Lo que faltaba: La Nueva Provincia denuncia “estrategia del miedo”
Por Diego Kenis
Si usted creía que, en la Historia argentina y particularmente de cara al balotaje del 22, lo había visto todo… estaba equivocado: el martes, el diario La Nueva Provincia se sumó a la opinión de sus colegas Clarín y La Nación y denunció una “campaña sucia”, basada en la “estrategia del miedo”, por parte del kirchnerismo para derrotar al macrismo el próximo domingo 22.
El matutino, que en su tapa del miércoles minimizó la explosión de la química Dow que perforó la tranquilidad bahiense y el jueves festejó alborozado el fallo de la Corte contra los jueces subrogantes, colocó ese día como título central de su portada el concluyente “Todos niegan que exista una campaña sucia, pero el miedo es la estrategia del FpV”.
El diario bahiense no explicó quiénes son todos los que niegan ni porqué considera probada la existencia de una campaña de miedo sólo porque “dirigentes del oficialismo” señalen que Cambiemos propone “el camino del ajuste”, lo que lo asemeja a la pueril perplejidad de La Nación por notar que se vincula a Mauricio Macri con los ’90, como si resultara una asociación forzada y el presidenciable de hoy no fuera el mismo que participó en múltiples rúbricas de la Patria Contratista, el negocio familiar del Correo y la privatización parcial de Boca Juniors, donde acercó la figura del “grupo inversor” dueño de la mayor parte de su plantel de fútbol.
En el caso del diario bahiense, su denuncia revela una complejidad mayor. Su director, el ex viceministro de Defensa menemista Vicente Massot, está vinculado desde hace años con Macri y lo apuntala en su carrera electoral, como el mismo martes recordaron los H.I.J.O.S. bahienses.
Además, el intendente electo por Cambiemos en Bahía Blanca, Héctor Gay, fue durante tres décadas el principal editorialista de la radio LU2 de Massot. Su pericia periodística de años en el multimedios no le alcanzó el mismo martes para responder satisfactoriamente a los discursos que desde la política articulaban Omar Plaini, Omar Perotti y Nicolás del Caño y dos veces debió cerrar sus intervenciones en un debate de la señal C5N con el slogan “se viene una Argentina distinta con Mauricio Macri”.
Pero esas muestras de militancia carecen de interés en comparación con otro dato: Massot se encuentra imputado en causas por delitos de lesa humanidad en que se lo acusa de haber efectuado “aportes esenciales” al plan criminal del terrorismo de Estado y de ejecutar –él sí- una “comprobada campaña de desinformación y de propaganda negra, destinada no solo a imponer la versión de los victimarios, sino principalmente a colaborar en la creación de un estado tal de anomia legal en la sociedad, que permitió el ejercicio brutal de violencia irracional y desatada por parte de la estructura estatal”, en palabras del Tribunal bahiense que abrió la causa.
No se trataba de una expresión metafórica ni un concepto inventado de apuro: la “propaganda negra” se encontraba tipificada en el Reglamento de Operaciones Sicológicas que el dictador Alejandro Lanusse rubricó en 1968, en medio de la batería de nuevas e importadas técnicas de contrainsurgencia que, aplicadas en el cono sur, apuntalaron el incipiente terrorismo de Estado en la década siguiente. El Reglamento distinguía entre niveles de propaganda según el grado de honestidad de la acción, como blanca, gris y negra, y puntualizaba la importancia de los medios de comunicación en las operaciones militares con palabras muy similares a aquellas con que el represor Adel Vilas, máximo responsable de la represión clandestina en el sur argentino, definió al diario de los Massot: un valioso auxiliar de la conducción.
Hasta el momento, el empresario y escritor nada ha dicho públicamente respecto de estas acusaciones, por las que se encuentra al borde del procesamiento penal, y sólo ha apuntado, a través de las páginas de su diario, a una campaña política en su contra. En los estrados judiciales, según trascendió, presentó recortes de otros diarios de la época pero no desmintió aquella vieja estrategia del miedo, que preguntaba a las madres bahienses “¿dónde están sus hijos ahora?”, instaba a los vecinos a la delación entre sí o advertía a delegados sindicales de sus talleres luego asesinados que no se creyeran parte de “una nueva raza, invulnerable de por vida”.