Yegua y groncha, entrevista a Eduardo Silveyra
Por Jorge Hardmeier
Eduardo Silveyra es escritor y periodista. Publicó, entre otros, los libros Poemas del Pez Amarillo (2004), Esta puta memoria (2009) y El baile de la Yegua, novela editada en 2017 y motivo de esta entrevista. El baile de la Yegua remite a ciertos textos narrativos referidos al Peronismo, entre ellos Esa mujer, de Rodolfo Walsh y Evita vive, de Néstor Perlongher. Si uno de los grandes temas de la literatura peronista fue Eva, esa puta, Eduardo noveliza la figura de Cristina Kirchner, esa yegua.
¿Cómo fue que se te ocurrió El baile de la Yegua?
El Peronismo tiene una gran cantidad de textos y la mayoría hace alusión, desde el mismo Peronismo, o tienen que ver con la historia trágica y uno, tal vez, se puede remitir a textos como “Esa mujer” de Walsh o textos estigmatizantes como “La fiesta del Monstruo” de Borges y Bioy Casares, pero no hay textos que hagan alusión a lo festivo que tiene el Peronismo. Por ahí puede ser el “Evita vive” de Perlongher. Es una Evita en un mundo cuasi marginal o marginal, es una puta que se acuesta con todos, etc. Y “El baile de la Yegua”, es como una reformulación de esos discursos, ¿no? Creo que es un texto báquico, que tiene que ver con la cosa festiva y de jolgorio que tiene la gesta peronista. Aparte, en mi libro, si bien Cristina puede ser el personaje principal, necesariamente no lo es. Porque aparece como invitada de una despedida de este mundo que organiza Jorge Pistocchi, El Pisto en la novela…
Rock and cris
Si bien el personaje, aún en ausencia, sobre el que ronda la novela es Cristina, tal vez el héroe del texto sea el mítico Jorge Pistocchi. ¿Cuál es el motivo de dicha asociación? Ahí hay una cuestión generacional. Cristina y yo tenemos, más o menos, la misma edad. Bien podría haber sido Cristina una lectora de “El expreso imaginario”, de “Pan Caliente”, de “Mordisco”, todas las publicaciones que sacó Pistocchi. Ella misma dice, en la novela, cuando Pancho, el puntero, la invita: sí, me encantaría, yo era lectora de “El expreso imaginario”. Existió esa última fiesta que hizo Pistocchi y fue una fiesta de despedida, realmente, porque se descompuso en esa fiesta, lo llevaron al hospital y, en el camino de la casa al Argerich, dijo: sean felices, sean libres y si me muero, que siga la fiesta. O sea que ahí también hay una cuestión de unir lo tanático con el eros. La fiesta continúa. Y en el velorio estuvieron los candomberos de África Ruge y, realmente, fue algo fuerte. He asistido a eso. También está reformulado ese momento. ¿Por qué Pistocchi, el Pisto en la novela, existiendo otras figuras emblemáticas de los inicios de eso, a falta de otro término, denominado rock nacional? Creo que fue, en cierto modo, una leyenda de todo el movimiento rockero porque fue el que financió el primer disco de Spinetta y el que estuvo en los comienzos, fue el mecenas que contribuyó a ese desarrollo. ¿Era peronista Pistocchi? En cierto modo sí. Vos te ponías a hablar con él y te decía que era anarquista, se definía así y se ponía a hablar de Perón y del Peronismo y toda la cuestión de derechos, toda la cosa generada en el Peronismo y era un peronista más. Además era un generador de movimientos. En el libro aparece el manifiesto de Movimiento Orillero que era un movimiento que él estaba creando. Era un movimiento musical y artístico de todo lo que se generaba culturalmente en las orillas del Riachuelo, desde La Matanza hasta su desembocadura en La Boca. Entonces aparecen cumbieros, rocker, payadores.
El movimiento rockero no era políticamente explícito, ¿no?
Pero si vamos al contenido de las letras, tenía un claro mensaje político y, si raspás un poquito, la mayoría de los músicos, adhería al Peronismo. Hablo de los rockeros de los setentas. Hay afiches de fiestas en Unidades Básicas o de la Juventud Peronista y, de repente, encontrabas La Joven Guardia y, también, Billy Bond y la Pesada del Rock and Roll. También el Peronismo tiene eso, de meter todo en la misma bolsa, como que además de ser un movimiento político es un movimiento barroco.
Están hablando del fasooo
Un tema importante, asimismo, en “El baile de la Yegua” es el consumo de marihuana como sustancia social y vinculante. La merca es la droga que te lleva a la destrucción, es la droga del poder y la marihuana tiene otras connotaciones: es una droga comunicacional, charlamos, tomamos una cerveza, fumamos un porro. Es como tomar un mate. También aparece Mujica junto con Lucia Topolansky – o sea, el Pepe, ex presidente de Uruguay y Lucia, su mujer - Creo que son dos drogas diferentes y diferenciables. Lo que llama la atención en la novela es la asociación de Cristina y la marihuana, que no sabemos si existe. Eduardo ríe brevemente: Yo que sé… pero tal vez un pibe está leyendo el libro, se fuma un faso y podría pensar, como una cuestión de deseo: mataría fumarse un porro con Cristina.
Hay mucho erotismo en la novela, también…
Es un texto báquico dionisíaco.
¿Por qué erotiza Cristina? No hablo de sexualidad. Erotismo.
Primero porque es una mujer linda. Eso ya trabaja sobre el deseo. Y aparte – es imposible negarlo – es una mujer que ejerce poder, tiene poder. Y de la misma manera que decimos que hay cierta perversidad en el poder, también hay una canalización de cierto erotismo.
La yegua y las mujeres
La novela de Silveyra es de lectura ágil, en el sentido positivo de la palabra, y de una escritura transparente y directa en la narrativa de las diversas situaciones. Tal vez por la influencia de las redes sociales o la tecnología, ya es complicado encontrar lectores de textos de cierta extensión. Yo creo que, en ese sentido, Cesar Aira fue un precursor. Cuando estaba escribiendo la novela, pensaba que podía agregarle tal y tal cosa pero si bien hay una sobreabundancia propia de un texto barroco, la novela es de lectura rápida, las situaciones se precipitan de manera vertiginosa y eso sí está pensado de manera deliberada. Los personajes son ricos: Pistocchi, Cristina, La Francesita que es la chica oligarca y que muestra esa dualidad que tienen las mujeres respecto a Cristina, ¿no?.
¿De dónde viene, para vos, eso?
Creo que tiene que ver con la cultura machista en la cual vivimos. Hay ciertas tipo de mujeres con una estructura machista y patriarcal y que no piensan más allá de la cuestión de ama casa o de objeto sexual. Generalmente ese tipo de mujer odia a Cristina, y si vamos para el otro lado hay una mujer que milita, se compromete socialmente, es un tipo de mujer que ha roto con el patriarcado, con el machismo. También en el libro aparecen unas chicas lesbianas que uno las imagina criticando el sistema patriarcal y machista y sin embargo festejan poder adoptar hijos y formar una familia clásica y burguesa y tampoco cuestionan la situación patriarcal. Es más, dicen: no nos interesa la política, queremos formar una familia, el sistema las asimiló también, de cierta manera. Me parece que esto tiene que ver con que son derechos que los puede otorgar tanto el progresismo, como la izquierda o la derecha. Tenemos mujeres que son comisarios, una se casó con una suboficial. Esas minas siguen respondiendo a figuras patriarcales y machistas. Está el caso de estas chicas que van a festejar ser madres antes de la marcha de Ni Una Menos. Alguien las interpela y ellas contestan: no nos interesa la política. La política. El Peronismo ha generado una diversidad de textos literarios, a favor o en contra del movimiento. Esto no ocurre, en la misma medida, con otros espacios políticos: Y sí… a mí no se me ocurriría hacer una novela sobre Hipólito Yrigoyen o Alfonsín. Una novela con Illia fumando un porro, qué sé yo… creo que tiene que ver con que el Peronismo, con todas las críticas de movimiento anti clasista, de movimiento dentro de los límites de la política burguesa que le puede criticar cierta izquierda, es un movimiento transgresor. Inclusive podés hacer algo con Menem, no con alguien del radicalismo. “Las Arenas”, fue la primera novela peronista, de Miguel Ángel Speroni, es una novela sobre todo el movimiento de Juan José Valle, cuando pretenden dar el golpe.
Me interesa que no hayas querido escribir la novela kirchnerista, que muchos deserían hacer…
No, jamás me propuse eso. Es una Cristina que va como invitada porque quiere conocer a Jorge Pistocchi, el héroe de la novela, que va a presentar sus memorias y va a leer el manifiesto de este Movimiento Orillero. De las tres cosas que se anuncian en la novela, la que ocurre es la llegada de Cristina. La llegada de Cristina se extiende, van sucediendo cosas en el medio, con El Pisto, con La Francesita, con el relator de la historia que a la vez tiene su historia de amor con La Francesita. La llegada de Cristina es como un suspenso. Tocan el timbre y El Pisto le dice a uno: andá a abrir la puerta que llegó la mina. Y le dice: ¿Qué mina? Y El Pisto le dice: Cristina, pelotudo. Creo que, también, el humor es fundamental en el relato. Cristina seguramente habrá hecho estas cosas. Mirá, hay uno que está preparando un asado acá en La Matanza. Y bueno, vamos. Traté de desmitificar la figura de Cristina, como ese personaje casi inabordable y hacer una Cristina cotidiana. Pero para hacer eso, también hay que tener cuidado en la escritura, no pasar cierto límite y que el personaje deje de ser creíble y caer en lo malo que puede tener el grotesco. Las situaciones que se dan son como reales, podrían suceder.