La dictadura terminó de destruir el sistema penitenciario del primer peronismo
En AGEPEBA por José Ponsico I Entre 2010 y 2011 las cifras de muerte superan los 130 casos por año. Un promedio de once presos que mueren por mes. El 70 por ciento pierde la vida por reyertas internas y heridas de arma blanca. El suicidio es causa del 30%. Otros pierden la vida por enfermedades y en las últimas dos décadas avanzó el SIDA.
Los hechos conocidos en las últimas horas reavivaron una antigua polémica con remisión a un sistema en franca decadencia desde la dictadura militar. Las prácticas policiales en los años del régimen desnaturalizaron los logros de la primera etapa del gobierno nacional y popular, inaugurada por Juan Perón, en 1946.
El gobierno de Perón designó a Roberto Pettinato -padre del conductor televisivo-, joven funcionario de carrera. La propuesta: reformular el sistema carcelario. Antes de la irrupción del peronismo y su punto de partida, la jornada del 17 de octubre del ´45, Pettinato se había destacado como miembro del servicio penitenciario.
Entre las medidas observadas hace casi seis décadas se cuentan antecedentes tomados de otras sociedades con un sentido humanista -hoy, “progresista”- de la vida en la cárcel. Pettinato instaló la idea de los programas de capacitación laboral y educación como objetivo básico.
En los´50, el objetivo era “la preparación técnica de los reclusos en distintos oficios”. Se abría un debate sobre “el derecho a la sexualidad” al tiempo que se revisaba, dentro de la reforma en marcha, las distintas concepciones sobre “castigo” que venían rigiendo, tanto para los internos masculinos como para el sector femenino.
Los historiadores del tema subrayan la actividad deportiva y la virtual transformación de la vida carcelaria. Abolición del clásico uniforme “a rayas” para presos y hasta se cuenta cuando Pettinato, en un motín célebre en “la cárcel del fin del mundo”, como se la conocía a la Unidad Penal de Ushuaia, abordó sin armas al jefe de la rebeldía.
Pettinato alcanzó prestigio -antes del peronismo- cuando con 25 años y siendo miembro del Servicio Penitenciario se le plantó al delincuente -imputado de varios homicidios y conocido como el Petiso Orejudo, consiguiendo que se entregara a las autoridades y el motín quedara sin efecto.
Perón, en 1954, cuando presidió un acto de graduación de las primeras formaciones de graduados en la Escuela Superior de Educación Física de San Fernando, tuvo palabras para Pettinato y el ministro de Salud, Ramón Carrillo, célebre por la reforma hospitalaria.
“Siempre le digo al ministro de Salud, el amigo doctor Carrillo que cuando (Roberto) Pettinato me trae el informe sobre el sistema penitenciario y el proyecto de construcción de nuevas cárceles, nuestro gobierno debe priorizar antes que los lugares de encierro los centros deportivos como este lugar magnífico que tenemos aquí”, decía Perón.
“Carrillo y Pettinato saben que cuanto más centros o predios deportivos tenga la Argentina menos cárceles tendremos que construir”, cerró el presidente en la primavera del ´54, mucho después de los distintos cambios estructurales en lugares de reclusión.
Un informe elaborado por organismos de control -distintas ONG Asociación Civil Madres e Hijos Solos- determinó el grado “infrahumano” de las cárceles de Coronda (Santa Fe) y Las Flores (Corrientes). La recopilación alude a “bocas cosidas, espaldas laceradas, sangre, cortes, mugre, sarna” entre los internos.
El diario Tiempo Argentino brindó el informe: “Torturas, hacinamiento y abandono en cárceles de Santa Fe y Corrientes”. Parte del informe constató que por mes mueren dos presos por causas referidas a malos tratos.
El académico Edgardo Gibilisco (Universidad de Morón), experto en Criminología y Políticas Públicas, escribió: “estas cárceles no cumplen ningún tipo de misión”. Y añadió: “son meros depósitos de personas”.