La Nación defiende a los negacionistas Lopérfido y Gómez Centurión
Por Juan Manuel Ciucci
A esta altura del partido, ya es un clásico ponerse a leer los editoriales de La Nación, en búsqueda de los consabidos planteos de lo más rancio de la derecha argentina. La nota de hoy arranca con una defensa de los debates llevados adelante en el programa Infumables de América TV, conducidos “con corrección y mesura por Santiago del Moro”, donde “pudieron apreciarse allí intervenciones que representaron el sonido de las dos campanas”.
“A partir de una exhortación de Victoria Villarruel, del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas, para que sean también reconocidas las víctimas ocasionadas por las agrupaciones terroristas, se sucedieron exposiciones en las que no faltaron testimonios de quienes sufrieron de ambos lados las consecuencias de aquel gravísimo enfrentamiento”. La reaparición de la Teoría de los dos demonios alfonsinista, con sus renovaciones macristas, va en sintonía con la complicidad del diario con la dictadura genocida, explicitada impunemente en la apropiación de la empresa Papel Prensa.
Pero rozando la apología del delito, este editorial suma una mancha más a la “tribuna de doctrina”: “la interpretación errónea y orientada de que el terrorismo de Estado cargó sobre jóvenes idealistas y opositores a dictaduras militares se convirtió en relato oficial a lo largo de los últimos años”. Extraña apología la que realiza sobre el “cambiado” Eduardo Anguita, quien “con honestidad intelectual (…) recordó que se financiaban con secuestros extorsivos, asaltos a bancos y contribuciones de los militantes. Reconoció los intentos de copamiento de institutos militares, teniendo estas declaraciones y las demás del debate una amplia repercusión en las redes sociales”. Junto a la inefable Liliana Franco, quien dice haber militado en el PRT, son quienes dan voz en Infumables a “una de las campanas”.
Agregará La Nación luego, como para que no queden dudas: “tras una cifra falsa del número de muertos y desaparecidos para que alcanzara la categoría de genocidio, se trató absurdamente de equipararlo con el Holocausto, que se cobró alrededor de seis millones de víctimas”.
Tal muestra de negacionismo, debía necesariamente mostrarse solidaria con sus pares del gobierno macrista: “toda manifestación contradictoria o enfrentada con el relato ha sido execrada por años, con demandas de inmediata retractación y denuncias judiciales. Así ocurrió frente a los dichos de Darío Lopérfido y de Juan José Gómez Centurión”. Siendo que casi todo el arco político y social repudió los dichos de ambos, esta demostración manifiesta la voluntad combativa del diario en su cruzada por lograr la impunidad de los cómplices civiles y empresariales que han comenzado hace poco a ser juzgados en nuestro país.
Cierra con frases vacías sobre la unidad nacional, reclamando libertad de expresión para que se defienda al Terrorismo de Estado. Pide por un debate que “contemple todas las voces sobre lo ocurrido en nuestro pasado reciente”, donde “con pocas excepciones, nuestra ciudadanía quiere la concordia, aceptando las diferencias de pensamiento sin pretender imponer una única verdad”. Para apoyarse, cita el Preámbulo de la Constitución de 1853, aquella de la triunfante oligarquía que regó con sangre de “gauchos e indios” los suelos de la Patria. “El Acuerdo de San Nicolás había hecho posible superar las heridas del largo y doloroso período rosista que terminó con la batalla de Caseros”, continúan tergiversando los herederos de la historia oficial.
Un nuevo editorial a favor de la impunidad, y en contra de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Casi un festejo por el sobreseimiento de Magnetto, Herrera de Noble y Mitre en la causa Papel Prensa que el juez federal Julián Ercolini les regaló a fines del año pasado.