, Twitter y Facebook). El autor de Luces calientes, La lucha armada, Días Distintos, Aira, Rubí, entre otros, habló sobre la función social de la poesía, la federalización de la escritura y las nuevas narrativas.

 

Agencia Paco Urondo: ¿Cuándo arranca tu historia con la literatura?

Walter Lezcano: Mi camino con la escritura comenzó un poquito antes cuando me fasciné con la lectura. Empiezo a leer, según me cuenta mi madre, incluso antes de entrar al Jardín. Con el tiempo, se afianzaron las ganas de leer, de estar en contacto con los libros. De cualquier cosa, algo muy relacionado al juego, en esa instancia. Nos mudamos mucho con mi madre (somos muy unidos, soy hijo de madre soltera) y estas mudanzas me daban como una especie de lugar: “el nuevo en el barrio, en la escuela”. Tenía 11 y había períodos de soledad y la lectura empezó a ser como una mónada, una zona de salvataje. A los 12, 13, tenía ganas de ver si se podía trasladar algo de lo que leía al papel. Sumado a una decepción amorosa, se conjugaron estos dos elementos y empecé a escribir poemas. Poemas que, por supuesto, tienen que ser lo peor de lo que se escribió en la Historia de la Literatura desde que salimos de las cuevas para acá, pero creo que fue un comienzo muy atractivo. Y eso habla de la poesía como un lugar inmenso, donde hay espacio para todos y todas. Con el tiempo, uno se va poniendo más exigente y deja de deslumbrarse por las historias y empieza a ver cómo están construidas, a pensar en el uso del lenguaje y la escritura también empezó a tener ese costado. Como decía Piglia, “cuando uno lee distinto, escribe distinto”. Casi siempre relaciono la escritura con los distintos estadios que tuve como lector.

APU: ¿Y hubo un día en el que dijiste “me quiero dedicar a esto”?

W.L.: En la adolescencia, cuando ya había encontrado la escritura, después de un tiempo era hermanado eso de escribir y leer. Tal vez por cuestiones personales, esto de vivir en barrios precarios, en zonas complejas de la existencia, de heladeras vacías, me di cuenta que por fin tenía algo mío y que esto iba a ser para toda la vida. Creo que los orientales lo llaman una epifanía. Eso me pareció totalmente impresionante. Escribir lo relaciono mucho con el placer, nada con el malestar. Estaba al alcance mío. Por supuesto que no tenía ningún parámetro de calidad ni la esperanza de publicar, ni (mucho menos) nadie que conociera que estuviera en contacto ni con el arte ni con nada. Estamos hablando de círculos con primarios incompletos y trabajos en negro. Me acuerdo de haberlo enunciado, pensado de esa forma: esto va a ser para siempre. Creo que eso fue un quiebre. Sabía que iba a tener eso para mí: leer, escribir. Nunca se fue de esa zona cotidiana, pero también una especie de salvataje hacia el futuro.

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APU: ¿Cómo una especie de camino de salvación?

W.L.: Sí, funciona como un monstruo de dos cabezas. Por un lado, sería esa que vos bien decís, y por el otro, para mí no hay comprensión de la vida sin lectura de poesía. No entiendo el concepto de “lectura de verano”. ¿Qué hacés en enero, no se lee a Dostoievsky? En la medida que te atraviese, cualquier género, tipo de textualidad, si te pone en una zona distinta de tu existencia te mete muchísimo en lo que te está pasando. Me acuerdo claramente haber leído en la adolescencia a Scott Fitzgerald, Crack-up, un texto de jazz, de los ´20, y yo decía “no tengo ninguna duda que este tipo me está hablando a mí y de que algo de lo que me está rodeando lo entiendo mejor”. En ese sentido funciona: es muy certero el contacto con la literatura para luego visibilizar mejor eso que llaman realidad.

APU: ¿Cómo fue empezar a mostrar? en esto que pasamos de intentar explicar por qué lo hicimos de tal o cual modo

W.L.: La generación mía fue la de los blogs. La de poder encontrar un espacio en Internet distinto a los circuitos de legitimación de la generación previa en donde solamente había editoriales grandes y si vos no entrabas ahí podías morir con la mayor decepción de tu existencia. Fue una época donde los parámetros de calidad se fueron corriendo. Una generación, para existir, tiene que ser parricida. Me parece que queríamos corrernos de lo que le parecía que estaba bien a la generación anterior. Eso fue dando lugar a nuevas voces, a nuevas formas de ver la literatura que tenía una retroalimentación con los circuitos de lectura. Todo esto, si querés, concluye en la Feria de Editores. Ahora no sé qué va a pasar.

APU: Creo que es mucho más el impacto de la Feria de Editores que la “oficial”.

W.L.: La Feria del Libro es una institución que no tiene incidencia en la realidad de nadie. En las literaturas, en las escrituras, en la formas de leer. Absolutamente en nada. Que sí lo tiene la Feria de Editores, porque construye lecturas, catálogos, intervienen respecto de cómo generar discursos. Se empezó a construir el lector que era fan de catálogos, ya no solamente de determinado escritor o escritora. Fue algo parecido a lo que ocurrió con el periodismo, que empezó a decaer en términos de medios, lo que empezó a elevarse fue la figura de ciertos periodistas en los cuales uno confiaba. La firma empezó a tener un valor, no así el medio.

“Uno escribe salando las heridas, pero corrige como un cirujano”.

APU: ¿Cómo hacemos para que esa FED que representa a los lectores y lectoras no se convierta en una pieza de museo?

W.L.: Hay que estar muy atentos a no quedar presos de ciertas instituciones gubernamentales y que todo sea priorizar cierta idea de show. Las editoriales se van juntando para buscar formas de mostrar las nuevas voces. Ferias en distintos lugares, movimiento alrededor de ciertas librerías, distribuidoras. A quienes nos gusta mucho la lectura estamos pendientes de lo que pasa alrededor del libro. Y estas editoriales que arman su propio juego además de la FED, mantienen ese fuego sagrado entre lo profesional y lo amateur, y es en ese vaivén donde se maneja lo seductor y atractivo. Es un momento de cierre, este. Lo que estaba por debajo de la tierra se volvió visible. ¿Qué otras raíces están creciendo en este momento? ¿Qué otras voces, desde qué lugar? En las provincias, en todos los lugares, están pasando cosas alucinantes. Buenos Aires y Capital no son centro de nada.

APU: Se está promoviendo mucho la federalización.

W.L.: Totalmente. Esa descentralización, que ya lleva más de una década, gracias a los medios tecnológicos que tenemos a mano, hace que cada territorio vaya creando su propia tecnología. Están pasando cosas increíbles y los medios no lo están reflejando. La revolución literaria no será tuiteada, hay que mover el culo.

APU: ¿Cómo te llevás con las redes sociales, es un género más de ficción?

W.L.: Frente al fracaso de Internet como zona utópica, que está totalmente colonizada por los mismo que manejan la realidad, a mi me da la sensación de que se está surfeando este territorio de la red entre lo ficticio y lo real. En mi caso lo tomo como una zona de guerrilla. Una forma de combatir la realidad, tratando de no quedar enganchado con ningún discurso y siempre tirando la contra. Es una zona estratégica, si te copa usar la palabra. Lo que si no creo es que a partir de Twitter, el arte se piense distinto. Es un foro donde se puede activar otros discursos que no sean los dominantes.

APU: En esto de intervenir, el tango y el rock fueron, en su momento, testigos sociales de lo que pasaba en nuestro país. ¿La poesía puede llegar a ocupar un lugar similar?

W.L.: Te lo llevo a otro terreno. Soy docente de secundaria y estos últimos 3, 4 años, para estudiar poesía utilizo el trap. Siempre con nombres que van saliendo cada tres meses (risas) Si lo pensamos en términos lingüísticos, se recuperó la rima. En la poesía que sale con los libros, el verso libre es lo preponderante. La rima parecería ser una zona a dónde los poetas les cuesta acceder, como si fuera algo anacrónico. El Trap viene a mostrar un uso renovador de la rima. Nosotros tenemos toda una tradición en la rima. Creo que ahí se puede ver cómo lo poético se va filtrando desde otro lugar. Por más que nosotros sabemos lo que implica trabajar con la música de las palabras sin la necesidad de la instrumentalización, pero esta gente está poniendo en relevancia algo que estaba perdido. Veo cómo se enriquece el lenguaje, la capacidad intelectual de establecer relaciones y oraciones y jugar con eso. Nos ayudan a encontrar a la poesía en otro lugar.

APU: ¿Y los pibes se enganchan en esta movida de producir?

W.L.: A ciertos alumnos y alumnas les cuesta darse la libertad de equivocarse y seguir, pero cuando empiezan a escuchar estas historias de la calle, de cómo nace, de cómo el juego es parte importante de todo esto, ahí se genera, se habilita ese espacio de arte sin pensarte que querés ser una estrella llenando estadios, les da la posibilidad de imaginar sueños que de otra forma no lo lográs. Sin caer en el cliché, ni en resiliencia ni en nada: el poder de la mente para crear futuro. Esa cuestión, como dice Casas, de volver el dolor una aventura, ponerlo en palabras, que los demás lo compartan, lo valoren, eso el arte te lo puede dar. Y digo el arte con minúscula, el de lo cotidiano.

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APU: Pareciera que, a veces, los educadores no se dan cuenta de lo importante de esa apertura. La mayoría de los profes dicen “qué difícil es trabajar con adolescentes” y, por ahí, es que no encuentran cómo estimularlos          

W.L.: Siento que el sistema está haciendo bullying a los docentes. El sistema social, la institución educativa. Un poco estoy con vos, pero otro poco siento que estamos haciendo lo que podemos con las herramientas y el estado de ánimo que tenemos. Todavía no se está haciendo un informe para ver qué onda con el estado mental de los docentes.

APU: Y luego de la pandemia, como que estamos tratando de reconstruir.

W.L.: Constantemente estoy viendo alrededor para ver qué consecuencias hay. Detalles, reacciones. De este tipo de novela de ciencia ficción que vivimos en tiempo real, creo que vamos a sacar conclusiones dentro de 5, 10, 15 años.

APU: Quería preguntarte cómo hacemos con eso que a veces sí nace de algo que nos pasó, que escuchamos

W.L.: A mi me parece que cuando surge eso, creo que el impulso natural que hay que seguir es escribirlo. Si nace como pregunta, hay que escribirlo. Después vendrá la corrección, lo que suceda. Uno escribe salando las heridas, pero corrige como un cirujano, ahí con el escalpelo viendo que la cosa funcione, porque también es un poema. Algo que es cierto: no se puede arreglar lo que no existe. En la medida que no tengamos ese poema en el papel, en el blog, en el word, donde sea, no se puede volver pieza. Pero creo que hay que darle bola a convertir lo cotidiano en otra cosa. Hay como una zona de la poesía argentina que está poco explorada dentro de lo que sería poesía política, que es el contenido antiracista. Me gustó mucho cómo trabajan las disidencias y pienso que, tal vez, se puede hacer algo así con la cuestión racial.